La ciudad de los árboles cautivos

Ibiza incumple las recomendaciones de los expertos sobre el arbolado urbano y la tendencia europea de reverdecer las ciudades para reducir el efecto isla de calor 

Los bellasombras de los andenes del puerto más de dos meses después de su poda.

Los bellasombras de los andenes del puerto más de dos meses después de su poda. / CAT

Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

Un estudio liderado por el Institut de Salut Global de Barcelona y publicado en Nature Medicine, atribuye a las altas temperaturas el fallecimiento de 279 personas en Balears en 2022. De ellas, 41 murieron en Ibiza. Joan Estrany destaca que estos datos y su escasa repercusión muestran que ni los ciudadanos ni los gestores políticos están concienciados con la urgencia que implica el nuevo escenario de cambio climático. “Son muertes silenciosas. No son muertes por causa directa, sino que las víctimas son personas vulnerables, personas de edad avanzada, que seguramente ya tienen patologías previas”, pero cuya situación se agrava por el hecho de vivir en zonas no preparadas para afrontar la realidad. “Tenemos semanas consecutivas de noches tropicales y noches tórridas en muchos lugares de Balears, y eso se suma a un urbanismo que no ha sido favorecedor y que ha ocupado zonas que tradicionalmente han sido siempre mucho más cálidas. Tenemos la combinación idónea para provocar ese incremento de mortalidad”. 

Árboles torturados, maltratados, sin tierra ni espacio en el que crecer, cuyos troncos deformados se expanden sobre los trozos de hierro con los que son aprisionados. Árboles podados hasta ‘los huesos’, sin dejarles una sola hoja. Árboles sanos que son talados sin contemplaciones para reformar calles. Y todo ello en un momento en el que -más allá del respeto a la vida- necesitamos, más que nunca, unas ciudades verdes y adaptadas para combatir los efectos del cambio climático, un momento en el que la generalidad de los expertos pide un nuevo planteamiento y habla de los árboles como seres «sagrados», los que pueden reducir los efectos de las olas de calor y aminorar el impacto de la contaminación de los vehículos. «En este país faltan más árboles y también más respeto por ellos», afirma el jefe de la Unidad de Arboricultura del Real Jardín Botánico (RJB-CSIC), Mariano Sánchez, resumiendo en una frase el principio básico sobre el que sustentar un cambio de paradigma en la gestión del arbolado urbano. 

Esta es la situación en la Ciutat d’Eivissa y en prácticamente todas las áreas urbanas de la isla. Desaparecieron los grandes árboles de la avenida Isidor Macabich, que ya alcanzaban más de siete pisos de altura. Han desaparecido los frondosos chopos de Pere Francès... Y en el lugar en el que, en la avenida Bartomeu Rosselló, se alzaba un eucalipto de más de cuarenta años hay ahora la mesa de un bar. Al árbol se le cayó una rama y, como los comerciantes ya se habían quejado de las hojas que caían -que consideraban porquería-, el Ayuntamiento decidió simplemente eliminarlo. 

Arboleda de la avenida Abel Matutes Juan.

Arboleda de la avenida Abel Matutes Juan. / CAT

«El vecino debe entender que es mejor que la acera tenga suciedad a que sus pulmones tengan contaminación», aseguraba Mariano Sánchez en una entrevista en el programa Nautilus de IB3 ràdio. El experto, que también es el presidente de la Asociación Española de Arboricultura, explica que, «realmente, lo que da beneficios son las hojas. Un árbol maduro, adulto, de quizás 15 metros de ancho y 15 metros de altura, o 20, como son los plátanos, tiene una gran superficie foliar evaporando agua para bajar la temperatura, reteniendo contaminantes y aportando oxígeno, así que nos aporta unos beneficios que no nos va a dar un arbolito de 5 metros. Un árbol maduro aporta lo mismo que 20 arbolitos medianos o pequeños». 

En este sentido, el director del Observatori de Riscos Naturals de les Illes Balears (Riscbal), el geógrafo Joan Estrany, aseguraba en el mismo programa que, «más masa arbórea también genera espacios más saludables, y esto está contrastadísimo desde un punto de vista científico. No es lo mismo vivir junto a una zona verde que tener justo debajo de tu casa un semáforo con coches que están constantemente liberando contaminantes y que tú estás constantemente respirándolos. Cuando estén barriendo la terraza de su casa, estos vecinos no barrerán tierra, sino un polvo negro que es la contaminación de los vehículos». Estrany sostiene que hay que replantear con urgencia y por completo la estructura de las ciudades y zonas urbanas de las islas con la «introducción masiva de arbolado» y la adopción de medidas que ya se están adoptando en ciudades europeas como los jardines verticales, la potenciación de las cubiertas verdes en los tejados y la renaturalización de espacios dominados por el cemento. 

«Todas estas soluciones -declara- deberían formar parte de la rutina de cualquier planeamiento urbanístico, de cualquier edificación, desde un punto de vista arquitectónico, y tanto en proyectos públicos como privados». Y añade, además, que debería existir una normativa «mucho más favorable a la introducción de estas estructuras verdes que permitan tener una mejor calidad del aire y, a la vez, también permitan aminorar el efecto isla de calor; está demostrado que en las zonas urbanas en las que hay presencia de vegetación, la temperatura, de golpe, es capaz de bajar tres o cuatro grados. Es decir, tenemos la solución delante, simplemente hay que aplicarla». 

Los expertos critican este tipo de podas excesivas.

Árbol podado en el puerto. / CAT

«Los plátanos son una buena opción» para combatir el efecto isla de calor, continúa Mariano Sánchez, «y los hay en En Ibiza y en Palma. Tienen las hojas grandes, con muchas nerviaciones, y, además, con pelitos en el envés que retienen mucha contaminación». 

Y es que la solución no es simplemente llenar de verde las ciudades a lo loco, sino que hay que tener en cuenta una serie de detalles que a menudo se olvidan. «Tiene que primar la calidad del árbol más que la cantidad. En algunas ciudades, con la cantidad de árboles que tienen, sería suficiente si estuvieran mejor plantados, si entre ellos hubiera, para empezar, una distancia mayor que los cuatro metros habituales» -sentencia Sánchez- «No los dejamos crecer. Es como meter a Pau Gasol a vivir en una tienda de campaña».

Para crecer sano

A la cuestión del espacio que debería existir entre árboles, se suma el espacio que debería tener cada uno de ellos para poder crecer sano. Mariano Sánchez señala: «Hasta ahora, el alcorque era sólo un agujero hecho en la acera que podía tener cemento, ladrillo, hormigón...», pero también en este aspecto se está avanzando, «y hoy, en arboricultura, consideramos que el hoyo de plantación debe tener, como mínimo, un metro cuadrado». Además, también hay que renaturalizar esos alcorques y ganarlos como espacio verde: «En París y en Berlín, sobre todo en París, todos los alcorques son alcorques floridos, pero no están pensados para plantas de flor (plantas ornamentales) sino para hierbas o plantas autóctonas, preferiblemente, que puedan albergar depredadores de las plagas habituales que tenemos en las ciudades». Es decir, los árboles también estarían más sanos si tuvieran una base de hierba que pudiera albergar los insectos y otros organismos capaces de reducir sus plagas. Sin embargo, en Ibiza, las bases de los árboles son de cemento, hierro o caucho; en algunos barrios, como en sa Blanca Dona, los más recientes alcorques se han sellado con resina aglomerante de gravas. 

Los expertos critican este tipo de podas excesivas.

Los expertos critican este tipo de podas excesivas. / CAT

Y de los alcorques pasamos a la poda, otra cuestión polémica que los expertos critican con tesón y que incluso ha provocado manifestaciones vecinales en algunos puntos del país. De hecho, ‘poda’, en realidad, es un término que Mariano Sánchez se niega a aplicar al destrozo que, a su parecer, los responsables del arbolado urbano realizan año tras año. 

En Ibiza, el caso de los bellasombras de los andenes del puerto es, probablemente, el más llamativo. Todos los años, estos árboles -que ni siquiera tienen alcorques porque las tarimas de las terrazas aprisionan el tronco- son podados hasta quedar sin ramas y sin hojas. Sin embargo, desde la Associació Balear de l’Arbre (ABA) destacan que esta especie «no tolera bien las podas drásticas por su tendencia a generar pudriciones». Estos árboles, indican, no están en el lugar adecuado porque no se les permite «desarrollar su máximo potencial». De hecho, cuando se dejan crecer, los bellasombras (ombú, Phytolacca dioica) se convierten en ejemplares extraordinarios, con grandes troncos y enormes copas que aportan todos los beneficios que actualmente deben buscarse de los árboles urbanos; la sombra, reducir el número de grados de temperatura, disminuir la contaminación e incluso convertirse en pantallas de reducción del ruido para los vecinos. «En todos los árboles se debería buscar el porte natural», sentencian desde ABA. 

Los más nuevos estudios sobre arboricultura apuestan por reducir podas e intervenciones en los árboles, que, a menudo, son una pérdida de tiempo y dinero pero que, en ocasiones, incluso son contraproducentes, porque los debilitan y los exponen a plagas y enfermedades, por lo que aumenta el riesgo para los ciudadanos. Este debilitamiento explica muchas caídas de ramas; los hongos pueden invadir fácilmente los cicatrices de la poda, lo que, unido a la falta de zonas de hierba e insectos que puedan reducir el número de organismos patógenos, genera la tormenta perfecta de la crisis del arbolado urbano. Muchos expertos, como el presidente de la Asociación de Arboricultura de España, apuestan por reducir las podas al máximo y hacerlo sólo cuando alguna rama concreta suponga un riesgo. Y aquellos expertos que consideran que algunas podas aún pueden ser necesarias para dar forma a los árboles, desaconsejan totalmente hacerlo todos los años como se sigue realizando en ciudades como Ibiza.

Imagen ejemplo de alcorque de hierro.

Imagen ejemplo de alcorque de hierro. / CAT

Aún se suman más consideraciones en esta panorámica de la ciudad. Y es que las ramas de los árboles son también el hábitat de toda una serie de aves urbanas que contribuyen a hacer estas áreas más saludables; la mayoría de estos pájaros son insectívoros, evitan las plagas de mosquitos y mejoran el estado de ánimo de los urbanitas. El pasado 20 de marzo se celebraba el Día Mundial del Gorrión, momento en el que SEO/Birdlife, la Sociedad Española de Ornitología, aprovechaba para advertir que las poblaciones de gorrión común se han reducido casi un 20 por ciento desde 1998. Y la solución para ayudar a esta especie también está en un cambio de paradigma en la gestión verde: «La naturalización de alcorques en el arbolado urbano o la presencia de vegetación adventicia, las también llamadas malas hierbas, en cunetas y descampados benefician a la especie». 

En ‘El Señor de los Anillos’, Tolkien incluyó un guiño a los árboles sagrados de la cultura celta introduciendo en el relato diversos árboles extraordinarios y creando a los ents, árboles que hablan. En ‘Las dos torres’, el ent bautizado como Bárbol, enfurecido por la gran tala de árboles provocada por Saruman, manifiesta: «Cada uno tenía su voz. No hay término en élfico, lenguaje ent o de los hombres que pueda describir este horror».

Árbol en el carrer de sant Cristòfol.

Árbol en el carrer de sant Cristòfol. / CAT

Las muertes por calor

Un estudio liderado por el Institut de Salut Global de Barcelona y publicado en Nature Medicine, atribuye a las altas temperaturas el fallecimiento de 279 personas en Balears en 2022. De ellas, 41 murieron en Ibiza. Joan Estrany destaca que estos datos y su escasa repercusión muestran que ni los ciudadanos ni los gestores políticos están concienciados con la urgencia que implica el nuevo escenario de cambio climático. “Son muertes silenciosas. No son muertes por causa directa, sino que las víctimas son personas vulnerables, personas de edad avanzada, que seguramente ya tienen patologías previas”, pero cuya situación se agrava por el hecho de vivir en zonas no preparadas para afrontar la realidad. “Tenemos semanas consecutivas de noches tropicales y noches tórridas en muchos lugares de Balears, y eso se suma a un urbanismo que no ha sido favorecedor y que ha ocupado zonas que tradicionalmente han sido siempre mucho más cálidas. Tenemos la combinación idónea para provocar ese incremento de mortalidad”. 

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