El desierto invade España

Las zonas desérticas han tenido una superficie testimonial en España hasta ahora, pero desde hace diez años su crecimiento se ha disparado. el sureste peninsular tiene un futuro complicado

Paisaje desértico en Tabernas, Almería

Paisaje desértico en Tabernas, Almería / ELCORREDORERRANTE

Joan Lluís Ferrer

Joan Lluís Ferrer

El desierto avanza a galope tendido en España. La última década ha sido determinante y la superficie árida de nuestro país ha aumentado como no se había visto jamás. Si hace diez años solo había en la Península 307 kilómetros cuadrados de suelo árido, confinados en Almería, ahora esa superficie ha dado un salto enorme, hasta los 7.100 km2. El desierto se expande ya sin control por las provincias de Alicante, Región de Murcia y Almería, esas dos últimas a un ritmo sorprendente, pero también ha puesto ya un pie en Granada.

Estas son las principales conclusiones del último estudio sobre desertificación en España, que ha llevado a cabo la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), dependiente del CSIC. Para elaborarlo, se han empleado los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de los periodos 2000-2009 y 2010-2019.

La comparación entre ambos periodos resulta realmente impresionante. Si en la década precedente solo Almería tenía una representación de zonas áridas en sentido estricto, con 307 km2, solo diez años después han aparecido 6.794 km2 más entre las provincias de Almería, Región de Murcia, Alicante y Granada. Con diferencia, las dos primeras son las que más extensión de su territorio tienen ya devastado por el desierto, pero en la provincia de Alicante el aumento ha sido muy importante respecto a diez años atrás. Murcia tiene ya 2.983 km2 áridos y Alicante, 733. En Granada ya hay 55 km2 con esta condición, cuando nunca hubo ninguna superficie así catalogada.

La desertificación irá a más

«Esta situación irá a más», según advierte el biólogo jefe del equipo de la EEZA, Gabriel del Barrio, quien recuerda: «Estamos en un contexto de cambio climático muy acelerado hacia una mayor aridez».

«En España en general, y en el sureste en particular, las mayores variaciones se notarán en los altiplanos semiáridos, porque las grandes extensiones con poco desnivel son las que responden con mayor superficie a pequeñas variaciones de temperatura», afirma. De modo que «las transiciones a mayor aridez serán más aparentes en los altiplanos y mesetas que ahora son semiáridas, y que se convertirán en zonas vulnerables».

Las cifras obtenidas con el estudio de la EEZA demuestran que la aridez avanza a costa de las zonas húmedas, grandes víctimas de este proceso de desertificación. «En toda España, las zonas más húmedas han perdido extensión en favor de las zonas áridas durante el periodo 2010-2019». En concreto, 40.249 km2 han dejado de ser zonas subhúmedas o húmedas para convertirse en semiáridas o áridas, tal y como las entienden los científicos.

Mapa sobre la aridez en España: Rojo árido; ocre: semiárido; verde: subhúmedo seco; y azul: subhúmedo húmedo.

Mapa sobre la aridez en España: Rojo árido; ocre: semiárido; verde: subhúmedo seco; y azul: subhúmedo húmedo. / DI

«Es importante comprender que estos números son solo la punta del iceberg», afirma Gabriel del Barrio, puesto que, si se analiza el conjunto, «encontramos que la práctica totalidad de la España peninsular (excepto zonas concretas en el Cantábrico y los Pirineos) ha experimentado un aumento significativo de la aridez».

Ante esta situación y su previsible evolución a corto plazo, los expertos aconsejan ir olvidándose de la agricultura de regadíos, sobre todo en el sureste español. «Una precaución inmediata es racionalizar el regadío actual y detener su crecimiento, ya que el escenario que se avecina implica escasez hídrica», indica del Barrio.

El experto señala que «los cultivos de secano se enfrentarán a una incertidumbre climática que cada vez tensará más sus adaptaciones y los de regadío cada vez tendrán menos agua disponible». «Muchos cultivos arbóreos que son naturalmente de secano pero que es común ver en regadío para aumentar su producción, simplemente morirán», añade.

La velocidad del fenómeno de desertificación de España ha sorprendido a los científicos. Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante, hace también un pronóstico preocupante: «Nuestro clima tiende hacia el extremo y los fenómenos que van en contra de la conservación del suelo van a ir a más, con sequías y lluvias torrenciales que favorecen procesos erosivos».

Olcina recuerda que a la desertificación natural se le suma la causada por el hombre, lo que hace perder suelos fértiles de forma aún más acelerada.

«La desertificación es un proceso de gran complejidad que no solo tiene que ver con las condiciones climáticas. El ser humano es un factor importante de desertificación, cuando transforma territorios para su beneficio económico (roturaciones agrarias por encima de las demandas reales, urbanizaciones residenciales sin control en suelo fértil) y cuando no se respetan los límites que nos impone la naturaleza», explica el prestigioso climatólogo.

La nueva situación obliga a plantearse regadíos y compeljos turísticos.

La nueva situación obliga a plantearse regadíos y complejos turísticos. / Pinterest

«Si lo que se pregunta es si Alicante se va a convertir en un desierto como el Sahara, que es lo que la gente entiende, hay que decir claramente que no. Pero tendremos pérdidas de suelo fértil importantes a causa de lluvias intensas, abandono de prácticas tradicionales de conservación de suelo y transformaciones aceleradas para usos económicos. Por eso, es importante que las administraciones tomen medidas para reducir o limitar estos procesos. Pero estamos, lamentablemente, en todo lo contrario: crecer, crecer y crecer sin sentido», añade.

Para él, poner freno a este crecimiento desmesurado e injustificado es básico: «No se puede crecer de manera indefinida ni en regadíos, ni en expansión urbanística».

No es el único experto que defiende esta tesis. El biólogo y ecólogo Fernando Maestre Gil, también de la Universidad de Alicante, defendía en recientes declaraciones a Efe que «hay que reducir la superficie de regadío». Ello pasa, afirma, por «una moratoria en la puesta en marcha de nuevos regadíos y la reconversión de algunos de estos cultivos a secano».

Según el investigador, «reducir el consumo de agua pasa por reducir su uso en agricultura, que consume más del 80% de todo el agua dulce que se usa en España».