Coses Nostres: Van Gogh en Dalt Vila

La primera plaza del recinto amurallado de Ibiza fue conocida antaño como la plaza de las Herrerías y fue, oficialmente, la plaza de Luis Tur Palau hasta 1981

La Plaça de Vila unanoche de julio. CAT

La Plaça de Vila unanoche de julio. CAT / Cristina Amanda Tur

Las farolas de incandescencia amarilla. El empedrado gris de ciudad antigua. La noche cálida. Azul y naranja. Y algunas estrellas que aún son capaces de brillar a pesar de los esfuerzos de la sociedad por borrarlas de la bóveda celeste a fuerza de saturar la isla de luz artificial. La Plaça de Vila, en una noche de verano, se convierte en un rincón de Arlés a través del recuerdo de un cuadro de Vincent Van Goh. El cuadro se titula ‘Terraza de café por la noche’ o –la versión más larga y especificativa– ‘Terraza del café de la Place du Forum en Arlés por la noche’. Sin embargo, cuando Van Gogh pintó su escena nocturna en Arlés, hace 135 años, la plaza ibicenca debía ser muy distinta.

«En la plaza de Vila vivieron los matarifes de la ciudad, hombres bebedores y bravíos, que en aquel espacio holgaban, reñían y corrían becerros. Una fotografía de principios de siglo [siglo XX] muestra un grupo de tipos populares, donde destacan chiquillos de aire revoltoso y alguna campesina con un cántaro en la ijada. Todos expectantes ante el fotógrafo, que los enfoca desde el Pilón». Así describe el lugar Enrique Fajarnés Cardona en su libro ‘Lo que Ibiza me inspiró’.

Durante décadas y más allá de la mitad del siglo, la plaza siguió siendo un lugar oscuro y maloliente, incluso cuando ya los matarifes la habían abandonado. Poco a poco, la plaza fue cobrando una nueva vida y se instalaron en ella galerías de arte que se harían famosas, pastelerías, una bodega, alguna tienda. Hasta convertirse, finalmente, en la plaza turística que es hoy, donde ya las tiendas de barrio se han transformado en souvenirs.

Mucho antes, en el XIX, el Archiduque Luis Salvador la citó como la plaza de las Herrerías –nombre que ya aparece en documentos del XVI– y la inmortalizó en una de sus ilustraciones, dibujada desde el flanco este, desde el arco del Patio de Armas. Al otro lado, la plaza termina y se estrecha hacia Poniente por la calle Santa Cruz, que conduce al barrio de Portal Nou y hacia otra de las plazoletas de la ciudad amurallada de Dalt Vila, la Plaza del Sol.

Y a mitad de camino, un empinado pasadizo de escalones con el techo de vigas de madera conduce desde la plaza hacia el interior de Dalt Vila, hacia la ciudad más allá del escenario de luces, la ciudad tras bambalinas. Ese pasadizo tiene un nombre tan obvio como la Calle de la Escalera de Piedra.

La plaza también recibió nombres como la plaza del Mercado o plaza Principal, pero ya en el siglo XVIII –es decir, antes de la llegada del archiduque– aparece en algunos documentos con el nombre que hoy tiene, un nombre muy poco original, por otra parte. Parece ser que, desde entonces, ese ha sido siempre su acostumbrado nombre popular, aunque, oficialmente, también ha sido la plaza de Luis Tur Palau (hasta el año 1981, cuando su denominación popular pasó a ser la oficial).

Los matarifes

El escritor Enrique Fajarnés Cardona recordaba, en uno de los pasajes de ‘Lo que Ibiza me inspiró’, que la Plaça de Vila era el lugar en el que habitaban los matarifes de la ciudad, a los que describe como pendencieros y bebedores. 

La cafetería que Van Gogh inmortalizó en su cuadro se llamaba Café Terrace; años más tarde sería rebautizada como Café Van Gogh. Si la Plaça de Vila tuviera un Café Van Gogh, el parecido de la plazuela con el cuadro del pintor holandés sería un detalle que a muchos no pasaría desapercibido, el lugar haría un sutil guiño a su reciente pasado más artístico que turístico y las estrellas se verían un poco más brillantes. Es una idea, por si algún empresario de la restauración quiere darle un toque singular y erudito a su propuesta de bar en medio de la estandarización que impone el turismo de masas.

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