Memoria de la isla: Brujería en Ibiza

Como don Joan Marí Cardona explica en ‘Sant Ofici’, el Alto Tribunal de la Inquisición celebraba todos los años la publicación de l’Edicte de la Fe (1675), documento que recogía toda la casuística imaginable que atentara contra la fe y lo sagrado. Al acto, que tenía lugar en la parroquia de Santa María o en la iglesia del Convento, debía asistir todo el pueblo, que estaba obligado a denunciar, bajo pena de excomunión mayor, a cualquiera que tuviera pacto con el Demonio y practicara brujería.

Catedral de Eivissa. | VICENT MARÍ

Catedral de Eivissa. | VICENT MARÍ / Miguel ángel gonzález

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Entre los siglos XV y XVIII, la caza de brujas fue un fenómeno desgraciado que se dio en toda Europa y que, como ahora se ha sabido, tuvo su origen en el Pirineo catalán. En 1424, se reúnen en la vall d’Àneu los prohombres del lugar con Arnau Roger IV, compte de Pallars, y redactan la primera ley que se conoce para enfrentar «crims molt enormes envers Déu». El documento habla de quienes «van de nit amb les bruixes al Boc de Biterna e aquell prenen per Senyor, fent-li homenatge i, renegant lo nom de Déu, maten los infants petits que lleven del costat de llurs mares i donen gatirnons, buixols i metzines». De aquel entonces es el Llibre de les dones (1460) del médico valenciano Jaume Roig que versifica contra las brujas con manifiesta mala leche: «En la nit bornen / moltes s’apleguen / de Déu reneguen / un boc adoren / totes honoren / la llur caverna / qui’s diu Biterna. / Mengen e beuen / aprés se lleven / per l’ayre volen / i sense obrir portes / entren on volen». Más de mil mujeres acusadas de brujería, convictas bajo tortura, fueron ahorcadas o abrasadas sólo en Cataluña.

Cabe decir que, a pesar de la proximidad geográfica y la vinculación de nuestra isla con el Principado, en Ibiza se dieron pocas causas de brujería y todos ellas con cargos menores que no merecieron la pena mayor, «ser posades al foc e fer polvera del seu cos». Para que el lector se haga una idea de qué iban aquellos procesos, resumo dos. «Un tal Nofre Campos, espardenyer, contà que una nit, quan ja era al llit, de sobte se li va aparèixer una dona nua que entrà pel fumeral, es posà damunt d’ell i l’estrenyia tan fort que el deixà sense alè i va desaparèixer. Aquella dona, anà dies després a la seva casa i li digué que nits abans havien passat bruixes i que ella n’era una, però que no ho repetís a ningú». Más revuelo armó la causa contra Isabet Sala, Toniona. «El seu home, Antoni Tur ‘Ambeu’, va explicar al Tribunal que la seva dona era bruixa, que un dia que havia reprès a la seva dona pel mal comportament que tenía, ella s’havia dirigit al Diable, invocant-lo, i tot d’una davallà un gat negre pel fumeral, mirant-lo de manera amenaçadora, com si volgués tirar-se a la seva cara. Ell aleshores fugí de casa seva».

Viejas leyendas

Joan Castelló Guasch, con rondalles como Es iai endiablat, Sa bruixa de la Mola o Es Bruixot, sitúa la brujería en el ámbito del folklore, de las supersticiones y de las viejas leyendas populares que hablan «del comerç de la dona amb el diable i de pràctiques tenebroses, aquelarres, conjurs diabòlics, encantamens i sortilegis». Comenta que en nuestras islas los hechos de brujería se cuentan por docenas con ingenua credulidad, pero que «no hi ha el menor indici en els antics arxius locals que la Inquisició intervengués en un sol procés de bruixeria». Cuando Castelló hace esta afirmación, Marí Cardona no había publicado Sant Ofici (1990), en base a la documentación de l’Arxiu Històric de la Pabordia de Santa Maria, donde sí aparecen causas de brujería, que no son muchas, es cierto, pero sí significativas. He aquí algunas, con los mismos titulares que Marí Cardona utiliza: Els embruixaments del paraire Josep Ferrer (1627) / Un home que sabia més que el Diable (1630) / Isabet Sala ‘Toniona», acusada de bruixeries (1642) / La bruixa Caterina Cardona ‘Pare Nostro’ (1661) / Les males arts de Mariana Riera (1673) / Procés criminal contra Margarida Rosa Mas per males arts (1698) / Soldats que volien fugir d'Eivissa per art del Dimoni (1741) / Bruixes de la Marina (1775), etc. En lo que sí hace diana Castelló es al afirmar que la Inquisición no tuvo, como es creencia popular, el papel condenatorio y ejecutor que se le atribuye.

Hoy sabemos que, al menos en tierras catalanas, la intervención de los inquisidores salvó de la hoguera a muchas mujeres que eran acusadas con mil oscuros motivos, envidias las más de las veces y, en alguna ocasión, para sacar partido de la denuncia. La salvajada de los procesos irregulares que se hacían, las más de las veces no los ejercía la Inquisición, era cosa del estamento civil, de los poderes locales que cedían con facilidad al fanatismo del populacho que instaba a iniciar diligencias, movido por miedo, superstición y fanatismo. Es sintomático constatar que las supuestas brujas eran casi siempre personas mayores, desvalidas, viudas que casi siempre ejercían de parteras (llevadores) o utilizaban prácticas sanadoras con hierbas y ungüentos (remeieres), cosa que les creó la enemistad de quienes en la época ejercían —siempre hombres— de galenos, apotecarios y sacamuelas.

Mujeres seducidas por el Mal

La gran pregunta que el fenómeno de las brujas plantea es saber por qué se produjo. Parece que tuvieron mucho que ver las circunstancias. Eran años convulsos, oscuros y de miseria, en los que se sucedieron pestes, plagas, malas cosechas, hambrunas y una gran mortalidad infantil. Había que encontrar culpables y sólo podían estar en los poderes demoníacos que actuaban por mediación de aquellas mujeres seducidas por las fuerzas del Mal. Se creía que ajusticiándolas se luchaba contra el Maligno y se alejaban las desgracias. Algo parecía tener aquello, por sus tintes religiosos, como en los tiempos antiguos, de sacrificio a los dioses. El peso del estamento religioso y la estructura social del momento, sin un poder judicial y político fuerte, puede explicar un gran número de casos. Había que cortar el Mal de raíz y aquellas pobres mujeres eran una diana fácil. Es increíble, en todo caso, el poso que aquellos hechos dejaron en nuestro imaginario: la bruja era vieja, malcarada, de nariz ganchuda, mirada torva, desgreñada y sucia. En los cuentos están siempre rodeadas de animales diabólicos y ponzoñosos, serpientes, murciélagos, sapos, lechuzas, cabrones y gatos negros. Un imaginario que llegaba incluso a la infancia en aquella cantinela «plou i fa sol, les bruixes se pentinen…» Y en aquel montar a horcajadas las escobas como las brujas, aunque lo de volar nunca lo conseguimos. 

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