Imaginario de Ibiza

Imaginario de Ibiza: Catarsis en la Punta de ses Portes

El idílico paraje que forma la costa recortada por los canteros del siglo XVI y el rosario de islotes que apunta hacia es Freus constituye un enclave excepcional para proporcionar alivio a heridas invisibles

Varadero en la Punta 
de ses Portes. / X.P.

Varadero en la Punta de ses Portes. / X.P.

Xescu Prats

Xescu Prats

La naturaleza no es un lujo, sino una necesidad del espíritu humano, tan vital como el agua o el buen pan (Edward Abbey).

Los antiguos griegos definían catarsis como una purificación ritual de las personas y, a menudo, la asociaban a los efectos liberadores que el espectáculo teatral de la tragedia ejercía sobre el espectador. Éste, a través de la contemplación del horror padecido por los actores, liberaba su alma de las tensiones que le afectaban.

En Madrid existe un espectáculo llamado ‘La Katarsis del Tomatazo’, que acaba de cumplir treinta años en cartelera y que interpretan actores y actrices en formación de la Escuela de Interpretación de Cristina Rota. Lo dirige María Botto y tiene lugar en la Sala Mirador, donde, a modo de cabaret, se suceden una serie de números cortos de comedia, baile y otras disciplinas, para que artistas y público purguen sus emociones a la manera de los antiguos griegos. Si el espectáculo gusta, el artista recibe la correspondiente salva de aplausos, pero, si sucede al contrario, el público dispone de un puñado de tomates maduros para arrojárselos sin contemplaciones al aspirante a rapsoda.

De vez en cuando, los histriones abandonan el escenario salpicados de fruta, pero la realidad es que el espectáculo suele ser excelente y casi siempre se retiran de las tablas sin mácula y entre aplausos. La compañía, recientemente, ha decidido sustituir los tomates reales por otros ficticios, en aras de la sostenibilidad. Me parece un error, pues la purificación del espíritu constituye un fin lo suficientemente loable como para justificar el dispendio. En cualquier caso, estoy convencido de que el espectáculo sigue mereciendo la pena.

Más allá del tomatazo al semejante, existen otras muchas vías de experimentar una catarsis purificadora que nos congracie con nosotros mismos, a la manera de los antiguos griegos. Unos emprenden el Camino de Santiago y otros escalan montañas, corren maratones, practican yoga o se someten a terapias de salud y belleza para obtener cierta ilusión de rejuvenecimiento.

En Ibiza tenemos la suerte de que la catarsis nos sale gratis. Si nos sentimos estresados, tristes o preocupados, podemos asomarnos a es Vedrà, a Tagomago o a los islotes de poniente, contemplar la puesta de sol sobre los estaques de ses Salines, salir a pescar con la caña o darnos un baño bajo la luz de la Luna en cualquier playa solitaria. Cada ibicenco posee su propio ritual, aunque tal vez nunca se lo haya planteado como tal.

Uno de los más efectivos aguarda en la costa recortada de sa Punta de ses Portes, allá donde los constructores de las murallas de Ibiza enviaron a sus canteros para recortar bloques de arenisca, más maleable que la piedra viva que sostiene la mayor parte de sus lienzos. Con ellos daban forma a los afilados vértices de los baluartes y a otras zonas especialmente laboriosas del recinto monumental.

Las puertas de los poetas

El choque de corrientes que separa Ibiza y Formentera, y que los lugareños conocemos como es Freus, los antiguos poetas árabes lo definían como Al Abwab, que significa «las puertas». En el cabo que hereda este nombre, coronando el leve altiplano donde se sitúa la vieja cantera, se halla también la torre de ses Portes, al menos dos siglos más antigua que las del XVIII que rodean la costa pitiusa, aunque en esa misma época fue reconstruida. En un principio protegía a los pescadores de una almadraba cercana y también formó parte del sistema defensivo de las salinas.  

Aquellos antiguos trabajos componen en este cabo que cierra Ibiza por el sur un paisaje insólito donde la claridad del marès, casi nívea, se encuentra con los turquesas y esmeraldas que adquiere el mar en la orilla y las maderas envejecidas, carcomidas por el salitre, de los varaderos encallados en la roca.

La catarsis comienza con la observación de dicho contraste, para alejar después la vista hacia los islotes alineados en dirección a es Freus y Formentera. Parecen un camino de piedras plantado por los dioses griegos para señalar el rumbo al paraíso. Imposible no experimentar mejoría.

El choque de corrientes que separa Ibiza y Formentera, y que los lugareños conocemos como es Freus, los antiguos poetas árabes lo definían como Al Abwab, que significa «las puertas». En el cabo que hereda este nombre, coronando el leve altiplano donde se sitúa la vieja cantera, se halla también la torre de ses Portes, al menos dos siglos más antigua que las del XVIII que rodean la costa pitiusa, aunque en esa misma época fue reconstruida. En un principio protegía a los pescadores de una almadraba cercana y también formó parte del sistema defensivo de las salinas.

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