Imaginario de Ibiza: Es Canaret, la frustación del nirvana ibicenco

Tagomago, sa Ferradura, la cima de un monte de Corona… Algunos potentados se han empeñado en erigir su versión de Xanadú en el paraíso isleño. Uno de los ejemplos más representativos aguarda en el extremo norte del municipio de Sant Joan

La mansión de Otto en es Canaret.

La mansión de Otto en es Canaret. / X.P.

No hay verdadera felicidad en el egoísmo. (George Sand)

La religión budista define el nirvana como ese estado supremo de felicidad plena que alcanza el alma y que consiste en la incorporación del individuo a la esencia divina, en ausencia total de dolor y deseos. Más allá de la religión, aterrizándolo a las posibilidades reales del hombre actual, tal vez se podría equiparar a ese momento dulce de la vida, que no necesariamente alcanzan todos los individuos y que a menudo identificamos cuando ya ha transcurrido, en que se produce un equilibrio en todas las facetas: el trabajo nos satisface, disfrutamos de una seguridad económica y familiar, tenemos un hogar en el que nos sentimos realizados, disponemos de tiempo libre para gozar y lo hacemos con la compañía elegida, sin renunciar a ciertos espacios de soledad donde alimentar anhelos y aficiones.

A menudo, el hombre poderoso trata de alcanzar esa cúspide vital a través del aislamiento, sorteando la convivencia. Emplea su poder y su dinero para construir un paraíso particular en los confines de la sociedad, donde pueda reinar a su criterio y conveniencia. Uno de los ejemplos más rotundos fue el magnate norteamericano de la prensa William Randolph Hearst, que edificó su propio nirvana, el Castillo Hearst, en lo alto de una colina californiana con vistas al océano Pacífico, dotándolo de un surtido de lujos inconcebible en aquella época. Orson Welles lo retrató magistralmente en ‘Ciudadano Kane’ (1941), rebautizando al personaje como Charles Foster Kane y a su fortaleza como Xanadú.

Salvando las distancias, en Ibiza, a lo largo del último siglo, hemos visto aterrizar a incontables Charles Foster Kane, que han erigido sus particulares Xanadús en lugares tan inverosímiles como s’Illa de sa Ferradura o Tagomago, que aún hoy permanecen inaccesibles para el ibicenco mundano. Incluso hemos visto derribar alguno de estos castillos, como el del músico y productor rumano Michael Cretu en la cima de un monte de Corona. El más representativo, sin embargo, tal vez sea el erigido por el prestigioso arquitecto Germán Rodríguez Arias en la orilla de es Canaret, por encargo del industrial alemán Siegfried Otto.

Otto, que era propietario de una multinacional con sede en Múnich dedicada a la impresión de papel moneda y en la II Guerra Mundial fue capitán del ejército alemán, adquirió su paraíso a un payés y lo modeló con enormes bancales de piedra que caen escalonadamente hasta la abrupta orilla, colmados de jardines y praderas cubiertas de césped, y con filas de varaderos forrados de piedra gris y una torre encalada y almenada, que corona una suerte de baluarte igualmente pétreo, refulgiendo entre roca y verdor.

Desde que se estableció allí, es Canaret también fue conocida como a cala del alemán, pues el potentado empresario dedicó buena parte de sus estancias pitiusas a evitar que los contados bañistas que por allí se prodigaban disfrutaran de una orilla que él consideraba únicamente de su propiedad. Durante años presionó a las autoridades para cerrar pasos y privatizar, de facto, la playa, sin conseguirlo. Incluso se propuso convertir la villa en su propio mausoleo, donde descansar eternamente junto a las aguas turquesas y mansas que bañan su hacienda. Lógicamente, tampoco pudo cumplir este sueño y acabó siendo enterrado en el cementerio de Sant Joan, en 1997.

Otto, en definitiva, acabó arruinando la apacibilidad de su propio paraíso por negarse a compartirlo con alguien más. Incluso me atrevería a aseverar, sin haberlo conocido de nada, que tuvo una existencia triste, en relación a la felicidad potencial que pudo tener a su alcance.

La vida sigue igual

Me escribe un lector que la batalla emprendida por Siegfried Otto contra los bañistas que se empeñaban en acercarse a es Canaret la siguen manteniendo los actuales ocupantes de la finca. Diversos operarios, al parecer, se han dedicado esta temporada a tratar de cortar el paso a los turistas y residentes que se han acercado a la playa, bajo el argumento de que es propiedad privada. Hay cosas que nunca cambian.

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