Arturo Ramos, un médico de pueblo

Hace unos 60 años que Arturo Ramos, que fue médico de Sant Antoni, llegó a Ibiza para el servicio militar. Enseguida se enamoró de la isla, donde su dedicación le hizo ganarse el cariño de la gente.

Toni Escandell Tur

Toni Escandell Tur

Este reportaje fue publicado en Diario de Ibiza el 28 de enero de 2024, antes del fallecimiento de Arturo Ramos

Así es como a veces se sentía un profesional sanitario en la época en la que Arturo Ramos García (Palencia, 22 de enero de 1936) ejerció de médico de familia en Sant Antoni y los pueblos adyacentes: solo ante el peligro, «como Gary Cooper». «Médico de pueblo» es el término con el que él se siente más identificado, explica desde el sillón de su casa, donde recibe a este diario junto con su mujer Tomasa García y su hija, Eva Ramos. La gente del pueblo le llamaba don Arturo.

Solo ante el peligro

Ramos siempre ha amado su profesión y destaca lo bien acogido que se ha sentido desde el principio por la isla y sus pacientes. Aunque no todo ha sido un camino de rosas, evidentemente. En la vida de todo médico hay malos ratos: «Digo que uno estaba solo ante el peligro porque no había hospital ni nada. No tenías en qué apoyarte, tenías que decidir tú y nadie es tan listo como para saber todo. Te encontrabas con casos que hoy día son mucho más fáciles de resolver por la técnica y los medios que hay».

En septiembre se cumplieron 60 años de su llegada a la isla. No buscó ese destino, pero no tardó en enamorarse de Ibiza. Cuenta que, al llegar en barco y ver Dalt Vila, pensó: «Esto es el paraíso terrenal». «Mi llegada a Ibiza fue un poco casual, por no decir que fue el destino lo que me trajo hasta aquí».

Dalt Vila fue lo primero que vio Ramos al llegar a la isla. | MARCELO SASTRE

Dalt Vila fue lo primero que vio Ramos al llegar a la isla. / Marcelo Sastre

En aquel entonces la mili era obligatoria y los universitarios tenían la posibilidad de hacer «tres meses de servicio militar en un verano, tres meses en otro, en un campamento, y luego otros cuatro meses de prácticas».

En Ibiza por casualidad Ramos reconoce que nunca tuvo vocación militar, por lo que no dudó en solicitar ejercer de militar sanitario, una responsabilidad que desde luego no le daban a cualquiera. «Vine de alférez médico a Ibiza. Nos daban opción de elegir el lugar. Yo, por razones académicas, como quería realizar una especialidad, elegí Madrid y en último caso se me ocurrió poner Ibiza. Aquellas afortunadas casualidades me trajeron hasta aquí», relata en conversación con este diario.

Imposible olvidar el día exacto que le cambió la vida: llegó un 1 de septiembre, «con un cielo azul, probablemente tras unos días de lluvia que siempre solía haber por Sant Bartomeu»: «El cielo era luminoso, y entre una cosa y otra, y al tener la ciudad alta enfrente, pensé que había llegado al paraíso terrenal. Vine en un barco que desguazaron al año siguiente».

Sutrayectoria le ha valido el Tanit en 2006 y el Premi Portmany en 2011. | MARCELO SASTRE

Su trayectoria le ha valido el Tanit en 2006 y el Premi Portmany en 2011. / Marcelo Sastre

La luz de Ibiza

De hecho, ya al final de esta conversación con Diario de Ibiza, y de una forma mucho más distendida, retoma el asunto de las primeras impresiones que le despertó aquella isla y explica: «Sinceramente, creo que me enamoré de Ibiza fundamentalmente por la luz, por la luminosidad que tiene». De hecho, nada más llegar pensó que no le importaría quedarse a vivir aquí. Dalt Vila es, precisamente, lo que ve ahora desde una vivienda del puerto de Vila en la que reside junto con su mujer, Tomasa García Vanrell, aunque en aquel entonces la parte alta «era más pura», en palabras de Ramos.

Ramos muestra algunas fotos, prácticamente todas de los años 60, durante la entrevista. | MARCELO SASTRE

Ramos muestra algunas fotos, prácticamente todas de los años 60, durante la entrevista. / Marcelo Sastre

Mudanza a Sant Antoni

Ejerció de médico militar algo más de un mes en Ibiza y luego le destinaron a un destacamento militar de Sant Antoni. El entrevistado se muestra como un nostálgico del Portmany de entonces y se recrea en la descripción de lo que se encontró en este otro punto de la isla: «Era un pueblo de pescadores, de casas bajitas, con una bahía que prácticamente lamía los edificios. La gente era encantadora y siempre me sentí muy acogido en Sant Antoni».

Recuerda que el turismo «era muy agradable», y que los visitantes, de alguna manera, establecían un vínculo con la localidad. No iban allí de vacaciones, sino a pasar el verano. Así, esos veraneantes se convertían, al fin y al cabo, en uno más de la población. Y uno más de sus pacientes, «con los que luego coincidías tomándote una cerveza y los veías al verano siguiente».

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El doctor Arturo, sonriente durante la entrevista con Diario de Ibiza. / Marcelo Sastre

Veraneantes

«Había fundamentalmente dos colonias: una de madrileños, que normalmente vivía por la zona de Cala Gració, y otra de catalanes. Luego también había extranjeros. Era gente que tenía casa en Sant Antoni o que venía a pasar un mes, aproximadamente, al pueblo», recuerda Ramos. En este sentido, añade que en aquel entonces las mejores boutiques de la isla se encontraban en Sant Antoni, así como «las únicas salas de fiesta». Asimismo, «había como mínimo dos galerías de arte en Sant Antoni».

Recordando aquella época, Ramos admite que siente «una enorme pena» por «la transformación» que vivió luego Sant Antoni: «Realmente me echaron. Vivía en el centro y no era nada agradable bajar a la calle y encontrarte con un señor y no saber si tenías que atenderle porque necesitaba ayuda médica o simplemente estaba ebrio perdido».

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Otra fotografía del archivo personal de Ramos, en esta ocasión de una boda en Sant Antoni. / Marcelo Sastre

¿Cómo empezó todo?

Un médico mayor del pueblo («era muy buen profesional y muy buena persona») enfermó y le pidió a Ramos que le sustituyera unos días. «Luego, como estaba muy enfermo, me propuso trabajar juntos los dos. Hacerlo a medias. Y esta es la razón por la cual yo me quedé en Sant Antoni». Lo de considerarse «médico de pueblo» se debe a que en aquel entonces, las visitas, en vez de en un ambulatorio, que no había, se producían en los domicilios particulares. Y es que «solamente había dos o tres clínicas», según recuerda. «Ir a las casas te llevaba a tener una relación más estrecha con la gente, lo cual para mí siempre fue un placer y un regalo».

Tanto es así que llegó un punto en el que vio que tenía que dejar de acudir a bodas, bautizos y comuniones: «No me daba tiempo, porque me invitaban a todas. Siempre me he sentido muy arropado y aprovecho la ocasión para dar las gracias a todo el pueblo de Sant Antoni y a los pueblos limítrofes: Santa Agnès, Sant Mateu y Sant Rafel, que pertenecían también al área donde yo ejercía de médico». Un agradecimiento que repite, de corazón, en otros momentos de la conversación.

No había mucho lugar al descanso. En aquel entonces se estaba «24 horas al servicio de la gente». De hecho, si iba algún día a la playa en Sant Antoni, acababa pasando la consulta a otros bañistas que aprovechaban para preguntarle cuestiones médicas. Sin duda, el médico de familia del pueblo era una institución, una persona de referencia.

Su tío médico

¿Y de dónde le viene esta pasión por la medicina? Porque siempre tuvo muy claro que quería dedicarse a ello. «Quizás pudo influir que el único tío que tenía ya era médico en aquel entonces. Me estimulaba mucho porque era un médico de los de antes, que atendía en varios pueblos, y recuerdo que cobraba en especias, en la Península. Le pagaban en trigo, cebada,cereales... Lo que fuera, pero no en dinero», recuerda.

Tras su etapa en Portmany, la familia de Ramos vivió muchos años en Sant Agustí. Más adelante, pocos años después de jubilarse, fue el turno de la mudanza a Vila. «Mi mujer es Vilera y vinimos aquí. Debemos llevar unos 15 o 16 años viviendo en la ciudad. Me jubilé a los 68 años». Esta semana ha cumplido los 88 y se declara un lector voraz. Además, a la vista está que le gusta el arte. En casa abundan los cuadros, la cultura. En un momento dado, habla de la llegada a Ibiza de los hippies, tan denostados por algunos. «Recuerdo aquello de manera muy positiva, porque realmente los hippies eran gente muy correcta y muy educada. Pienso que no aportaron nada negativo a Ibiza, yo entiendo que aquello abrió la mentalidad de la gente y mi relación con ellos siempre fue muy correcta».

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Otro momento de la entrevista . / Marcelo Sastre

Pacientes famosos

También tuvo a algunos como pacientes. E incluso a personalidades destacadas como la cantante Mari Trini, Íñigo Cavero, que fue ministro, y alguna vez también atendió a Carmen Cervera, conocida como la baronesa Thyssen. Además, al parecer el padre del rey emérito, Juan de Borbón, venía cada verano y en una ocasión requirió de los servicios de Arturo Ramos en su barco, el ‘Giralda’. También tuvo como paciente al pintor Elmyr de Hory. «Todo esto no sucedía porque yo fuese especial, sino porque era el médico que había», señala Ramos humildemente.

Punto de cultura y modernidad

«En la bahía de Sant Antoni estaban los mejores yates. La vida moderna y un poco intelectual estaba en Sant Antoni. También recuerdo que en la isla en general no había pobres. Eso de ver la gente tirada que hay ahora por la calle ni se podía concebir», explica. Con todas estas vivencias, y tras tantos años en Portmany, el médico, que nació en Capillas (un pueblo pequeñito de Palencia) y estudió la carrera en Valladolid (el segundo lugar donde ha vivido más tiempo), lógicamente ya se considera más portmanyí que otra cosa. «Estoy viviendo en el sitio que yo hubiese elegido para vivir. Tengo a toda mi familia aquí». Tres hijos, seis nietos y dos bisnietas.

Álbum de fotos de los 60

En un momento dado, muestra diferentes imágenes, principalmente de los años 60, en las que aparece con su mujer, conocidos, amigos y familiares. Hay alguna que otra en la que él aparece en Cala Gració. «Esta otra imagen es en casa de unos amigos de Sant Antoni, y detrás se ve la tele, cuando todavía se les podía poner la bailarina encima [ríe]», cuenta mientras va mostrando otras instantáneas y recordando momentos.

También señala una imagen en la que aparece «un bailarín y una señora que tenía una boutique en Sant Antoni y que era una institución». En otra, aparece el mencionado bailarín con su mujer, unos amigos y Arturo Ramos. «Debíamos estar en una boda o en guateque». También hay una foto con su mujer en el campo de Sant Rafel («si salgo con mi esposa, es a partir del 67, el año en el que ella apareció en mi vida; y nos casamos en el 68»). «Esta otra es del día de mi boda, y salgo con mi hermana Mari, que ahora tiene 86 años. Todavía me quedan ella y otra hermana que el día de Sant Antoni cumplió 100 años. Mi mujer y yo nos casamos en la ciudad alta». También hay imagen grupal de otra boda.

Anécdotas de médico

Por otra parte, es evidente que Ramos, después de tantos años dedicado a la gente, tiene cantidad de anécdotas por contar. Una vez un paciente con dolor de rodilla sólo quería subirse el pantalón de la pierna mala. Era la única que se había lavado.

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Otro momento de la entrevista con este diario en el salón de la casa en la que vive junto con su mujer en la ciudad de Ibiza. / Marcelo Sastre

En otra ocasión, a un cura le pareció ver que un muerto se movía. «Normalmente cuando te llamaban para ir a una casa de campo y no te metían mucha prisa, significaba que el paciente había fallecido y era un poco para justificar que el médico le había visto antes de morir. Era una costumbre muy arraigada en Ibiza. Te llevaban en un taxi y en aquel entonces en Sant Antoni había pocos. Para ahorrarse viajes, te llevaban a ti y al cura en el mismo». Aunque, en un momento dado, el religioso prefirió continuar el camino a pie, mientras que Ramos permaneció en el taxi.

«Llegué, entré en la habitación e hice mi diagnóstico. Vi que efectivamente ese señor había muerto. Yo siempre le decía al cura: primero, la ciencia; luego, la religión. Pues me dijo: ¡Don Arturo!, ¡el muerto se mueve! Era simplemente que el cura no se había recuperado del mareo por haber andado tanto y le pareció que el cuerpo se movía». También dio para momentos curiosos la introducción de la Seguridad Social: «Los payeses en Ibiza nunca la habían tenido. La Seguridad Social agraria es relativamente reciente». Así, recuerda que mucha gente decía que 'tot és de franc,' aunque lo pagasen ellos vía impuestos. Tanto es así que en una ocasión una paciente sin dientes preguntó por pasta dentífrica. Todo fuese para aprovechar aquella aparente gratuidad. «La gente estaba acostumbrada a pagar, la sociedad ibicenca no estaba montada en el dólar como ahora. Muchas casas payesas vivían una vida prácticamente de subsistencia».

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Arturo Ramos muestra a Es Diari una fotografía de un encuentro en casa de unos amigos. / Marcelo Sastre

Un cambio acelerado

En este momento de la conversación, Arturo Ramos explica que ha disfrutado mucho leyendo la novela ‘Isla Negra’, ambientada en el siglo XIX, de Toni Montserrat: «Lo que se cuenta en este libro se parece más a la Ibiza que yo me encontré cuando llegué, que a la actual. Piensa que he visto inaugurar la mayor parte de los hoteles de Sant Antoni, he visto todo el proceso de crecimiento,la inmigración de los trabajadores, fundamentalmente andaluces y de Cuenca». «Venían o de La Puebla de Cazalla de Sevilla o de Santa María del Campo Rus de Cuenca. Cuando llegué al pueblo, debía haber dos o tres hoteles», detalla.

De Sant Antoni también recuerda «lo que llamaban El Palacio, un chaletito de dos plantas la mar de bonito», y al que «el agua del mar le llegaba al jardín».

Por otro lado, en el mismo edificio se encontraban, conectadas, su vivienda y su consulta. Era en la calle Balanzat. «Atendía en un primer piso, ya que la gente mayor no era muy dada a aquello de meterse en un ascensor», explica el doctor.

Preguntado por la situación del sistema sanitario, Arturo Ramos destaca que el español «es puntero en Europa» y que Ibiza «tiene una desventaja enorme, que es el precio de la vivienda, lo cual impide venir a muchos profesionales».

Sanidad y profesionales

Eso sí, matiza que, por otra parte, «el trato de los profesionales de la isla es muy próximo y muy amable», y valora que se trata de un lugar en el que «más o menos todos nos conocemos». «Además, ejercer la medicina a día de hoy es mucho más fácil que en mis tiempos, porque antes la medicina era mucho más empírica. Ahora vas y te hacen una resonancia, un TAC, ves las imágenes y demás... En mi época tenías que diagnosticar con lo que la gente llamaba el ojo clínico». Esto quiere decir que, basándose en las experiencias del paciente, se concluía cuál era su problemática médica y se le aplicaba el correspondiente tratamiento.

El gary cooper | FOTOS DE MARCELO SASTRE

Imagen de Cala Gració en los 60. / Marcelo Sastre

Premios

Su trayectoria le ha valido dos galardones: en 2006, el premio Tanit, y en 2011, el premio Portmany. Logros de este tipo sirven para agradecer, de alguna manera, el esfuerzo y el trabajo de las personas distinguidas. Ramos dice que se siente afortunado porque ha tenido mucha suerte, pero sin duda el esfuerzo de uno es imprescindible. «Es una satisfacción muy grande darte cuenta de que la gente a la que por lo menos has intentado ayudar y por la cual te has preocupado durante toda la vida, te lo agradece y te quiere. La mayor satisfacción para un médico es que alguien le dé las gracias. No necesitas más regalos, con esto es suficiente», concluye Ramos, que recuerda con mucho cariño su etapa como médico.

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