Cuando Ibiza era otra fiesta: Antoni Pomar pintó lo que vio según lo sentía

El reconocido pintor formó parte del Grupo Puget,

sólo de artistas ibicencos, frente al Grupo Ibiza 59,

formado en su mayoría por extranjeros

Una de sus habituales exposiciones en la Sala Sa Nostra. | D. I.

Una de sus habituales exposiciones en la Sala Sa Nostra. | D. I. / julio herranz

Julio Herranz

Julio Herranz

A la hora de recordar la Ibiza esencial, tendremos que recurrir a la obra de ciertos artistas, ya idos, que amaron y comprendieron su isla a corazón abierto. Uno de ellos, sin la menor duda, es Antoni Pomar (1927-2017), quien repartió su fértil trayectoria profesional entre la docencia y la pintura; aunque también hizo algo de escultura y modelado. Perteneciente a una tradicional familia de joyeros y haciendo, de adolescente, sus pinitos en el oficio, pronto se decantó por el arte, llegando a desarrollar una trayectoria y una personalidad creativa de largo alcance. También formó parte del Grupo Puget (1962-1964), que conformaban él, más Antoni Marí Ribas, ‘Portmany’; Ferrer Guash y Vicent Calbet. Grupo de pintores ibicencos que surgió como réplica al Grupo Ibiza 59, de carácter informalista y formado mayormente por extranjeros. Su legado artístico, tan identificado con la Ibiza tradicional, está repartido en instituciones locales y, sobre todo, en los domicilios de sus paisanos, orgullosos de tener colgado en sus paredes, como seña de identidad, un Pomar.

Fotos de promoción del Grupo Puget y abajo a la izquierda un dibujo de Toni Pomar de sus años adolescentes. | ARCHIVO D.I.

Foto de promoción del Grupo Puget. / julio herranz

En mis años de periodismo activo tuve ocasión de entrevistar varias veces a Pomar, lo que resultaba algo complicado dada su timidez. Así que tenía que recurrir a la empatía y a ciertas dosis de seducción discreta para lograr algo más que monosílabos. Recurriendo a veces, incluso, a la ayuda de su hijo fotógrafo de nombre homónimo (Toni Pomar), compañero y buen amigo, para que la charla fluyera con cierta solvencia. Así, en marzo de 1990 publiqué en este diario una doble página con una entrevista al pintor, dentro de la serie ‘Retratos de papel’, en cuya entradilla ya apuntaba que tenía el temor «de que falte alguna pincelada significativa» a la hora de intentar su ‘retrato’ verbal. Esperando, en todo caso, «que una, o dos, imágenes valgan más que este montón de palabras, porque el fotógrafo, artista también, ha sido su propio hijo: Toni Pomar Junior».

antoni pomar                PINTÓ LO QUE VIO                              SEGÚN LO SENTÍA

Foto de promoción del Grupo Puget. / julio herranz

La charla arrancó preguntándole por cómo llegó a lograr su sello personal, hoy tan reconocible: «Primero, cuando estudiaba recibía influencias de todos sitios, como todo el mundo; hasta que fui sintiéndome yo mismo y encontré mi camino. Pero nunca me doy por satisfecho del todo; sigo buscando y empleo nuevas técnicas. Eso sí, centrándome en pintar lo que me rodea, Ibiza, que es mi ámbito natural, ya sean cuadros objetivos o subjetivos. Pintando lo que veo a través de lo que siento. Unas veces parto de motivaciones exteriores, intentando una traducción de lo que veo, y otras son los sentimientos interiores, que adapto a una imaginaria concreta», explicó el pintor. Sospecho que no tan seguido e hilado en su reflexión. Por lo que recuerdo, tuve que hacer encaje de bolillos con la grabación para presentarla al lector con cierta coherencia expresiva fluida. Aunque, desde luego, sin desvirtuar o cambiar su pensamiento y lenguaje; algo que siempre procuré mostrar en mis entrevistas, pues me molestaba mucho cuando leía a algún compañero que siempre sonara al propio entrevistador, más que al entrevistado.

antoni pomar                PINTÓ LO QUE VIO                              SEGÚN LO SENTÍA

Un dibujo de Toni Pomar de sus años adolescentes. / julio herranz

Una de las preguntas iba sobre la impresión que le produjo su primera visita a la Feria de Arte de Madrid, ARCO, que, dado su estilo, consideraba en las antípodas de sus gustos. Por lo que me sorprendió algo verle tan puesto en vanguardias artísticas: «Era la primera vez que iba y me ha sorprendido por la enorme cantidad de artistas allí reunidos. Desde los consagrados, tipo Picasso, Dalí, Tàpies, Warhol; algunos del expresionismo abstracto o del pop art, con unos precios importantes, hasta lo último; destacando quizás la transvanguardia italiana y española. Viéndolo todo en conjunto es difícil calibrar la dirección que va tomando el arte; aunque lo más destacable sería que lo moderno va cayendo y aparece lo postmoderno, que corrige el excesivo subjetivismo que había en las primeras vanguardias, hace la obra más comprensible, el espectador penetra más directamente. Y es necesaria una buena técnica para realizar la obra que se está haciendo ahora», precisó Pomar, mostrando una sensibilidad y unos conocimientos sólidos de la historia del arte en general. Con una curiosidad y un interés notables por el arte en boga en aquel lejano 1990.

antoni pomar                PINTÓ LO QUE VIO                              SEGÚN LO SENTÍA

Foto de promoción del Grupo Puget. / julio herranz

Leyéndole tres décadas y pico después, resulta interesante ver lo que el artista ibicenco pensaba sobre el reconocimiento de su obra, su posible evolución y su satisfacción: «En conjunto, creo que he hecho lo que quería hacer; y hay gente a la que le gusta lo que hago, porque compra mis cuadros. En cuanto a lo que no he hecho aún, ahora estoy metido en cuadros grandes. Es que recuerdo una exposición que hicimos una vez en Palma con cuadros muy pequeños. Y un crítico me dijo que mi obra tenía demasiada fuerza, que tenía que expandirme. Y eso es lo que hago ahora a veces, extenderme, ser más expansivo. Sí, disfruto haciendo con mis alumnos estas obras de grandes dimensiones que son casi murales», precisó el veterano artista ibicenco, mostrándome en qué andaba entonces metido creativamente. Y es que la charla tuvo lugar en el Aula de Dibujo de la Escuela de Artes y Oficios, donde impartía sus clases, y como su segunda casa por partida doble: como alumno, desde los 11 años y más tarde como profesor hasta su jubilación.

Los inicios

Al respecto, Pomar me recordó los pasos principales de su formación académica: «Estaba trabajando en la joyería ibicenca, engarzando y en relojería, cuando el señor Sornoza me dijo que debía estudiar. Aquello me cayó encima, porque no estaba preparado; pero era un chico que tenía mucha voluntad en hacer las cosas, así que me puse a estudiar. Me preparaba aquí y dos meses antes iba a Valencia, asistía a las clases de la Escuela Superior de Bellas Artes y me examinaba; así hasta que terminé la carrera. Entonces hice oposiciones, de modelado, porque no había de dibujo, y más tarde me doctoré», apuntó el artista, añadiendo que ya llevaba «cuarenta años dando clases» en el viejo edificio de la Escuela de Artes y Oficios de la avenida de España de Vila, pero sin ocupar apenas cargos administrativos: «Hace dos años fui subdirector, e incluso he sido secretario; pero no me gustaba nada, porque cuando tengo que escribir una carta me pongo enfermo. Prefiero estar en lo mío, pintando y enseñando. Con los años uno procura mejorarse; y creo que las clases van bien, intento siempre que tengan interés, que no se caiga en la apatía y en la excesiva rutina. Me entiendo bien con mis alumnos, me gusta ilusionarles; como ahora con estos grandes dibujos colectivos tipo murales que te decía. Te los enseñaré, a ver que te parecen». Y muy bien, pues algunos de aquellos trabajos incipientes en los que el maestro ibicenco estaba poniendo su ilusión, con la colaboración de sus estudiantes, figuran desde hace tiempo en ciertas instituciones de la isla.

Ilusión, voluntad y ganas de evolucionar dentro de su estilo personal definieron la trayectoria creativa y vital de Antoni Pomar, tan arraigado siempre a su tierra natal: «Mi base de operaciones ha estado siempre aquí, en Ibiza. Aquí he presentado mis trabajos, en todas las galerías que había; algunas ya han desaparecido. También he expuesto fuera; sobre todo con el Grupo Puget, en Palma, varias veces; y en Suiza. Tengo algún premio que otro, sí. Y lo que más me gusta: que mis cuadros están sobre todo en las casas ibicencas. Prefiero desprenderme pronto de lo que pinto; porque todo pintor lleva una trayectoria, va modificando su trabajo, y cuando termina una cosa ya está pensando en la siguiente», concluyó el perseverante artista con su conocida modestia al final de nuestro buen rato de charla, mostrándose ya más relajado mientras su hijo Toni le tomaba las fotos que ilustraron el reportaje. Por cierto, le gustó; y me lo agradeció regalándome una obra.

Suscríbete para seguir leyendo