Imaginario de Ibiza: Porroig, aquella bahía de otra época

Una vez bajado el telón de la temporada, esta ensenada, envuelta por acantilados, se vacía de embarcaciones y recupera la tranquilidad de antaño

Bahía de Porroig. x.p.

Bahía de Porroig. x.p. / xescu prats

El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce. (Eduard Thomas)

Esta imagen de Porroig tiene tan solo siete u ocho años, pero si se publicara en blanco y negro, con suficiente contraste y aplicando un filtro sepia, pasaría perfectamente por una fotografía de época. Se tomó desde la punta de es Cucó una primavera, antes de que la marabunta de yates apareciera como un goteo constante y ocupara las boyas vacías, previo pago del estipendio determinado por el filibustero que explota dicho negocio desde hace lustros.

Los amarres, desde la distancia, se observan minúsculos, pero su presencia permite intuir lo distinta que habría resultado esta instantánea de haberse capturado en agosto. La fotografía exhibe una cala apacible, con un punto decadente al mismo tiempo. En el centro, la ruina de la caseta del telégrafo, con el techo hundido y las fachadas aún en pie. El cable, que ascendía desde el agua uniendo las 60 millas que distan de Jávea, llegó en 1890 y se convirtió en el tercero de la isla, tras los de Cala Vedella (1860) y Cala Molí (1871). Ya por tierra, mediante postes, enlazaba con la oficina postal de la capital y permaneció operativo hasta que fue cortado durante la Guerra Civil.

A su derecha, algunos de los chalets que, de forma inexplicable, han podido construirse junto al agua. Uno de ellos posee dos plantas y una amplia terraza a la sombra de un tupido árbol. Una valla la separa de las casetas varadero que aguardan a sus pies, y que sí son habituales en multitud de calas ibicencas. Muchas esperan a que sea domingo y sus propietarios y familias las aireen, adecenten y utilicen para guisar paellas, mientras los niños rebuscan piedras planas en la ribera para hacerlas botar sobre la superficie del agua. Aún está demasiado fría para bañarse.

Junto a la ruina del telégrafo, la zona de aparcamiento, vacía, con sólo dos coches, aguardando el regreso de sus propietarios, que probablemente han salido a pescar. En verano, por el contrario, no cabe un alfiler y la saturación de vehículos se propaga hasta el desvío a es Xarco.

Entre el verdor de las copas de los pinos, se asuman múltiples chalets. Esta vegetación contribuye a camuflar ligeramente el exceso de urbanización que se ha permitido en la zona en las últimas décadas. La recalificación que lo hizo posible constituye otro de esos misterios insondables de la Ibiza desarrollista de antaño, cuyos ecos aún padecemos hoy en día. Quien no lo crea así, puede hacer una visitar a Cala Vedella, donde las grúas siguen formando parte del paisaje desde hace décadas.

Destaca, sin herir la vista, el amplio sombrajo de hojas de palma en uno de los refugios marineros del lado de poniente, bajo la carretera que asciende el monte, protegida por una valla alta y casi tan fina como el papel. Siempre parece a punto de desmoronarse, pero ahí sigue. La orilla se mantiene desierta a lo largo de toda su extensión, con cúmulos de posidonia amontonados y varias neumáticas atadas a las traviesas de los varaderos, a veces casco arriba. Incluso pueden apreciarse los restos de un yate varado sobre los escollos, que probablemente arrastraron los temporales de invierno. Una imagen, en definitiva, que refleja la decadencia que siempre ha arrastrado esta cala y lo maravillosa, a pesar de todo, que resulta cuando aún no ha sido invadida.

Más puerto que playa

En los últimos años, gracias al floreciente negocio del alquiler ilegal de amarres, Porroig se transforma todos los veranos en un rústico puerto deportivo casi sin servicios, que colapsa el centro de la bahía y la orilla, provocando tensiones constantes con los pocos bañistas que se acercan hasta aquí. El trasiego de las lanchas auxiliares de los grandes yates que fondean en la zona, para recoger pasajeros, víveres o sacar la basura, ha acabado expulsando a la gente que antes la frecuentaba, buscando, precisamente, una calma que ya no existe. 

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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