120 aniversario del monumento a Vara de Rey

El día 25 de abril se cumplen 120 años de la inauguración del monumento a Vara de Rey por parte del rey Alfonso XIII. Es un buen momento para recordar quién fue aquel militar

Vara de Rey con uniforme del ejército

Vara de Rey con uniforme del ejército / Museo del ejercito

José M. Prats Marí

A finales del siglo XIX, el Romanticismo, un movimiento que trataba de exaltar los valores, la historia, la cultura y la identidad de un pueblo, continuaba en Europa en auge. Para cualquier ciudad y para cualquier municipio era muy importante rendir culto a sus grandes figuras, y era también muy importante tener un lugar destacado donde poder rendirles homenaje. La ciudad de Ibiza no era ajena a ese sentimiento. Por eso se erigió el monumento a Vara de Rey, primero, y luego el obelisco en homenaje a los corsarios.

Para los niños del baby boom, el paseo de Vara de Rey es un lugar que nos trae gratos recuerdos, porque allí pasábamos las tardes de verano jugando con nuestros amigos de la infancia. Casi ninguno de nosotros sabía quién era ese señor que estaba allí espada en alto; aunque siempre había algún espabilado que al verle la larga barba decía que seguro que tenía que ser el pirata Barbarroja.

el asalto | ARCHIVO PERSONAL SR. D. FAUSTO ESCRIGAS

Familiares de Joaquín Vara de Rey durante la inauguración de la estatua de Vara de Rey el 25 abril 1904. Archivo Histórico de Ibiza / AH

El día 25 de abril se cumplen 120 años de la inauguración del monumento a Vara de Rey por parte del rey Alfonso XIII. Joaquín Vara de Rey Rubio fue un hombre de mediana estatura, delgado, más rubio que moreno, de ojos azules y mirada viva, que en sus últimos días lucía unos mostachos y unas barbas patriarcales. Era un militar de ilustre linaje, descendiente de una saga de militares que se remonta al siglo XVI, en época de los Tercios de Flandes.

Así murió Vara de Rey

El buque 'Almirante Oquendo' / Museo Naval de Madrid

Nació en el Castillo de Ibiza el 14 de agosto de 1841. Hijo del capitán de la quinta compañía del tercer batallón del regimiento de la reina Isabel II que, por vicisitudes de la situación que atravesaba España, se encontraba temporalmente destacado en Ibiza. Fue el mayor de doce hermanos. Se le bautizó en la iglesia de San Pedro, es Convent, y se puso el nombre de Joaquín, como su padre, como su abuelo y como su bisabuelo. Fueron cuatro joaquines, todos ellos militares de academia. Pero poco tiempo estuvo aquí, en Ibiza, porque enseguida su padre y su familia anduvo moviéndose con su batallón por distintos rincones de la península.

Monumento a Vara de
Rey. Archivo Histórico de Ibiza

La artilleria americana / Archivo personal Sr. D. Fausto Escrigas

Como no podía ser de otro modo, al cumplir los trece años solicitó ser admitido en el Colegio de Infantería de Toledo, antecedente de la actual Academia de Infantería. Ingresó a los quince y recibió el despacho de subteniente del Ejército Español a los dieciocho años. Desde ese momento apenas tuvo un momento de descanso. Participó en una guerra con Marruecos defendiendo las islas Chafarinas, actuó en la Península en varias ocasiones sofocando disturbios e insurrecciones, tomó parte en las Guerras Carlistas y hasta defendió la ciudad de Alicante del ataque de dos fragatas pertenecientes al Cantón de Cartagena, que se había declarado independiente y había declarado la guerra a Almería y a Alicante.

Inauguración del monumento dedicado a Vara de Rey en 1904.

Vara de Rey con un uniforme de coronel / Museo del ejército

En 1884, con 43 años, siendo ya teniente coronel, fue destinado a las islas Filipinas, donde estuvo combatiendo revueltas de los indígenas Joloes en la isla Mindanao, contribuyendo a pacificar la zona; y más tarde ocupó el cargo de gobernador político militar de las islas Marianas, en el océano Pacífico.

En Cuba

Pero sus méritos más destacados como militar hay que buscarlos en Cuba. En 1895, siendo ya Joaquín el coronel comandante militar de la provincia de Ávila, se urde una nueva insurrección en Cuba. El abogado y escritor José Martí, con el apoyo de los emigrados cubanos en Florida y, sobre todo, con el soporte logístico y financiero del Gobierno de los Estados Unidos consigue organizar una nueva guerra emancipadora en aquella isla. Joaquín Vara de Rey dirige una instancia a la Reina solicitando ser destinado a Cuba. Joaquín llega a la isla en marzo de 1895. Estará allí tres años luchando contra la guerrilla y sus tropas lograrán importantes éxitos militares, que le valdrán el ascenso a general de brigada por méritos de guerra.

A principios del año 1998, después de tres años de dura lucha entre las tropas españolas y los guerrilleros mambises, ambas partes están agotadas, el conflicto parece estar en tablas y todo indica que se llegará a un acuerdo de paz entre los líderes insurrectos cubanos y el Gobierno español.

Los Estados Unidos que contaban con importantes intereses económicos y que, desde hacía tiempo habían puesto los ojos en la isla y habían gastado ingentes cantidades de dinero en armar a la guerrilla, no querían que España siguiera allí. La intervención armada de los Estados Unidos en la isla ya estaba en la mente de los norteamericanos desde hacía tiempo y solo faltaba un pretexto para movilizar a su opinión pública y, a continuación, invadir la isla.

Tomar santiago | MUSEO NAVAL DE MADRID

Inauguración del monumento dedicado a Vara de Rey en 1904. / Archivo histórico. Hemeroteca Diario de Ibiza

El 14 de febrero se produce el incidente del crucero acorazado norteamericano ‘USS Maine’ en la bahía de La Habana. El Gobierno norteamericano acusa a los españoles de ser los culpables. Se produce una crisis entre los gobiernos español y americano, que enseguida crece en intensidad y, en abril de 1898, ambas naciones entran en guerra.

El objetivo último de los Estados Unidos era expulsar a España de Cuba y de Puerto Rico. Para ello, primero era necesario neutralizar a la marina de guerra española, bloquear ambas islas por mar para evitar la llegada de alimentos y de tropas de refuerzo; a continuación, desembarcar en las islas para conseguir una base de operaciones en tierra y, a partir de entonces, bloquear La Habana y San Juan de Puerto Rico y esperar a que se produjera su capitulación.

Tomar Santiago

La entrada de la Escuadra Española en Santiago de Cuba impone a los norteamericanos tener que reajustar el plan inicialmente previsto y les obliga a elegir entre una de las siguientes opciones: bien destruir a la Escuadra española en su refugio de la bahía de Santiago primero y tomar la plaza después; o bien conquistar Santiago por tierra primero y capturar la Escuadra a continuación. Las circunstancias del momento obligaron a los norteamericanos a inclinarse por la segunda opción: tomar Santiago por tierra.

Entre el 22 y el 26 de junio de 1898, los 17.000 hombres del V Ejército de los Estados Unidos, con el apoyo del fuego de los cañones de gran calibre de la US Navy y de los guerrilleros cubanos, desembarca en las playas de Daiquiri y Siboney, en la costa Sureste de Cuba a pocos kilómetros de Santiago de Cuba.

El V Ejército de los EEUU se componía de dos divisiones de infantería, una división de infantería, una brigada independiente, dos baterías de artillería de cuatro cañones cada una y de varias secciones de ametralladoras Gatling, último grito de la tecnología armamentística de la época.

Tras los primeros combates entre defensores y atacantes, el general de división español Arsenio Linares, que mandaba la zona de operaciones del Sureste de Cuba, decide replegarse y defender la plaza de Santiago de Cuba desde los altos de los montes que rodean la ciudad de Santiago.

A su subordinado directo, el general de brigada Joaquín Vara de Rey, le asigna una columna de 527 hombres y le ordena defender la aldea de El Caney. Se trataba de una pequeña aldea fortificada, de alta importancia estratégica debido a estar en un cruce de caminos y cerca de un acueducto que suministraba agua potable a la ciudad.

El asalto

Vara de Rey se dirige a la aldea y, enseguida, se da cuenta de que el fuerte de piedra y las pequeñas casamatas de madera que constituyen su fortificación no resistirán el impacto de las granadas de la artillería norteamericana. Ordena cavar trincheras, levantar parapetos, colocar alambradas, abrir aspilleras en las paredes de las casas, establecer líneas telefónicas entre todos los puestos y, finalmente organiza ejercicios de movimiento y repliegue para mejorar la coordinación de los defensores.

A las 06.30 del día 1 de julio de 1898, las cuatro piezas de una batería de artillería norteamericana abren fuego y comienzan a batir las defensas españolas en El Caney, para provocar el mayor desgaste posible al enemigo, antes de iniciar el asalto por parte de las tropas de infantería estadounidenses.

Al oír las primeras explosiones, los 527 hombres de Vara de Rey corren a ocupar sus posiciones. Serán unos 300 soldados españoles encarados hacia el Noreste y otros 200 hacia el Sur. Tendrán que hacer frente a los 6.500 hombres de la Primera División de Infantería del V Ejército de los Estados Unidos. Uno contra doce.

En cuba | ARCHIVO HISTÓRICO. HEMEROTECA DIARIO DE IBIZA.

Monumento a Vara de Rey / texto José M. Prats Marí

A las ocho de la mañana, la tercera de las tres brigadas que integran la Primera División de infantería del V Ejército USA se encuentra ya a 600 metros al Noreste del pueblo e inicia el asalto. De pronto, frente a ellos, una hilera de sombreros de paja emerge del suelo, suenan disparos y los sombreros vuelven a desaparecer. Se producen las primeras bajas entre los asaltantes. Los soldados norteamericanos se echan cuerpo a tierra y quedan clavados al suelo, incapaces de seguir avanzando. A intervalos de un minuto, los sombreros de paja aparecen y desaparecen, mientras sus disparos continúan produciendo bajas entre los norteamericanos.

El general que los manda, Chaffe, no sale de su asombro. Pero su incredulidad es aún mayor cuando distingue a un señor mayor, de larga barba blanca, que se pasea espada en mano y agitando el sombrero, entre las líneas españolas, desafiando las balas norteamericanas mientras arengaba a sus soldados.

Por el Sur de El Caney atacan los soldados de la primera brigada de esa misma división de infantería y ocurre exactamente lo mismo. ¡Bueno, no exactamente! Uno de los tres regimientos que constituyen esta brigada, al mando del Ludlow, está formada por soldados voluntarios sin apenas experiencia en combate, que entran en pánico al recibir las primeras descargas de los fusiles máuser españoles. Las bajas en esta brigada son también cuantiosas.

A las diez de la mañana, después de tres horas de combate, la situación de los norteamericanos es crítica. Sus oficiales al mando asumen el revés de los defensores de El Caney y ordenan el repliegue de sus tropas hacía un lugar más seguro. Por suerte para ellos, la segunda de las brigadas de esa división había actuado como reserva de las anteriores y todavía no ha entrado en combate. Los 527 defensores españoles han conseguido aguantar el envite de toda una división de infantería del Ejército norteamericano y mantenerla clavada en el suelo durante tres horas. 527 contra más de 6.000.

A las 13 horas el general de división, Lawton, recibe el refuerzo de una cuarta brigada que le envía el comandante en jefe del V Ejército norteamericano, teniente general Shafton, y Lawton decide efectuar un segundo asalto con todas sus fuerzas. Pero antes de lanzar el asalto ordena a sus artilleros que avancen las piezas más cerca al objeto de conseguir mayor precisión sobre los blancos. Los cañones abandonan sus antiguas posiciones, se colocan a 700 metros del fuerte de piedra y comienzan a abrir fuego contra él. Uno de los proyectiles impacta contra la asta de la bandera y cae. Los mandos norteamericanos observan el fuerte con sus prismáticos, se dan cuenta de que no hay movimiento por parte de los españoles y sospechan que ha llegado la hora del asalto final. Acercan las ametralladoras Gatling y éstas comienzan a barrer las posiciones españolas.

Alrededor de las 14 horas, las tres brigadas de la primera división de infantería USA más la cuarta brigada independiente de refuerzo, se lanzan al asalto. Pasaban de las 14.30 cuando los norteamericanos consiguieron, por fin, abrir brecha entre las líneas españolas. Los soldados españoles retrocedían y retrocedían, pero no se rendían, arengados por el bravo Vara de Rey. Estaba claro que los norteamericanos iban a pagar caro cada metro que los españoles cediesen. La oposición de los soldados de Joaquín Vara de Rey era realmente feroz.

Pero a las 15 horas, las ametralladoras automáticas norteamericanas Gatling barrían la aldea a placer y las balas llegaban ya desde todas direcciones. De pronto, Vara de Rey, que dirigía la defensa desde la plaza del pueblo, es atravesado en ambas piernas por las balas de las Gatling y se desploma.

Así murió Vara de Rey

Contaron los testigos que lo vieron caer que todavía continuó largos minutos dando instrucciones y arengando a los suyos a no cesar el combate. Según uno de los testigos supervivientes de El Caney: «El general se sostuvo herido hasta las cuatro de la tarde, hora en que se suspendió el fuego por unos instantes. Teníamos las trincheras llenas de cadáveres; quedaban sólo 90 hombres, extenuados de fatiga, de hambre y de sed».

Parece ser que fue un proyectil de artillería el que segó definitivamente su vida, y también la de su hermano Antonio, la de su sobrino Alfredo y la de los camilleros que le evacuaban hacia el hospital de Santiago.

Los norteamericanos recogieron su sable, sus espuelas y unos mapas que llevaba plegados en el bolsillo de su guerrera y se los entregaron al general español que mandaba la guarnición española en Santiago para que se los hicieran llegar a su familia. El general de división Lawton, que era quien mandaba la división de infantería que efectuó el asalto a El Caney, dispuso que Joaquín Vara de Rey fuera enterrado con los honores que el código americano reservaba para los héroes.

Los reporteros de guerra que acompañaban al V Ejército de los EEUU relataron lo ocurrido en El Caney en la prensa de sus respectivos países, elogiando la valentía de Vara de Rey. Cuando las noticias llegaron a España y se supo que el héroe del que todo el mundo hablaba era ibicenco… ¡El hecho fue la comidilla de toda la isla!

Al Ayuntamiento le faltó tiempo para dar el pésame a la viuda, y enseguida surgió la iniciativa de erigir un monumento en su honor. Se creó una comisión para recaudar dinero y construir el monumento. La comisión empezó a escribir cartas a distintas instituciones, autoridades, personalidades y ciudadanos de Ibiza y de toda España solicitando donaciones. El día 1 de julio de 1902, tres años después del combate, Diario de Ibiza publicó una lista de donantes. La lista iba encabezada por la Reina regente, que donó mil pesetas, una fortuna para la época. Se vendieron sellos, se organizaron rifas y hasta un ibicenco de nombre José Clapés escribió un libro, cuyos beneficios fueron para el monumento.

Las figuras se encargaron al escultor Eduardo B. Alentorn y el pedestal de hormigón al arquitecto Augusto Font. La leyenda dice que se necesitaron nueve toneladas de bronce para fundir las estatuas, parte del cual se sacó de la fundición de los viejos cañones de avancarga que estaban en las murallas de Ibiza. El monumento fue inaugurado por el rey Alfonso XIII el 25 de abril de 1904. A la ceremonia asistió parte de la familia del héroe. Los restos de Joaquín Vara de Rey Rubio descansan en el cementerio de la Almudena en Madrid.

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