Epílogo y guiño al futuro

Apostando esperanzado por el futuro, con el talentoso y versátil músico ibicenco Andrés Coll, cierro esta serie dominical que ha durado justo un año

También es miembro de Sa Colla de Vila. | FERNANDO MONGE

También es miembro de Sa Colla de Vila. | FERNANDO MONGE / julio herranz

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar... Pues sí, don Antonio, Machado: también pasaron, claro, las 50 entregas semanales de ‘Cuando Ibiza era otra fiesta’, una serie en la que he evocado figuras de la cultura de estas islas que aprecié cuando ejercía el periodismo activo. Pero una agradable casualidad me ha hecho conocer a un músico ibicenco realmente llamativo por su talento y versatilidad, Andrés Coll; circunstancia que me sirve de pretexto para no creer al pie de la letra en aquello de Manrique de que Cualquier tiempo pasado fue mejor. Depende. Y hacer así, con su feliz ejemplo, una apuesta esperanzada en el futuro cultural creativo de Ibiza. Un ejemplo, casual, ya digo. Y si tuviera más ganas y energía para buscar, podría hacer otra serie hacia el mañana. Pero mi tiempo vital es, claro, cada vez más escaso y delicado (aquel infarto y otros riesgos); y, además, esa tarea le corresponde más bien, a colegas en activo, ellas y ellos; que sigue habiéndolos buenos. Así que por mi parte, termino aquí la iniciativa nostálgica agradeciendo al lector su complicidad y ánimos. Ha sido un placer.

Pero antes de presentar a Andrés, voy a responder a una pregunta que me han hecho a menudo sobre mis criterios de selección de los protagonistas de la serie: el principal, desde luego, ha sido su calidad artística y humana. Además, aunque al principio toqué creadores aún en activo, pronto me decanté por figuras ya idas. Porque me resultaron más fácil de seleccionar sin tener que dar explicaciones, y porque, al estar ya muertas, su obra estaba ya cerrada y podía así valorar en conjunto su trayectoria; siempre, eso sí, desde mi punto de vista subjetivo. Vamos, mojándome en la valoración de la galería de artistas que desfilaron por esta serie, que ha durado justo un año.

Conocí físicamente a Andrés Coll en abril, durante la presentación del estupendo documental de Eva Santamaría ‘Ibiza, entre palabras, versos y canciones’; en el que ambos salíamos. Ya me habían hablado algo de él y había visto algún vídeo de sus cosas, en solitario o con su grupo, Andrés Coll Odyssey. Llamándome gratamente la atención por su calidad y vitalidad arrolladora. Así que le felicité y tal, charlamos en un aparte y quedamos en hacer algo juntos si la ocasión nos era propicia. Y así, rumiando por mi parte, se me ocurrió cerrar con él esta serie. Pero no con una entrevista al uso, que para eso, ya digo, están los colegas en activo; sino a través de pinceladas sueltas para dar al lector una impresión personal sobre este singular músico ibicenco de tan sólo 23 años, que por su madurez creativa se diría que tiene más.

Por ejemplo: su afición por la música le viene por el piano de su hermana, que le dio por toquetearlo a los tres o cuatro años: «Ahí empecé a hacer alguna melodía improvisada de la que aún me acuerdo. Todo muy simple, claro», me apuntó sonriendo. En cuanto a su gusto por la música payesa, el inductor fue un amigo que le llevó a ver una ballada de pou cuando tenía nueve años: «Enseguida que la vi me dije que quería estar ahí». Se trataba de la Colla de Vila, donde sigue participando: «Ahora toco las castañuelas, el tamborí y la flauta, la xeremia, que fabrico con cañas de casa». Y otro salto: con unos trece años empezó a estudiar percusión en Can Ventosa: «Y cuando tuve cierto nivel entré en la Banda Sinfónica; lo que me ayudó bastante a evolucionar».

Pero el avance más osado de Andrés Coll ha sido entrar en el mundo del jazz, y de la mano de toda una autoridad de mucho peso, que vive en Ibiza y que es reconocida a nivel internacional como uno de los grandes del free jazz, Joachim Kühn. Ya había oído hablar de él cuando coincidieron, como público, en un concierto de jazz. Y ni corto ni perezoso va y le propone que le gustaría tocar con él. Supongo que al gran músico alemán le haría gracia la idea y le dijo que sí. «Pero justo una semana después vino la pandemia y se paró todo por un tiempo. Y ya en septiembre, cuando estaba algo mejor la cosa, le llamé, quedamos y desde el primer día ya saltó una química total entre los dos. Y eso que yo nunca había tocado free jazz; y menos de tan alto nivel. Así que a la semana siguiente hicimos otra sesión, ya con mi marimba, y fue aún mejor. Hicimos un CD para nosotros y a partir de ahí hemos hecho varios proyectos». Como la extraordinaria velada de despedida de Kühn, con Andrés Coll de invitado especial,que tuvo lugar el sábado 22 en el auditorio de Es Caló de s’Oli.

Una gran oportunidad

Todo un golpe de suerte y una gran oportunidad profesional para el joven músico ibicenco, ya que le permitió formar un grupo, el mencionado Andrés Coll Odyssey, en el que tocan tres músicos de larga experiencia del grupo que acompaña usualmente a Joachim Kühn: Majid Bekkas (guembri, voz y kalimba), Mateusz Smoczynski (violín y violín barítono) y Ramón López (batería y tabla). Con ellos, se presentó en la pasada edición del Festival de Jazz de Ibiza, con una actuación de notable calidad y celebrada por el público asistente, entre el que no estuve, por pereza más bien. El dichoso covid me quitó las ganas de moverme mucho. Aunque, afortunadamente, vi el vídeo de la actuación y me gustó mucho. Como otro de una velada en Formentera; y algo más de su participación con el grupo hace poco en el polaco Enter Music Festival. Y como invitado de Baldo Martínez, Andrés Coll ha actuado recientemente en el prestigioso Festival de Jazz de Vitoria. Es decir, que el mozo va lanzado en pos de su ambición musical y parece tener claras las ideas acerca de lo que le interesa, busca y llama su atención. Sin cortarse un pelo y sin temor a equivocarse por algún tipo de precipitación a la hora de seguir avanzando en su carrera artística.

Así me lo dejó saber en la larga charla que tuve con él al respecto: «Me gusta dejarles libertad a cada uno. Son músicos muy expertos. Así que en el grupo somos más bien cuatro colegas que se conocen y se respetan». Y en cuanto a lo que tocan, hay muchas piezas que compone el propio Coll: «Música que me sale de las entrañas, inspirada en parte en la música ibicenca, pero también en el folklore de África, de Europa del Este, del vanguardismo y de compositores que me han influenciado como Bela Bartok o Debussy. Al final, la música que uno hace es un reflejo de su vida. Y en la mía están los paisajes y las cosas que quiero, así como mi actitud vital».

Un cóctel de propuesta que resulta atractiva al respetable: «Lo que yo percibo es que la gente sale bastante motivada de los conciertos, al ver a alguien que está dando todo de sí mismo, sin ningún prejuicio a la hora de expresarme. Con entusiasmo y ganas. Así lo reflejaron, por ejemplo, las críticas del festival de Polonia, que nos ponían mejor que a otros artistas conocidos de allí», me contó orgulloso y sin temor alguno a lo que vendrá: «Para mí lo importante es el ahora, que esté bien lo que hago; y ya veremos cómo van evolucionando las cosas. No tengo miedo a equivocarme. Pase lo que pase, hay que seguir adelante; con estoicismo incluso. Al final, la música que hago y quiero hacer es como la filosofía de Séneca, de Marco Aurelio o como las casas que construía aquí Blakstad. Es decir, soy un producto mediterráneo, que llevo encima todas las raíces culturales que ha tenido nuestro viejo mar». Toma ya desparpajo reflexivo cultureta el de este ibicenco tan joven y ambicioso, en el mejor sentido de la expresión. Suerte, artista; y que los dioses viejos de tu querida isla te asistan en tu prometedora singladura.

Suscríbete para seguir leyendo