Imaginario de Ibiza: Cala Recuita y el rescate de los cautivos

El libro ‘Galiotes! Una batalla oblidada’ revela cómo se realizaban los rescates de ibicencos cautivos por corsarios enemigos en una rada abrupta del Parque Natural de ses Salines.

El enclave donde se negociaba 
el rescate de los esclavos. x.p.

El enclave donde se negociaba el rescate de los esclavos. x.p. / xescu prats

Un esclavo es aquel que espera a que alguien venga a liberarlo

Ezra Pound

Cuando uno se dedica a escribir sobre los rincones de Ibiza y ya acumula muchas páginas a cuestas, resulta cada vez más difícil encontrar nuevos lugares, quedando sólo por explorar una parte de los más recónditos y aislados. Son emplazamientos que han estado ahí durante años, esperando a que se presente la ocasión de acudir a conocerlos, o que por casualidad irrumpen de la nada, atravesando el más puro desconocimiento y empujándote a agarrar la mochila y retomar el camino.

Algo así ocurrió durante la lectura del libro ‘Galiotes! Una batalla oblidada’ (AMCEF, 2023), coordinado por Antonio Ferrer Abárzuza y redactado por él mismo, junto con Antonio Espino, Marcus H. Hermanns y Antoni Tur Torres. En él se describe una insólita y feroz batalla naval entre siete galeras genovesas a las órdenes de la Corona española y dos galeotas corsarias de origen turco, de dimensiones más modestas. En el transcurso de una tempestad, una escuadra de navíos italianos se refugió en la bahía de Portmany cuando navegaban rumbo a Cartagena. Mientras accedían al puerto, el gobernador de Ibiza, Alonso de Sanoguera, sustituto de su hermano Fernando, cuyo nombre figura en la inscripción en piedra de 1585 que corona el Portal de ses Taules, negociaba con corsarios enemigos la liberación de un cautivo apresado en la costa ibicenca.

El libro describe con detalle y rigor histórico cómo los rescates de ibicencos que habían sido secuestrados por turcos y berberiscos se negociaban en un punto específico del litoral, denominado Cala Corsa o Cursa, que hoy conocemos como Cala Recuita. Se halla en un punto más o menos equidistante entre la Xanga y es Cavallet, a los pies de es Puig des Corb Marí. Enric Ribes afirma que el topónimo primitivo tiene su origen en las palabras cors o corsari y el trabajo impulsado por Ferrer Abárzuza recoge otros textos relacionados con el enclave, como éste de Manuel Abad y Lasierra, primer obispo de Ibiza: «La Cala d’en Corsa es lugar donde se pueden esconder nueve o diez buques pequeños; para descubrirlos es preciso arrimarse sobre la misma cala. Con el viento Este y Sud-Este no se puede estar». Se subraya, además, que aparece como Cala Cursa en el mapa de las Pitiusas atribuido a Giovanni Battista Calvi, arquitecto de las murallas.

Corsarios turcos y berberiscos

Los corsarios turcos y berberiscos solían iniciar sus campañas en primavera y, entre ataque y ataque, se refugiaban en Formentera, entonces desploblada, o en s’Espalmador. Si aún tenían muchos meses por delante, en lugar de llevarse a los cautivos para venderlos en los mercados de esclavos del Magreb, preferían negociar con ellos con el Gobernador de Ibiza, obteniendo un rescate elevado o más modesto según el estatus social de la víctima.

En aquella ocasión, se acudió a Cala Corsa para entablar negociaciones por un solo cautivo, de nombre desconocido. El gobernador, aprovechando la presencia de las goletas genovesas, mandó avisarlas para que atacaran a los corsarios y dilató los parlamentos hasta darles tiempo a llegar. Cuando por fin aparecieron siete de las naves italianas, las galeotas huyeron. A la primera le dieron caza cerca de s’Espardell y la hundieron. A bordo viajaba un centenar de remeros cristianos, esclavizados y encadenados a los bancos. En su mayoría perecieron ahogados y docenas de corsarios fueron capturados. Los genoveses también sufrieron bajas y heridos. Sin embargo, la segunda galeota, aun estando en minoría, logró huir y nunca más se supo del ibicenco capturado.

El libro, de obligada lectura, no solo profundiza en los detalles de esta trágica aventura, sino que la vincula con hallazgos arqueológicos submarinos en aguas pitiusas, el imán que representaba la presencia de ses Salines, el contexto histórico en el Mediterráneo y los protocolos relacionados con el rescate de esclavos.

Pasear hasta Cala Recuita, a pesar de que implica atravesar un paisaje abrupto, de tránsito difícil y pronunciados desniveles, permite rememorar la épica a la que se veían abocados aquellos ibicencos y gozar con la mar de islotes que se alinean en el horizonte, a partir de la Punta de ses Portes.

Tierra de nadie

Cala Corso, ahora Cala Recuita, era un enclave idóneo para los corsarios que pretendían negociar un rescate por sus cautivos. Podían refugiarse en ella, con la invisibilidad que proporcionaban los acantilados, a salvo de la artillería de las torres de defensa, vigilar las murallas desde un extremo y salir huyendo hacia s’Espalmador en un santiamén. 

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