Imaginario de Ibiza : S'Aigua blanca, el paraíso clausurado

A mediados de julio, esta playa de Sant Carles quedó cerrada por el peligro de desprendimientos. Hoy, los navegantes que se aproximan a ella vislumbran un paisaje de ensueño vacío

La playa de s’Aigua Blancacuando aún estaba abiertaa los bañistas. x.p.

La playa de s’Aigua Blancacuando aún estaba abiertaa los bañistas. x.p. / xescu prats

Sólo aspiro a encontrar mi paraíso en la tierra. Y soy digno de compasión porque es posible que lo haya conocido en varias ocasiones y no me haya dado cuenta (Terenci Moix).

En la isla de Zacinto (Zakynthos), en el Mar Jónico, existe una playa inhóspita, al pie de un enorme acantilado de roca nívea, conocida como la Cala del Naufragio. En mitad de su profunda orilla de arena, separados del agua quince o veinte metros, aguardan los restos oxidados de un buque, que quedó allí varado en 1980. Es una de las postales icónicas de las islas griegas.

El ‘Panagiotis’, que así se llama el barco, fue construido en 1937 en los astilleros escoceses de Bowling y acabó en manos de unos contrabandistas de tabaco helenos. Mientras navegaban por el Jónico, fueron descubiertos por una patrullera del ejército griego, iniciándose una persecución por mar abierto junto a Corfú y Cefalonia. Al alcanzar la isla de Zacinto, su capitán decidió esconderse tras los acantilados, pero la tempestad acabó arrastrando el navío hasta el arenal, quedando encallado hasta nuestros días, devorado por el viento, la lluvia y el salitre, junto al agua turquesa que envuelve este litoral de ensueño.

Los turistas que exploran las islas griegas solo tienen tres formas de gozar de este paraje: desde la distancia, asomándose a la playa en lo alto; lanzarse a su orilla en paracaídas, tal y como hacen numerosos aficionados a este deporte de riesgo, o navegar hasta él. Tras la clausura de la playa de s’Aigua Blanca, en la costa este de Ibiza, a mediados de julio pasado y que aún se mantenía a la hora de escribir estas líneas –puede que permanezca así todo el verano–, me acordé de la historia de la Cala del Naufragio, de las dificultades para acceder a ella y de que, de las tres vías que hay para alcanzarla, ahora solo una es válida para la orilla ibicenca, y además asumiendo las posibles consecuencias que puede representar acercarse a ella: la marítima.

La razón del cierre de S’Aigua Blanca radica en el peligro de desprendimientos, ya que los temporales de este año prácticamente se han llevado toda la arena de la orilla en distintos tramos y las olas horadan directamente la base terrosa de los acantilados, generando mayor riesgo de derrumbes.

Atrás quedan los tiempos en que esta playa, continuación de es Figueral tras el monolito des Paller d’en Camp, se llenaba como un hormiguero, a pesar de las dificultades que requería alcanzarla, comenzando por el apartado parking de pago y siguiendo por la empinada pendiente que, a la vuelta, se hacía muy cuesta arriba. Los turistas, en todo caso, la frecuentaban con frenesí, hacinándose en el chiringuito y embadurnándose el cuerpo con la arcilla almagre del pie del precipicio, que, según las habladurías, constituía un tratamiento de belleza eficacísimo, que eliminaba picaduras de mosquito, acné juvenil y toda clase de afecciones cutáneas, aunque al cabo de un rato aflorasen de nuevo.

Ahora, al contrario que la imagen que ilustra esta página, tomada hace ya unos cuantos veranos, s’Aigua Blanca está vacía y con el camino cortado por orden municipal, quedando a merced de los afortunados que se atreven a aproximarse a ella en barco. Nunca un paraíso como éste había permanecido en solitario en plena temporada turística y a buen seguro que algún navegante ya lo disfruta intensamente, aún a riesgo de que le caiga una piedra en la cabeza.

Frontera de Es Amunts

S’Aiguablanca, desde un punto de vista geográfico, cierra el municipio de Santa Eulària por el norte, ya que la siguiente playa, sa Cala de Sant Vicent, pertenece a Sant Joan. Ejerce también como frontera del territorio de es Amunts por el lado este, que se extiende por el cuarto norte de la isla hasta los alrededores de Cala Salada, ya en Sant Antoni. Antiguamente era una de las principales playas nudistas de la isla, aunque este movimiento ha ido perdiendo fuelle y ahora los turistas sin bañador únicamente aprovechaban los rincones más apartados, separados del arenal principal por tramos rocosos. 

Suscríbete para seguir leyendo