Cuerpos de seguridad

Miquel Roig Vingut: «Me está costando desvincularme de la Guardia Civil»

El agente Miquel Roig Vingut se despide de la Guardia Civil tras 32 años de carrera profesional en el casa cuartel del cuerpo de seguridad de Sant Antoni. «Desde el principio, mi objetivo era estar en el municipio, me siento orgulloso de haber permanecido tanto tiempo aquí», señala.

El agente Miquel Roig Vingut, en una de las oficinas de la casa cuartel de Sant Antoni en uno de sus últimos días llevando el uniforme de la Guardia Civil.

El agente Miquel Roig Vingut, en una de las oficinas de la casa cuartel de Sant Antoni en uno de sus últimos días llevando el uniforme de la Guardia Civil. / VICENT MARÍ

Ángela Torres Riera

Ángela Torres Riera

Entregar el armamento no ha hecho que Miquel Roig (57 años), tras 32 años de servicio en la Guardia Civil, sea todavía «consciente del todo» de que su carrera profesional y su vida en el casa cuartel de Sant Antoni hayan tocado a su fin. «No creo que ahora se vuelva a repetir una circunstancia similar, la gente se mueve más de destino, me siento especialmente orgulloso», expresa el guardia en referencia a su permanencia (intencionada) como agente en el municipio.

Le parecen, añade, unas vacaciones «de unos 20 días» que, sin embargo, son el preludio de lo que será su posición en la reserva a partir de ahora. Es uno de los pocos agentes —está casi «seguro»— que ha trabajado durante más de tres décadas en las mismas dependencias. Desde 1992, cuando decidió que trabajar en el hotel familiar tras varias temporadas de cara al público no le «terminaba de gustar» y la «idea» de ser guardia civil empezó a rondarle la cabeza. Su «objetivo», además, desde un principio fue ejercer en Sant Antoni.

No es portmanyí, aunque sus «raíces» paternas y maternas sí que lo son: «Mi madre era de aquí, de Sant Antoni, y mi padre de Sant Mateu. Ninguno de los dos ni nadie de su familia era —por lo menos conocido— guardia civil ni militar. Por lo que «nunca» ha sabido de dónde le nació la vocación.

Un día se vio intentando averiguar cómo convertirse en agente. Pero no sabía qué pasos tenía que seguir. Así que se juntó con un conocido que había hecho el servicio militar en el cuerpo y con un policía local que estaba de interino y que «tenían más idea». «Hicimos piña y nos presentamos todos», detalla. Cuando aprobó la oposición en el segundo intento y se incorporó a la plantilla de Sant Antoni, había 19 agentes que se convirtieron en 21 cuando se sumaron él y otro guardia que empezó a la par.

Auge turístico en Sant Antoni

«Tuve suerte porque solicité Balears y después, dentro de la comunidad, Ibiza, y pude colocarme en el municipio», señala. Ahora, por ejemplo, ha cambiado un poco el acceso a las plazas, ya no se piden por comandancia».

Recuerda cómo cuando empezó Sant Antoni estaba en pleno auge del turismo. «Venía mucha gente, diría que incluso más que ahora, con compañías como Club 18-30, TUI… que traían sobre todo a gente joven», cuenta. Fue por entonces cuando la Guardia Civil empezó a acudir a algunos servicios, sobre todo en la zona del West End, con casco de seguridad.

«Ahora parece que se ha estabilizado un poco más», valora. En cuanto a esa época de los noventa en la que hordas de turistas, mayoritariamente británicos, acudían a disfrutar de los bares y el ocio nocturno de Sant Antoni, señala que nunca ha vivido ni sufrido «nada extraordinario». «También es que en 32 años te vas olvidando», confiesa.

Lo que sí recuerda, y con especial cariño, es la visita de Ferran Cardenal, entonces director general de la Guardia Civil, con motivo de la inauguración, en 1994, del cuartel de la Guardia Civil en el barrio de Ses Païsses, desde donde ahora concede la entrevista.

La publicación en Diario de Ibiza de la visita del director general de la Guardia Civil en 1994

La publicación en Diario de Ibiza de la visita del director general de la Guardia Civil en 1994 / DI

Otro momento clave que ha vivido, a lo largo de estas décadas, es la fusión de los antiguos dos cuarteles de Sant Antoni y Sant Josep, que poco después se volvieron a disgregar, situación en la que siguen en la actualidad. «Cuando estaban unificados llegamos a ser 130 agentes en plantilla», recuerda.

La separación, de nuevo, de los dos cuarteles benefició mucho a las unidades de Sant Antoni porque, desde su punto de vista, Sant Josep es «policialmente más conflictivo: tiene la zona de Platja d’en Bossa, urbanizaciones con villas de lujo y la mayoría de las calas más visitadas de la isla».

En ese sentido, Sant Antoni, en el ámbito rural, tiene un punto caliente en Sant Mateu y en el urbano, el West, que desde su punto de vista no tiene nada que ver con el que conocían «en los años noventa, gracias a las normativas municipales» que limitan el horario de apertura hasta las tres de la madrugada. «Las nuevas reformas hoteleras que suben el nivel del turismo también han ayudado», prosigue.

En el año 2000, Roig dejó de patrullar para hacer «otro tipo de trabajo» en la unidad de Atención Ciudadana. Allí ha continuado hasta hoy. Sus días han transcurrido al servicio de las incidencias de la gente en mitad del trasiego del cuartel, que dependía de los detenidos que hubiera durante la jornada.

La «vocación» y el «vínculo»

«Cuando estábamos unidos al cuartel de Sant Josep había días que eran casi una decena de detenidos, ahí ya teníamos que ir corriendo», indica. En cuanto a la instrucción de los casos, el objetivo era hacerla en el «menor tiempo posible». «Intentábamos que el arrestado pasara el mismo día a disposición judicial y entablábamos con él la menor relación posible», indica.

A lo largo de estos días, Roig prepara las cajas de mudanza que dejan atrás 32 años de una carrera profesional y una vida de las que le está «costando desvincularse». «A veces parece que uno se olvida de la unión especial que se crea y de lo importante que es. Además, yo he vivido aquí —en el cuartel— toda mi vida, si cruzas el patio, allí está mi casa», cuenta con nostalgia prematura.

Eso le ha hecho desechar la posibilidad de hacer «cursos» y también renunciar a la promoción interna para ascender, que muchas veces obliga a cambiar de destino. Ese fuerte «vínculo» y la «vocación» hacia su oficio le han hecho querer quedarse en Sant Antoni «permanentemente». También es eso lo que le ha animado a continuar en el oficio en esos momentos en los que «como todo en la vida, puede llegar a cansar».

La constante rotación de agentes es, observa, uno de los principales problemas actuales en la Guardia Civil. «Hay movimiento constante porque muchos vienen destinados dos años o un año y pasado ese plazo se van, lo que impide que haya una cantera profesional», lamenta. La falta de vivienda favorece, por otro lado, esta rotación continua. «Aunque se han tomado medidas como la puesta en marcha del Casal de Sant Mateu, siguen siendo insuficientes», opina Roig.

«Yo no me he movido, quería hacer aquí mi carrera», reitera. Le apena que su caso, probablemente, tenga pocas probabilidades de repetirse a partir de ahora, sobre todo en los escalones intermedios, donde es aún más importante permanecer: «Somos los que hacemos de profesores y le quitamos un poco de peso a la dirección», explica. Sus compañeros y el Ayuntamiento le rindieron un homenaje hace algunos días. Le hizo «mucha ilusión». Ahora, tan solo le queda hacerse a la idea. «Por el Día de la Patrona —12 de octubre— vendré y, si me dejan, con mi uniforme», confiesa.

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