Las piedras sagradas de Cap des Llibrell

Las grandes rocas que se levantan en el acantilado sur del cabo entre Cala Llonga y salt d'en Serrà podrían haber sido uno de los motivos de que los fenicios eligieran el lugar para fundar un santuario

La niebla envuelve las tres grandes rocas de cap des Llibrell.

La niebla envuelve las tres grandes rocas de cap des Llibrell. / CAT

Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

Los arqueólogos denominan betilo a una gran piedra erguida, un hito, que señala el emplazamiento de un lugar dedicado a alguna divinidad. En algunas culturas también hacía referencia a los restos de algún meteorito. El término, en definitiva y en trazos generales, alude a una gran piedra sagrada. Y procede del griego baitulus y del semítico beth-el, que significa templo de dios.

En es cap des Llibrell, el imponente cabo que se encuentra entre Salt d’en Serrà (sòl d'en Serra) y Cala Llonga, no hay uno sino tres betilos, tres grandes rocas como menhires que se aprecian grandiosas desde el mar y que podrían haber sido el motivo por el cual los fenicios escogieron el lugar para fundar un santuario.

En este caso, los betilos son tres grandes monolitos naturales de piedra caliza, de tonos claros y matices grises, que resaltan en el acantilado sur de cap des Llibrell. Desde la cala, las rocas ofrecen una singularidad remarcable a la silueta de la montaña. Sin embargo, en ese perfil observado desde Salt d'en Serrà se distinguen sólamente dos ‘betilos’, y ese es el número que figura en la mayor parte de la información que puede encontrarse tanto del cabo como del yacimiento. Desde el mar, la perspectiva cambia, las rocas resultan más impresionantes si cabe y puede distinguirse una tercera formación que se ocultaba detrás de la roca que se halla más arriba, aunque es menos elevada y, por tanto, menos espectacular.

Dos o tres, lo cierto es que estos monolitos de roca caliza a medio acantilado se suman a la amplia panorámica de la isla que ofrece el lugar para explicar la elección del emplazamiento como santuario. Un santuario en el que se ofrecían sacrificios de animales y sobre el que incluso se ha especulado que podría haber acogido también sacrificios humanos, aunque no se ha encontrado prueba alguna de ello. Se conserva —en la colección del Museu Arqueològic d’Ibiza i Formentera— parte del altar, fragmentado en varias piezas y con dos de ellas representando dos cabezas de león, datadas entre los siglos III-II antes de Cristo.

Tanit

Estos leones son una de las pistas que apuntan a que el templo estaba dedicado a la diosa Tanit, ya que este felino es habitual en la iconografía de la diosa cartaginesa, que puede aparecer, en su carácter más guerrero, representada a lomos de un león o con cabeza de león; en el Museo Nacional del Bardo, en Túnez, se exhibe una Tanit con cabeza de leona, junto a una estatua de su consorte, el dios Baal Hammon, y varias estelas del símbolo de la diosa con signos astrales. En el yacimiento de cap des Llibrell se hallaron, asimismo, diversas lucernas que eran, posiblemente, «ofrendas votivas», según puede leerse en el apartado sobre las funciones de los edificios del informe realizado por el arqueólogo Joan Ramón Torres sobre el recinto púnico de cap des Llibrell. Por otra parte, se considera que el santuario funcionó hasta la época romana imperial; al parecer, sobre sus restos se erigió otro lugar sagrado que fue usado hasta el siglo III después de Cristo.

Cuatro décadas

El yacimiento de cap des Llibrell no fue excavado hasta el año 1984, después de que varias personas comunicaran a arqueólogos de la isla que en el acantilado había restos de construcciones y también de cerámica que valdría la pena estudiar

En la península de es cap des Llibrell existen dos cimas, es Puig de ses Torretes y es Puig des Castellar. Al parecer, el nombre más antiguo, que lo englobaba todo, era el segundo, que hoy ha quedado limitado a la cima más baja. Y aunque es fácil establecer la conexión entre el nombre del primero de ellos y las grandes rocas calizas, los gigantes del acantilado, el experto en toponimia Enric Ribas advierte que tampoco aquí hay ninguna referencia histórica que lo pruebe.

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