Imaginario de Ibiza | Un túnel para sortear las olas en s’Illa des Porcs

Para un farero, probablemente no existiera destino peor que este minúsculo y aislado farallón junto a s’Espalmador. Cuando había tormenta, las olas engullían el islote y penetraban por las ventanas.

El faro de la isla des Porcs.

El faro de la isla des Porcs. / X.P.

La experiencia de la tempestad es siempre abismal. En el intervalo entre el relámpago y el trueno, en cada ocasión tiembla el cuerpo, palpita el corazón.

Pascal Quignard

Me imagino el rictus de inquietud que se les quedaba dibujado en el rostro a los familiares de los fareros del siglo XIX y principios del XX, cuando éstos les comunicaban que acababan de ser destinados a una roca remota del Mediterráneo, con una extensión parecida a la de un campo de fútbol, en un extremo del peligroso paso de es Freus que separa Ibiza y Formentera. Para colmo, aquel lugar se llamaba s’Illa des Porcs; es decir, la Isla de los Puercos.

Ni siquiera un traslado a la cercana Illa des Penjats (Isla de los Ahorcados), al otro lado de este desfiladero marítimo, resultaba tan penoso, por inquietante que fuera su nombre. Aunque pareciera aludir a los tiempos en que los piratas navegaban impunemente por aquellos mares, al menos su extensión era cinco o seis veces más grande. Tal vez algún pequeño de la familia, ante el páramo que se le avecinaba, encontrara en el topónimo un rayo de esperanza y dedujera que allí, al menos, disfrutaría del espectáculo de ver trotar a los puercos por los roquedales. Sin embargo, seguro que en cuanto abría la boca para cerciorarse, recibía una respuesta parecida a ésta: es tan solo un farallón maldito y yermo, que no pueblan ni las ratas.

Hoy recibe indistintamente el nombre de Illa des Porcs e Illa d’en Pou, tal vez en un poco efectivo intento de cambiarle el nombre y de paso rendir homenaje a Emili Pou, el ingeniero que proyectó el faro. Sería una forma de suavizar el impacto a los que allí fueran destinados, al menos desde el punto de vista etimológico, pues ya bastante deprimente debía resultar desde todas las demás perspectivas. El farallón, asimismo, se halla separado de s’Espalmador por unas pocas brazadas de azarosa corriente. Éste, en comparación, parece un continente, con sus playas, su torre de defensa y su vegetación. Tan cerca y tan lejos.

La luminaria comenzó a funcionar en 1864, ocho años después que el de s’Illa des Penjats, que desde el principio se reveló insuficiente para asegurar una navegación sin naufragios. En origen, las viviendas de los fareros estaban situadas en una base cuadrada, con la torre en el centro. Sin embargo, cuando arreciaban los temporales, el islote quedaba sumergido bajo las olas y el agua penetraba por las ventanas de los fareros, como si habitaran un barco que zozobraba en mitad de la tormenta.

A finales del siglo XIX se decide construir una casa aledaña para los torreros y sus familias, separada de la luminaria unas pocas docenas de metros, aunque situada en un punto ligeramente más alto que le confería mayor seguridad. La base cuadrada, cuya huella aún es perceptible, fue demolida, quedando reducida al pie redondo que aún permanece. Lo curioso de aquella obra es que también incorporó un túnel que aún existe y que conecta el hogar con el faro, de forma que los torreros podían moverse de un sitio a otro en mitad de las tormentas, sin ser arrastrados por las olas.

En 1913, cuando dicha vivienda contaba con sólo once años de historia, quedó arrasada por un cap de fibló (tromba marina) que destruyó las cubiertas y hasta los tabiques, dejando únicamente en pie los muros maestros. Los fareros y sus familias salvaron la vida al poderse refugiar en s’Espalmador. Posteriormente fue reconstruida, pero, en 1935, el faro fue automatizado con un mecanismo de gas acetileno, impidiendo que más funcionarios quedasen sometidos a esta condena.

Faro de cuarto orden

Al igual que el cercano de s’Illa des Penjats, el faro des Porcs es de cuarto orden. La torre, que alterna bandas negras y blancas, tiene unos 25 metros de altura, que sumados a la elevación de la roca sobre la que se asienta, sitúa la luminaria a casi 29 metros. Hoy en día se ocupan de su mantenimiento los funcionarios de Ibiza, que se desplazan periódicamente para revisarlo. Tiene un alcance de 28 millas náuticas y lanza grupos de tres más un destello cada 20 segundos. 

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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