Tribuna

Especies invasoras de Ibiza y Formentera | De gatos y culebras

Es realmente incomprensible la falta de medidas correctoras cuando estos desequilibrios provocados por la acción humana se producen en nuestro espacio más próximo

Un gato visto desde el observatorio de avesde la avenida 8 d’Agost.

Un gato visto desde el observatorio de avesde la avenida 8 d’Agost. / F.J.E.

Fernando Escudero Andújar

Pensar de forma global y actuar de forma local, esto es, interpretar el mundo, construir experiencias e intervenir, son algunos fundamentos del pensamiento geográfico.

No parece que existan muchas dudas en lbiza y Formentera en cuanto a la consideración de las serpientes como especies invasorasy el uso de cuantos recursos sean necesarios para la erradicación de lo que ya podemos considerar una plaga. No ocurre lo mismo con otras plagas de consecuencias, cuando menos, igual de perniciosas.

Hoy resulta evidente que la acción humana está provocando importantes cambios en el equilibrio natural a nivel planetario con consecuencias realmente catastróficas. La que más, el consumo de combustibles fósiles, provocando un considerable aumento de las temperaturas, calentamiento que afecta directamente a los elementos y factores climáticos lo que se traduce en unos considerables trastornos medioambientales.

Resulta inquietante que con los conocimientos y la tecnología actual no haya capacidad para corregirlos o, tal vez, voluntad de hacerlo.

El cambio climático y sus consecuencias son una realidad que ya nos afecta a todos, o casi, porque lo sufren en mayor medida aquellos que disponen de menos recursos para combatirlo. Y algunos efectos ya comienzan a ser irreversibles.

Pero la solución a este problema no está en manos del común de los mortales. Es más una cuestión de las decisiones del World Economic Forum Annual Meeting, o lo que es lo mismo, el Foro de Davos, en donde se reúnen anualmente la inmensa mayoría de líderes políticos y económicos del Mundo. En nuestras manos sólo queda implementar pequeñas acciones ordinarias que individualmente poco solucionan, pero que sumadas colectivamente pueden ser efectivas. Dicen los ecólogos que la actuación sobre un ecotopo puede llegar a producir cambios en todo un ecosistema.

Sin medidas correctoras

Es realmente incomprensible la falta de medidas correctoras cuando estos desequilibrios provocados por la acción humana se producen en nuestro espacio más próximo, de forma puntual y localizada, permitiendo la desaparición cuando no la extinción, de parte de nuestro entorno natural.

Paradójico resulta contemplar cómo, bien entrado el siglo XXI, desaparecen especies que han formado parte de nuestro paisaje durante siglos, algunas también invasoras, como el cocotero o la palmera datilera (Phoenix dactylifera), ahora atacadas por otra especie invasora, el picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), insectos que provocan la muerte de la mayor parte de las palmeras afectadas. Detectado por primera vez en Granada en 1993 y residente en muchas de los cientos de ellas que se han importado de forma irregular e incontrolada, procedente de algún país de norte de África, se ha extendido por todo el sureste peninsular y alcanzado incluso las islas, también a Canarias, en donde dicen haberlo erradicado. Sólo el Palmeral de Elche, declarado Patrimonio de la Humanidad y que cuenta con más de 200.000 ejemplares de palmeras, está consiguiendo neutralizar la plaga de picudo rojo.

Algo similar ocurre con la chumbera (Opuntia ficus-indica), comúnmente conocida también, entre otros nombres, como nopal, higuera (de pala), palera, penca, tuna, tunera e higo, una planta originaria de América, introducida en España a partir de cargamentos organizados con fines comerciales y agrícolas, catalogada oficialmente como una planta invasora (aunque con 500 años de historia en nuestro país), afectada por una plaga de grandes proporciones de cochinilla del carmín (Dactylopius coccus), un insecto hemíptero parásito de la familia Dactylopiidae, huésped de estas plantas y que también tiene esta consideración. Expansión que, posiblemente, se deba al abandono del uso que se le dio durante siglos para obtener un colorante rojo natural o carmesí muy valorado, utilizado por diversas culturas —incluso en la actualidad— para teñir tejidos, alimentos, plumas, madera, algodón, piedras, en cosmética, en productos farmacéuticos...

En los últimos años, el problema se ha descontrolado y los efectos —en forma de plaga— son, en algunas zonas, realmente aterradores. En la actualidad, la cochinilla del carmín también se ha convertido en un problema ambiental.

Pero por repercusión mediática y consecuencias medioambientales las especies invasoras más preocupantes en la actualidad en las Pitiusas son las serpientes, con la aparición de tres especies distintas, la culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), la de escalera (Rhinechis o Zamenis scalaris, la serpiente blanca) y la culebra bastarda o de Montpellier (Malpolon monspessulanus) con dispar presencia en el territorio insular.

Históricamente, las Pitiusas habían sido consideradas islas totalmente libres de serpientes, pero esto ya no es así. Durante los últimos años, miles de estos ofidios han hecho de las islas su hogar, cambiando el equilibrio natural, también producto de la acción humana. Todo parece indicar que la causa ha sido la importación descontrolada de numerosos olivos y otros árboles ornamentales desde la península para ajardinamiento de casas y urbanizaciones de lujo.

La repercusión mediática de esta invasión se debe fundamentalmente al efecto aniquilador que está teniendo sobre las poblaciones de sargantana (Podarcis pytiusensis) especie endémica en Ibiza y Formentera. Habitantes frecuentes en muros de piedra seca y vallados a la largo de paseos, senderos y caminos, hoy han desaparecido y hay que tener suerte para observar un solo ejemplar en miles de metros lineales en donde antaño eran sus refugios favoritos.

Como en los casos anteriores parece que ya se empieza a dar la batalla por perdida.

Gatos, la gran plaga silenciosa

Pero no puedo obviar la que considero la plaga silenciosa, por controvertida o porque su mención puede resultar social y/o políticamente incorrecta, la expansión por toda la isla de un número incontrolado de gatos asilvestrados, la inmensa mayoría mascotas abandonadas por sus propietarios, que cada año lo hacen por decenas.

Los puedes encontrar en zonas urbanas, entre las murallas o por las callejuelas de Dalt Vila, pero también en lugares tan insólitos como los riscos del Cap des Jueu, en el entorno de la Torre des Savinar, también agazapados entre las salicornias de los estanques de ses Salines o de ses Feixes, en donde los encuentras por decenas, esperando que se les ponga a tiro alguna presa. Su instinto de felinos les lleva a cazar incluso cuando no necesitan alimentarse. Territoriales y metódicos, les vale cualquier tipo de presa: lagartijas, ranas, polluelos de cualquier nido o camada de aves que crían sobre tierra o en los árboles, incluso llegan a asaltar gallineros y los esquilman y, a diferencia de las culebras, éstos no tienen periodo de hibernación, lo hacen de forma sistemática todos los días durante todo el año. Si en lugar de gatos estuviéramos hablando de perros, igual empezaríamos a considerarlo un problema.

No se trata de demonizar a ninguna especie animal, tampoco a las culebras, actores involuntarios de esta historia, provocada por la irresponsabilidad e incompetencia del ser humano, sino de reconocer el problema y demandar medidas correctoras más eficaces para restituir los equilibrios en los espacios naturales desestabilizados. Como decía recientemente en este mismo Diario el biólogo Carlos García de Leaniz «si no se conoce el problema es muy difícil atajarlo».

(*) Fernando Escudero Andújar es licenciado en Geografía e Historia. Especialidad de Geografía Máster Universitario en Tecnología, Administración y Gestión del Agua

Especialista en Estudios Ambientales

Suscríbete para seguir leyendo