Rolph Blakstad, el arte plural de un renacentista

El arquitecto canadiense llegó a la isla en 1956 y falleció en 2012

Rolph Blakstad

Rolph Blakstad / julio herranz

Julio Herranz

Julio Herranz

Era uno de los personajes más singulares y creativos que ha acogido Ibiza. Nació en Vancouver (Canadá) en 1929 y murió en 2012 en la isla, a la que llegó en 1956. Hijo de un reputado arquitecto, antes de llegar a este rincón mediterráneo (según cuenta la Enciclopèdia d’Eivissa) había trabajado como actor, operador, escenógrafo y había realizado documentales sobre la vida de animales salvajes. No recuerdo quién me habló primero de él y me recomendó que le entrevistase, pero desde luego Blakstad cumplió con creces las expectativas en la larga charla que tuve con él en el verano de 1997. Así me enteré que tras licenciarse en Historia y Arte, y obtener el premio Emily Carr de pintura, marchó a Florencia a los 21 años para especializarse en técnicas de pintura medieval. Y muchas más actividades: inspector de Obras Públicas en Londres, trabajos de arqueólogo, diseñador de estudios de televisión y teatro, viajero e investigador infatigable... hasta recalar, como decía, en Ibiza en 1956 estableciendo su base de operaciones en el valle de Morna, por Sant Carles, centrado en sus investigaciones sobre arquitectura ibicenca que, me dijo entonces, pensaba recoger en un libro que, en principio, pensaba titular ‘La casa de Ibiza: llave de una tradición milenaria’. Llegó a mostrarme parte de su trabajo, que encontré fascinante.

En resumen, su tesis sobre la arquitectura rural ibicenca (la casa payesa, vamos) exponía que trazando una línea que pasa por la isla, demostraba que desde Marruecos al Tibet, y desde hace miles de años, se repiten modelos muy similares de arquitectura, indumentaria, costumbres, agricultura... Todo documentado, ilustrado y con pruebas inapelables que desplegaba ante mi mirada sorprendida en su centro de operaciones de Morna, en donde lo payés, lo fenicio y lo egipcio se fundían en una armonía curiosa que se engarzaba con gracia en el paisaje. Un lugar en el que tenía su estudio, en donde preparaba los trabajos de encargo que le pedían de todo el mundo; laboratorio para análisis de materiales, estudio de pintura y sala de reuniones en la que se llevaban a cabo encuentros profesionales con entidades como la Fundación Paul Guetty. También me contó en aquel ya lejano 1997 que hacía un año que había fallecido su esposa, fundadora de la Escuela Internacional de Morna, de la que fue directora muchos años. Y me enseñó muchas fotos, algunas con vestidos inspirados en viejas esculturas y diseñados por él mismo.

Un ejemplo de su amor por la arquitectura payesa. | ARCHIVO D.I.

Un ejemplo de su amor por la arquitectura payesa. | ARCHIVO D.I. / julio herranz

En cuanto a la entrevista en sí, empecé preguntándole sobre su particular visión de la arquitectura: «Son estructuras insertas en tradiciones culturales, la mayoría de las cuales se están perdiendo, razón por la que mi interés, desde años, se orienta en estudiarlas y recuperarlas, a la vez que las adapto al momento presente, pero guardando el sentido de las proporciones y la armonía demostrada por siglos y siglos». «Además, para mí, la arquitectura es teatro, una puesta en escena en la que hay que cuidar todos los aspectos. Así, cuando me encargan un proyecto, hago un estudio hasta psicológico de mis clientes y trabajo en función de cosas como el clima, el estilo básico del lugar, los materiales, su economía... Es un todo complejo que hay que saber armonizar de la mejor manera posible», sintetizó convencido con una sonrisa de satisfacción.

Un arte, la arquitectura, que debe imitar a la naturaleza: «Por supuesto. Mira, el cosmos está constituido por normas y leyes; y lo importante es que haya armonía entre el arte y el cosmos. Lo malo del presente es que la gente no tiene sentido de la proporción, están ciegos. Aquí mismo: todos piensan que las cosas más bonitas de Ibiza han sido creadas por analfabetos sin una educación intelectual pero con gran sensibilidad hacia la armonía de la naturaleza. En cambio, creo que la cultura de hoy es un veneno para la naturaleza. La raíz del problema es que la educación intelectual ha olvidado la intuición y la armonía de la naturaleza y eso es algo peligroso», me contó con paciencia pedagógica, animado, supongo, por mi buena predisposición a comprender teorías que me resultaban clara y hermosamente humanistas.

Arquitectura ibicenca y fenicios

Al releerme más de un cuarto de siglo después, me sorprendo de la siguiente pregunta que le hice, tan específica; como si me hubiera preparado bien la entrevista; cosa que solía hacer, claro, ante personajes tan complejos y completos como Rolph Blakstad: Decía uno: «Frank Lloyd Wright hablaba de la necesidad de una arquitectura orgánica. ¿Se podría hacer algo así en Ibiza?». Y contestaba él: «Todo esto es difícil. Vivimos de otra manera que antes. La técnica tradicional fue orgánica porque estaba dentro de un sistema natural de vida entre las plantas, el paisaje y los animales. Hoy día la economía de la isla es completamente diferente, los materiales son industriales. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos; pero sin perder el sentido de la belleza y de la proporción», precisó. En cuanto a la teoría que quería demostrar en su esperado libro sobre la arquitectura tradicional ibicenca, le salió de nuevo el paciente profesor: «La arquitectura ibicenca comenzó con los fenicios y es una variedad dentro de un estilo que pertenece a una zona seca del planeta que va desde el Marruecos hasta el Tíbet y ha seguido una evolución en todos los edificios monumentales, con muros macizos, bóvedas y demás, y que se diferencian claramente de las de las zonas húmedas, de tejas y techos en ángulo». «Mi libro en marcha vendrá a ser todo un estudio sobre la historia, elementos y arquetipos. Desde la arqueología a la antropología, con un trabajo de campo de muchos años y con pruebas recogidas en muchos países de esa zona seca que te decía, cuya línea, precisamente, baja desde Ibiza hacia el sur. Y en cuanto a mi trabajo, el que se hace en este estudio, es una síntesis entre los principios de la arquitectura tradicional y los nuevos elementos, respetando los principios que pueden ser utilizados en edificios contemporáneos, antes que simplemente una reproducción de los métodos antiguos», concluyó.

Volviendo a la Enciclopèdia d’Eivissa, cuenta que Rolph Blakstad también trabajó en el mundo de la plástica, «con influencias muy orientales»; y realizó diversas exposiciones en la isla. Asimismo, que el taller Ibograf, impulsado por el galerísta Carl Van der Voort, se inauguró en el año 1966 con cinco serigrafías del artista canadiense tituladas ‘Mandalas’; que también publicó una síntesis de su original teoría sobre la arquitectura tradicional ibicenca en la ‘Guía de arquitectura de Ibiza y Formentera (Islas Pitiusas)’ del arquitecto ibicenco Elías Torres; y que el Consell d’Ibiza le concedió a título póstumo, en 2015, la Medalla d’Or de la institución por el conjunto de sus creaciones e investigaciones. Una obra que tiene continuidad gracias a la labor de sus hijos Rolf y Nial, según se informa en la web Rolf Blakstad, Architects & Design Consultants: «Una tradición viva que se adapta a las circunstancias cambiantes, pero todavía se basa en la experiencia de construcción local de la isla durante miles de años», precisa la página.

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