Memoria de la isla

Memoria de la isla: De la construcción de las murallas

La propuesta que hice en su momento para que se publicara en Ibiza ‘Giovan Battista Calvi. Ingeniero de las fortificaciones de Carlos V y Felipe II’, tesis doctoral de Damià Martínez Latorre, cayó en saco roto. Insisto en ello.

Parte de las murallas de Vila. / VICENT MARÍ

Parte de las murallas de Vila. / VICENT MARÍ / Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Pienso que no nos podemos permitir pasar por alto un extraordinario trabajo de investigación que aporta datos que no conocíamos de nuestras murallas que, dato no menor, en el referido estudio quedan contextualizadas en la impresionante actividad que en nuestro país llevó a cabo Calvi. De los muchos aspectos que sobre la construcción de la fortaleza ibicenca analiza Martínez Latorre en su tesis sobre Giovan Battista Calvi, me limito a recoger, como botón de muestra, algunas noticias que me parecen significativas sobre la obra de la fortificación y sus actores, los ingenieros mayores que la diseñaron, Giovan Battista Calvi, los hermanos Paleazo Fratín, Jacobo y Jorge, así como los maestros que dirigían los trabajos a pie de obra. Pero empecemos por el principio. Es sabido que en el Archivo General de Simancas tenemos el ‘Memorial et relation della fortezza de Eviza’, escrito por el conde Ugo de Cessena, que, en su calidad de ingeniero, subraya las precarias defensas que en 1551 tenía la isla y que, por el incuestionable valor estratégico de su situación, —«riparo et scudo di tutte le marine di Spagna»— era urgente fortificar. Cessena muere sin conocer el resultado de su propuesta, pero parte de sus memoriales llegan a la Corte.

En paralelo, la Universidad reclama a la Corona fondos para la fortificación y, en previsión de ella, ordena al picapedrero Juan Simancas la extracción de piedra marès en s’Illa Negra de ses Portes. Sorprende saber que los primeros trabajos, (1552), se hacen a partir del proyecto de un grupo desparejo formado por el pagador de artillería Rodrigo de Lara, Luis Vilana, regente de la cancillería, Luis de Vigo, vicario del arzobispo, Joanot Salva, gobernador de la isla y el capitán Alonso de Andrada. Me pregunto qué podían saber, vicario, regente y gobernador, de construcciones militares. De hecho, al año siguiente presentan un nuevo proyecto que redacta Luis de Vigo, el vicario, con el título ‘Relation de lo que conviene y falta para la fortificación de la villa de Yviça’. De la incompetencia del grupo de marras dan fe los jurados que se quejan sobre todo del gobernador, Joanot Salva, que «a carrech de las obras i fastions, desfa lo que es necessari y fa lo que no aprofita».

Finalmente, a principios de 1554, el rey ordena a Calvi que viaje a la isla y, para preparar el terreno, a mediados de agosto viene a Ibiza Mestre Simon Ballester. Es una circunstancia que aprovechan los impacientes jurados que, en vez de esperar a Calvi que se retrasa, ponen a trabajar al maestro Simon, una decisión precipitada que cabrea sobremanera a don Bernardino de Mendoza, capitán de galeras que, al recalar en la isla, paraliza las obras. Calvi llega por fin el 25 de noviembre, pero se queda sólo 4 meses porque es prioritaria la construcción del Castillo de San Felipe en Mahón. Cabe decir que su corta estancia en Ibiza no le impide sentar las bases de la fortaleza que progresará con la intervención de otros ingenieros, caso de Fratín y del capacitado maestro Alonso Rubián. Las obras arrancan en enero de 1555 bajo las órdenes de Calvi que al amplíar el perímetro de la fortaleza, la asienta en roca viva que evita cimientos y al apoyar la muralla en el mismo cuerpo de la montaña hace innecesarios los terraplenes. Así se lo explica al rey, “la medesima pegnia del monte viene a serviré per terrapieno de la muraglia”.

El factor humano

Las islas eran entonces un lugar apartado y de riesgo, donde la milicia no quería acudir y de donde, como hemos visto, hasta los maestros de obra intentaban escapar. El factor humano y la penuria de aquellos días son aspectos que se nos escapan, pero que sería fascinante conocer. En cualquier caso y a pesar de todo, se consiguió levantar la monumental fortaleza que hoy es Patrimonio de la Humanidad. 

Dificultades

Mucha información posterior sobre el progreso de la fortificación la hace Calvi desde Mallorca y Menorca, lo que significa que sigue por lo menudo la obra para la que ha dejado un detallado programa de trabajo y una maqueta de madera que reproduce a escala el proyecto, «la muraglia che si fara como lo tengo platicado y como si ve claro en el modello». Las obras siguen al pie de la letra las indicaciones de Calvi, aunque no sin dificultades. Falta dinero, escasea la mano de obra y se trabaja en un terreno irregular que compromete los trabajos, «e necessario condurre tutti li materiali con azemile cargate, che non ni puo andare il carro». En más de una ocasión, aquellas dificultades provocan el estancamiento de las obras, que se alargarán hasta casi acabar el siglo. La cartela del Portal del Mar da la fecha de 1585, pero en Simancas existen informes de Alonso Rubián con diseños para la fortaleza ibicenca que datan de 1597, lo que significa que todavía entonces se trabajaba.

Y una brevísima referencia final para quienes, con mayor o menor papel, estuvieron a cargo de las obras y permitieron que el proyecto básico de Calvi, complementado por Fratin, llegara a buen puerto. Se sabe que fracasó el intento de contratar al prestigioso ingeniero mallorquín Antonio Saura. En todo caso, además del maestro Simon Ballester, en la obra trabajaron otros dos maestros, Gaspar Puig y Pedro Alafayor, que, por lo que sabemos, las pasaron moradas por del despotismo del capitán Andrada, que les hacia la vida imposible. Tanto era así –y aquí entramos en el anecdotario—, que Alafayor eleva una denuncia a la princesa gobernadora: «Havemos sido tratados no como a maestros de la obra, sino como sclavos; estos mal tratos nos ha etcho y aze don Alonso de Andrada, capitán de la infanteria que sta en esta guarnición; y en más de lo sobredicho, se entremete en tantas cosas y nos maltrata tanto que a mi mea sido forçado tentar de irme de la yslla escondidamente por miedo que el dicho captan no me matasse, como cadeldia me anenaçava».

Como corroboraría también el Maestro Mayor, Antoni Jaume, el tal Andrada era una pieza de mucho cuidado, prevaricaba, insultaba, amenazaba y era odiado por todos. Pero esta es una más de las muchas historias que se dieron, picapedreros apresados por piratas turcos en las canteras, accidentes, revueltas del personal y qué se yo.

Las islas eran entonces un lugar apartado y de riesgo, donde la milicia no quería acudir y de donde, como hemos visto, hasta los maestros de obra intentaban escapar. El factor humano y la penuria de aquellos días son aspectos que se nos escapan, pero que sería fascinante conocer. En cualquier caso y a pesar de todo, se consiguió levantar la monumental fortaleza que hoy es Patrimonio de la Humanidad.

Suscríbete para seguir leyendo