Memoria de la isla: Chicas y chicos de aquellos años

«A las mujeres nos falta el talento creador que Dios ha reservado a las inteligencias varoniles. Nuestra misión sagrada es servir. Nosotras no podemos hacer otra cosa que ayudar a los hombres en todo lo que consiguen con su trabajo y nos dan ya hecho. Dios hizo primero al hombre y luego a la mujer para su ayuda y compañía, como complemento necesario, es decir, como algo útil». ‘Formación Político Social’ (Primer curso de Bachillerato, 1962)

Elmir d’Hory con Ursula Andress. | D.I.

Elmir d’Hory con Ursula Andress. | D.I. / Miguel ángel gonzález

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

En los días que recuerdo —y voy camino ya de los ochenta, ¡qué barbaridad!—, el interés de los chicos por las chicas y, al revés, de las chicas por los chicos, surgía sobre los 12 o 13 años, con manifiesto retraso en relación a los tiempos que vivimos hoy. Sucedía, más o menos, cuando estrenábamos pantalones largos. Antes de entonces, cada quien iba a lo suyo, los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Era cosa de la carpetovetónica educación de aquellos años, de la obtusa mentalidad y lasrancias costumbres de aquel entonces. Incluso en la escuela infantil, entre los 3 y 7 años que era cuando hacíamos la Primera Comunión, las aulas de niños y niñas estaban separadas.

Así era en las monjas de San Vicente de Paul y en La Consolación. Incluso tiempo después, en el Santa María, instituto que entonces estaba en Dalt Vila, aunque compartíamos curso y aula chicos y chicas, ellas se sentaban en sus pupitres, pareadas, de dos en dos, y lo mismo hacíamos los chicos. Compartir chico y chica un mismo banco era impensable, no fuera a ser que… Y la separación seguía en las iglesias. Cuando en el Convento de Santo Domingo, en fechas cuaresmales nos impartían filípicas intimidantes para meternos con calzador en el confesionario, las chicas ocupaban los bancos de la izquierda y nosotros los de la derecha.

Cuando llegó el desmadre de los 60

En aquellos días, 1 y 2 de mayo del 52, nuestros cines, Pereira y Serra, anunciaban’ Fátima en el Año Santo’ junto a ‘Hilda’ y ‘Lo que el viento se llevó’. Un viento que, efectivamente, se llevaba muchísimas cosas. A la isla nos llegaban las suecas, sex-symbols como Raquel Welch y UrsulaAndress. Para entonces, a los chicos nos apuntaba el bigote, las chicas estrenaban sostenes y tacones y entrábamos en los naturales flirteos y primeros bailes, a poder ser ‘agarrados’, en guateques y en aquellos locales que llamábamos boîtes, caso de La Tierra y La Oveja Negra. Y con los 60 llegó el desmadre, el mismo que hoy nos aburre.

Las chicas tenían su mundo y los chicosteníamos el nuestro. Nosotros leíamos los tebeos de El Jabato y El Guerrero del Antifaz y ellas los cuadernillos de Florita y de la Colección Azuzena. Nosotros jugábamos a fer oli, saltar a piola o nos liábamos a cantazos con los chicos de cualquier otro barrio de la Marina, mientras las chicas saltaban a la comba y cantaban «Yo soy la viudita /del conde Laurel / que quiero casarme / y no sé con quién»; o aquello otro de «El cochecito, lerén, me dijo anoche, lerén», sin que, por cierto, nadie supiera qué era aquello de ‘lerén’. Másfrecuente era oírles otra letrilla que fue muy popular: «Tengo una muñeca vestida de azul, con su camisita y su canesú; la saqué a paseo y se constipó, la tengo en la cama con mucho dolor».

Espíritu Nacional

Volviendo a los tiempos que decía del Instituto, los chicos cursábamos con el señor Núñez la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, mientras que las chicas tenían una asignatura paralela, Formación Político Social Femenina, y en un pequeño local de la planta baja, en la entrada del Instituto y justo debajo de la cárcel de mujeres, les enseñaban corte y confección, (costura), el deber que tenían de buscar un marido como Dios manda y cumplir su principal misión en la vida, parir niños y educarlos para que pudieran ir, como íbamos todos, ‘por el Imperio hacia Dios’. Eran ideales supuestamente sagrados que tutelaba la Sección Femenina de la Falange y que repetían los mamotretos falangistas de aquellos años con textos como el que recojo:«LaSección Femenina de la Falange tiene por objeto unir a todas las mujeres españolas en el sentimiento ardiente de servicio a la Patria sobre los Principios del Régimen y del Nacional Sindicalismo, siendo su finalidad preparar a la mujer para que, generosa, sacrificada y alegre, pueda ser continuadora de la Raza, madre de una familia católica, patriótica y modélica en todo. Las niñas y jovencitas afiliadas a la Falange Española serán, según la edad, Margaritas, Luceros y Flechas, siendo el emblema de todas la ‘Y’ mayúscula, inicial de Isabel la Católica».

Y la Iglesia, por supuesto, bendecía el mensaje. En papeles de aquellos días leo que el Padre Vicente Franco, profesor de religión, en Teresa, revista de la Sección Femenina, —número de agosto de 1956—, apostillaba que «la mujer española, por educación, tradición y rutina, es católica, apostólica y romana, mientras no se demuestre lo contrario». Años después, la copla nos daría el revés de esta frase con aquella letrilla que en la radio se oía a todas horas: «La española cuando besa es que besa de verdad…». Estábamos ya en los agónicos 50 y las cosas empezaban a cambiar de forma radical y acelerada.

El último coletazo de aquel casposo nacionalcatolicismo fue el Congreso Eucarístico que se celebró en Barcelona, con paralelo homenaje del Ejército Español a la Eucaristía que presidió Franco, el Generalísimo, al que enfáticamente llamábamos Caudillo como en los tiempos de Viriato. Al Congreso asistieron 300 arzobispos, 15.000 sacerdotes y se administraron medio millón de comuniones, circunstancia que aprovechó un rotativo irreverente —naturalmente multado— que llamó al evento ‘Olimpiada de la Hostia’. Lo cierto es que ni los carteristas disfrazados de presbíteros ni las fotografías de cierto obispo en un cabaret de las Ramblas restaron brillo al evento.

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