Imaginario de Ibiza: La Formentera más auténtica

La austeridad del templo, el único que exhibe la desnudez de su piedra, permite rememorar la épica de los ciudadanos de este lugar, que subsistían con grandes dificultades hasta que la industria turística lo cambió todo

La pequeña iglesia de Sant Ferran.

La pequeña iglesia de Sant Ferran. / X.P.

La sencillez y claridad distinguen el lenguaje del hombre de bien (Séneca).

Aquel que sólo ha conocido la Formentera de la abundancia –la de los megayates fondeados frente a es Molí de Sal, las legiones de italianos circulando por las carreteras y una industria turística que ha fomentado la proliferación de hoteles, restaurantes y comercios por doquier–, difícilmente puede imaginar cómo era la vida en esta isla cuando sus moradores solo tenían la pesca, la ganadería y la agricultura de subsistencia para ganarse la vida.

Formentera era una isla ardua y pobre, sobre todo por la escasez de agua, que sometía a sus vecinos a unas condiciones incluso más duras que las que soportaban los ibicencos, hasta que el turismo lo cambió todo y se pasó de la escasez a la riqueza en un santiamén. Pese a producirse aberraciones urbanísticas por el desarrollismo de la época, la isla se conservó notablemente mejor que su vecina. Aun así, van quedando pocos lugares que permitan rememorar ese pasado de austeridad forzosa: algunas zonas de varaderos, ciertos molinos y casas tradicionales, la retícula de muros de piedra seca, las higueras y las chumberas…

Uno de estos lugares es el templo de Sant Ferran, el más sencillo de entre todas las iglesias rurales pitiusas que se erigieron tras el decreto de creación de las parroquias de la Diócesis de Ibiza y Formentera, en 1785. Tan austero resulta este oratorio, que ni siquiera exhibe una fachada enlucida y encalada como ocurre en el resto de templos. Muy al contrario, expone la mampostería que la sostiene en toda su pétrea desnudez, como un cuerpo carente de vestimenta. No se me ocurre otro enclave más icónico que conecte de forma tan directa con ese pasado en el que los habitantes de Formentera eran literalmente héroes de la subsistencia.

Tal vez por esta razón, de manera inconsciente, su plaza acabó siendo adoptada como punto de encuentro por los hippies que se concentraron en la isla en los años sesenta y setenta, impulsando la fama de la Fonda Pepe, donde las veladas transcurrían a golpe de tambor y rasgueo de guitarra. Con los años, esta explanada se ha convertido en escenario de conciertos y festivales, siempre con ese muro desabrigado como telón de fondo, subrayando la omnipresencia de la piedra en esta isla casi yerma.

El templo, aunque su construcción fue planeada a finales del siglo XVIII, no comenzó a levantarse hasta un siglo más tarde, en 1883. Se inauguró en 1889 y es la más pequeña de las tres iglesias parroquiales de la isla (las otras dos son Sant Francesc Xavier y la Mola). Tiene planta de cruz latina, con una capilla a cada lado del presbiterio, y fue declarada bien de interés cultural en 1996.

Constituye una de las visitas imprescindibles de Formentera, precisamente por ese vínculo con el pasado y la oportunidad que ofrece para comprender la evolución de la isla en los últimos sesenta años. En los alrededores, otros lugares para seguir alimentando esta percepción histórica y sociológica, como los embarcaderos de Cala en Baster, la torre de Punta Prima con su paisaje lunar y el antiguo molino de viento d’en Teuet. Otra Formentera se concentra en Sant Ferran y se extiende por el páramo de sus alrededores.

La parroquia más pequeña 

La iglesia de Sant Ferran está situada en la antigua vénda de ses Roques, y abraza las de ses Salines, es Molí-s’Estany y sa Punta. Es la de menor extensión territorial y hoy en día acoge a un tercio de la población local, que vive en parte en el núcleo urbano y también dispersa por los llanos próximos. Tras la reconquista cristiana de Ibiza y los posteriores ataques de los corsarios norteafricanos, la isla quedó deshabitada, hasta iniciarse su repoblación en el siglo XVIII. Se sabe que en aquellos principios solo había 40 casas en todo su territorio y que sus vecinos cultivaban cereales y árboles de secano, que tenían ganado y que el regadío era extraordinariamente escaso, limitándose a los alrededores de los pozos.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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