Memoria de la isla: La vid y el vino en ibiza

Las primeras vides viníferas pasaron desde Anatolia a Mesopotamia, Egipto y Fenicia. Las gentes de Tiro crearon en el Mediterráneo, desde el primer milenio, toda una red comercial de colonias que muy pronto cultivaron la vid y produjeron mosto. Con ellos, fenicios y púnicos, llegaron las primera cepas a Ibiza. En estas notas, con saltos cronológicos inevitables, vemos qué final tiene el recorrido de la vid en los meritorios caldos que nuestra isla produce, 27 siglos después.

Uvas ibicencas.

Uvas ibicencas. / ARCHIVO MAGÓN

Si los púnicos dejaron vestigios de la vid y del mosto en las ánforas vinarias, en el utillaje doméstico y en los cultivos de viña en trincheras excavadas en la roca que el tiempo no ha podido borrar, los romanos, en una Ibiza que en casi todo siguió siendo púnica, mantuvieron y mejoraron la actividad viticultora como nuestros arqueólogos han sacado a la luz en distintas zonas de la isla. No puede extrañarnos. Todo lo que sabemos del cultivo de la vid en la Antigüedad nos viene de autores romanos. Los 28 libros del Tratado de Agricultura de Magón, del que sólo conservamos fragmentos, fueron traducidos del púnico por autores romanos.

Todos beben de él. Es el caso de Columela, (siglo I dC), que en De re rustica dedica tres libros a la viticultura, a los suelos que dan los mejores vinos, a las técnicas para obtenerlos, a la gestión de los viñedos, formas de emparrado y espaldamiento, etc. Sorprende que al mentar los vinos de las provincias romanas, destaca los de Burdeos, los ibéricos y los baleáricos. Y Plinio el Viejo lo repite: «Los vinos baleáricos pueden compararse con los mejores de Italia (Nat. Hist. 14, 6, 71). Y dado que las Gimnesias (Mallorca y Menorca) no producen vino», como apunta Diodoro, (Hist. Bibl. V, 17), es pitiuso el vino que alaba. La producción de ánforas vinarias en nuestros alfares es indicio de que nuestro mosto se exportaba.

En el siglo III dC, el Imperio hace aguas, la crisis llega a provincias y el agro retrocede en la isla, aunque algunas series anfóricas nos dicen que, a menor escala, el vino se sigue produciendo en las dos siguientes centurias. Con los vándalos quedamos a ciegas, pero con los bizantinos (s. VI), la producción agraria se recupera, también la del vino. Los árabes (902-1235) introducen nuevas técnicas en la agricultura —norias, molinos de agua, acequias, etc—, los establecimientos rurales se multiplican, mejoran las viñas y se elaboran vinos que la Ibiza islámica consume. En este punto conviene deshacer un entuerto que es lugar común: el Corán recrimina la embriaguez, pero no el consumo moderado de vino.

Cuando dice «no os acerquéis ebrios a la oración» (4, 46), reconoce que se empinaba el codo con facilidad. También leemos: «Obtenéis buen alimento de las vides y de sus bebidas fermentadas». (Corán 16, 69. Y en la azora 47, aleya 16 se dice que «en el Paraíso habrá ríos de leche y vino que serán delicia de los bebedores». Al-Zuhri, Al-Himyari y Al-Idrisi, (s. XII y XIII), hablan de las abundantes viñas de la isla y de la exportación de uvas pasas que son de excepcional calidad. También el Liber Maiolichinus (1114) menciona las fértiles viñas de la isla.

La situación en Ibiza empeora tras la conquista catalana de 1235. La despoblación es dramática en el mundo rural y la agricultura se desploma. Tenemos que dar un salto hasta los siglos XIV y XV para ver una relativa recuperación. Las circunstancias siguen siendo adversas y son prioritarios otros cultivos, pero la viña resiste. La mejor información sobre el vino durante los siglos XIV y XV la tenemos en el Llibre del mostassaf d’Eivissa que en extraordinario trabajo nos dio a conocer Antoni Ferrer Abárzuza.

El capítol de taverner habla con detalle de les vinyes, els vinyaters, les tarvernes, les mesures, la venda de vi al major, etc. Una reseña es especialmente significativa: «Els camps —comenta Abárzuza— on els andalusins de Yabisa tenien sembrades la major part de d’aquestes vinyes eren els mateixos que el Llibre de mostassaf d’Ibiza anomena ‘l’horta del castell’, espai avui conegut com ses Feixes». Es sintomático que, no lejos de allí, nuestros arqueólogos dieran con los peculiares viñedos en trinchera de tiempos púnico-ebusitanos que tuvieron cultivo hasta los siglos XVI y XVII. Y no es menos curioso que hayamos conocido aquellos suelos como es Torrent de ses Vinyes, nombre que ha retenido durante siglos el recuerdo de antiguas viñas.

Tiempos convulsos

Las circunstancias que se dan en las dos centurias que siguen no son tampoco para tirar cohetes. Son tiempos convulsos, con epidemias, hambrunas, razias berberiscas y revueltas del campesinado, situaciones, todas ellas, que no facilitan las cosas en el medio rural. El cultivo de la viña y el vino van a menos en una situación que, por lo que vemos, se mantiene cuando en 1867 nos visita el Archiduque Luis Salvador de Austria. Sus comentarios en Las Antiguas Pitiüsas son gráficas y detalladas: «Con frecuencia damos con viñas plantadas perimetralmente en las huertas, a modo de cerca, o sobre entramados dispuestos sobre pilares encalados para formar emparrados a la italiana. Lo común es mantenerlas bajas o dejar que se enreden en árboles secos. Hay uvas negras, blancas y rosadas. En los emparrados abunda una variedad de piel gruesa, muy usada como uva de mesa. El vino se obtiene vertiendo las uvas en grandes cubas, donde son pisadas por los hombres y la pulpa se trata con la prensa. A causa de la enfermedad de la vid, la producción anual apenas llega a 50 barriles, de 465 litros cada uno. Con todo, es un buen vino que se consume en toda la isla. Hay quien afirma que si se cultivaran todos los viñedos existentes, se conseguirían más de 20.000 barriles anuales».

Con estos mermados cultivos y una producción de vino meramente doméstica, casi de resistencia, llegamos a nuestros días, en los que afortunadamente, tenemos desde hace algunos años meritorias iniciativas que, con cultivos extremadamente cuidados, están consiguiendo caldos de extraordinaria calidad, premiados en certámenes internacionales. Con ello se cierra en nuestras islas el largo recorrido de una viticultura que nos llega con los fenicios y púnicos, allá por el siglo VI aC., pero que nos viene, desde el 9.000 aC., de los altos valles del Eúfrates y el Tigris. El mundo, ya entonces, era un pañuelo.

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