Cuando Ibiza era otra fiesta: Enrique Fajarnés Cardona, la memoria activa

El reconocido autor de ‘Lo que Ibiza me inspiró’ recibió

en 1997, en su primera convocatoria, uno de los Premis Ramon Llull que concede el Govern balear

Enrique Fajarnés Cardona en los Premis Illes Pitiuses 2001.

Enrique Fajarnés Cardona en los Premis Illes Pitiuses 2001. / julio herranz

Julio Herranz

Julio Herranz

Tanto para los nativos como para los residentes, o para cualquiera que quiera saber de las entretelas de la historia de esta isla del pasado siglo, son muy recomendables las obras de este ilustre autor; especialmente ´Viaje a Ibiza´(1958), ‘La Ibiza de nuestro tiempo’ (1978) y ‘Lo que Ibiza me inspiró´(1985 y 1987; más su revisión y ampliación de 1995). «Su obra tuvo sobre todo un gran tema, la Dalt Vila que ya no volverá y que tan bien retrató en sus rincones y personajes», me apuntó a su muerte el poeta Antonio Colinas, buen amigo de Enrique Fajarnés Cardona (Ibiza, 1918 – 2003), todo un señor de Vila y un caballero ilustrado desde su condición de narrador y poeta, cuyo porte y maneras me recordaban siempre que le entrevistaba a aquello que cantaba María Dolores Pradera: «No se estila, ya sé que no se estila...». Como cuando en octubre de 1997 el Govern le concedió (en su primera edición) un Premi Ramon Llull; un autor al que apreciaba mucho: «Siento admiración por él, pues fue una personalidad humana extraordinaria, un místico viajero; y como escritor, originalísimo. Una personalidad de gran relieve dentro de la cultura medieval europea», valoró el escritor ibicenco, quien también tenía en su haber la Encomienda de Número de Isabel la Católica (1999) y la Medalla de Oro de la Ciudad (2003).

Enrique Fajarnés Cardona en los Premis Illes Pitiuses 2001.

Enrique Fajarnés Cardona en los Premis Illes Pitiuses 2001. / julio herranz

Enrique Fajarnés Cardona nació en el seno de una familia de investigadores, periodistas y buenos oradores. Se licenció en Derecho y cursó estudios de Sociología y Filosofía y Letras. Al acabar la Guerra Civil impartió clases de literatura española en el Instituto de Ibiza. Su obra, escrita principalmente en castellano, consta de centenares de artículos sobre temas literarios, gramaticales y sociológicos publicados en la prensa diaria y en revistas de Baleares. También hizo algunos estudios en catalán sobre la isla a petición de algunas entidades y particulares. Asimismo, publicó tres libros de poesía: ‘Primer cancionero’ (1945), ‘Dos poemas del mar pitiuso’ (1983), ‘Viejos y nuevos poemas’ (1995) y ‘Poesía extranjera en verso castellano’ (1995), en el que reunió sus traducciones de autores europeos. Sus últimas obras en prosa fueron ‘Antes del silencio’(1998), ‘Las cenizas removidas’ (2001) y ‘Pólvora de cañón y otras historias’ (2002).

En junio de 1998, con motivo de la publicación por parte del Consell d’Ibiza de su obra ‘Antes del silencio’, mostró su alegría así: «Decía Menéndez Pidal que las ilusiones son tan necesarias a los viejos como a los jóvenes. Pero yo creo que en cuanto a publicar son más, porque la juventud tiene muchas otras ilusiones por delante, pero a mi edad, pasando los ochenta, es una de las pocas que me quedan, la verdad: poder ver bien editadas mis cosas, como es el caso», precisó, añadiendo que a la hora de valorar el conjunto de su obra, veía a sus libros «como una imagen más bien poética de Ibiza en los últimos decenios del pasado siglo y los primeros del presente; cien años de movilidad lentísima que coinciden con la transformación gigantesca de la isla, al compás de la recuperación europea tras la segunda guerra mundial. Ahora, ya octogenario y con esta obrita conclusa en las manos recuerdo un verso del poema que Antonio Machado enderezó a un viejo poeta de su tiempo: «Tu musa es la más noble, se llama Todavía», recordó.

Reconocimiento a toda una vida

Una memoria bien activa la suya, que a veces le llevaba a evocar a figuras de su propia familia. Como fue el caso de la entrevista que le hice a raíz de la concesión del Ramon Llull, que tanta ilusión le hizo: «Ha sido toda una sorpresa, y una gran satisfacción, como es natural. Además, el premio me ha recordado a mi abuelo paterno, Enrique Fajarnés Tur, que fue médico y vivió y trabajó muchos años en Palma. Investigó mucho sobre historia, demografía, medicina y antropología; llegando a publicar más de cuatrocientos trabajos sobre Mallorca, pues fue director, curiosamente, de un boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana». Una coincidencia que le llevó a pensar «en lo que hubiera dicho mi ilustrado abuelo al enterarse de que, después de más de cien años, su nieto fuera honrado por el gobierno de estas islas con un premio Ramon Llull. Las cosas de la vida. Por eso este recuerdo me llena de emoción y satisfacción».

Un galardón que recibió como un reconocimiento a su labor intelectual de toda una vida: «Yo creo que sí, porque, precisamente, recordaba ayer al respecto que Heidegger escribió que ‘la repetición es el signo más seguro del destino’. Entonces, si es así, no hay duda de que nací marcado por el destino de ser escritor; porque empecé a escribir, con propósito literario, a los 14 años, cuando mi caligrafía todavía era torpe, y sigo haciéndolo todavía a los 79 años, ahora que mi caligrafía vuelve a ser torpe. Pero no pienso jubilarme hasta que Dios lo haga vitalmente».

Aunque de lo que sí me reconoció que se había jubilado en aquel lejano 1997 era de la poesía: «Sí, hace ya mucho tiempo». Sin que se sintiera ya tentado de volver a la lírica tal cual: «Bueno, es que de muchas de las prosas de este libro, ‘Antes del silencio´, se puede decir que son poemas en prosa. Llevan una cierta emoción, la que siempre he puesto en todos mis libros», apuntó el reconocido escritor ibicenco, insistiendo en verse como un autor contemplativo: «Desde luego. Soy un hombre quieto; mi espíritu se orienta mucho más hacia la contemplación que hacia la acción. Una contemplación más bien interior». Actitud (le pregunté) ¿que rechaza la contemplación de la Ibiza de aquel final del siglo XX?: «Hay cosas que no me gustan, pero en general, ha mejorado mucho, porque es una Ibiza más próspera que la de antes. Incluso culturalmente, porque en mis tiempos era un desierto. Se podrían contar con los dedos de una mano las personas que tenían una inquietud intelectual. Ahora vivimos un auténtico florecimiento cultural», aseguró optimista el autor de ‘Lo que Ibiza me inspiró’. Opinión que no sé si compartirían los otros pocos intelectuales de los que era amigo en sus años jóvenes, como Marià Villangómez o Cosme Vidal Lláser, con quienes se entretenía a veces de forma simpática y hasta osada para la época. Me refiero, por ejemplo, al hecho de escribir al alimón algún que otro poema festivo de subido tono. Anécdota que me contó una vez Alejandro Villangómez, hermano del poeta y actor esporádico, al recitar uno de aquello poemas ‘golfos’ en alguna de las lecturas que un grupo de amigos hacíamos en el claustro del Ayuntamiento de Vila para saludar la llegada del verano. Creo recordar que se titulaba ‘Toni, menjem-nos sa truja’. Poema que se pasaba de forma anónima entre la ‘colla’ juvenil de entonces y que (me recuerda un amigo ahora) musicó y grabó mucho después el grupo ibicenco Ressonadors.

Cerraré el capítulo de Enrique Fajarnés Cardona con la opinión que, a su muerte, me dijo Fanny Tur, biblotecaria y archivera de Vila: «De jovencita, cuando estudiaba fuera, ya leía sus obras. Era uno de los mejores prosistas del siglo XX. Lo que hacía entrañable su lectura era el poder de evocación de un tiempo y unos personajes que describía con elegancia, talento y una cierta ironía», matizó, añadiendo que a nivel humano «era una persona abierta y dialogante».

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