Cuando Ibiza era otra fiesta: Nito Verdera, empeñado en que Colón fue ibicenco

Piloto de la Marina Mercante durante seis años, el investigador ibicenco dedicó gran parte de su vida a buscar las huellas en la isla

del origen del descubridor de América

Nito Verdera, investigadory escritor.

Nito Verdera, investigadory escritor. / Moisés copa | D.I.

Julio Herranz

Julio Herranz

Siempre me ha llamado la atención la gente obstinada en perseguir un sueño, el que sea. Acaso porque mi carácter es más bien variable, de pocas (por no decir ninguna) certezas; de esas de sostenella y no enmendalla, que diría el clásico. Pues bien, el invitado de esta semana era un caso realmente singular, y hasta empecinado, de fe inquebrantable en una idea que se le metió en la cabeza cuando era relativamente joven y la siguió defendiendo hasta el final de su vida. Una idea que Nito Verdera (Ibiza 1934-2022), con una paciencia y empeño admirable, no se cansaba nunca de repetir a quien se lo pidiera: que estaba convencido de que Cristóbal Colón fue ibicenco. Y para demostrártelo, esgrimía una serie de argumentos (topónimos, lengua, rivalidades históricas...) que, si tenías paciencia y tiempo, acababas dándole la razón. O al menos, deseando que la tuviera. Más que nada, para que este ibicenco ilustrado, investigador y expiloto de la Marina Mercante, pudiera descansar de tanta fatiga que su meritorio empeño le ocasionaba. Empeño que el curioso de estas cosas puede comprobar visitando la Casa Colón de Dalt Vila (al lado de la capilla de Sant Ciriac), lugar que acoge todo el material que Verdera acumuló a lo largo de más de medio siglo de curro de dedicación a la causa; con libros, documentos, fotos y testimonios de algún que otro ilustre que le daba la razón; aunque también abundaron los que disintieron de su famosa teoría.

El escultor Antonio Hormigo trabajando en la esculturaes Verro. nito verdera | D.I.

El escultor Antonio Hormigo trabajando en la escultura es Verro. nito verdera | D.I. / julio herranz

No recuerdo cuándo conocí a Nito Verdera. Al menos desde los tiempos en los que uno trabajaba en Radio Diario, década de los 80 del siglo pasado. Pues él era el corresponsal de San Antonio y le veía mucho por la redacción, siempre amable y educado para entrar en una charla que estimulara su curiosidad; y la mía, claro. Así que, al cabo de un tiempo de entretenido toma y daca, decidí (como en otros casos de esta serie) hacerle una entrevista para tener así más clara la ficha, digamos, del personaje. Y con cierta provocación por mi parte: «Una pregunta algo frívola. No sé si será un efecto de mimetismo, pero me imagino que físicamente Colón debía parecerse algo a ti. ¿Crees en la reencarnación?». Y no me mandó a la porra, sino que contestó con su paciencia y buen ánimo habituales: «No he leído mucho sobre el tema de la reencarnación; y no es que lo crea o deje de creer, pero es posible; porque hay gente que recuerda cosas del pasado, paisajes, ciudades, sin haber estado jamas en ellas. En cuanto al aspecto de Colón, se sabe que era un hombre alto, de facciones agradables. Hay retratos que así lo atestiguan. Pero no se parecía nada a mí, no», apuntó el paciente colega; supongo que con una media sonrisa irónica.

Nito Verdera y Carmelo Convalia en 1987 en Sant Francesc.  | MIQUEL PASQUAL

Nito Verdera y Carmelo Convalia en 1987 en Sant Francesc. | MIQUEL PASQUAL / julio herranz

Roto el fuego dialéctico con esta pregunta gracieta por mi parte, no era plan tampoco de llevar la broma más lejos. «Ahora en serio: ¿cómo surgió en ti esa voraz dedicación hacia el gran almirante? Tuvo que haber algún detonante especial, ¿no?». Y lo hubo, por supuesto: «Quizás el interés me vino al comprobar yo, personalmente, siendo piloto de la Marina Mercante y navegando mucho por el Caribe, lo difícil que es, incluso en la actualidad, navegar por allí. Pensé que aquellos hombres tenían que haber sido realmente valientes, intrépidos. Te hablo de 1961. Y desde entonces empezó a interesarme la personalidad de Cristobal Colón. Así que estando en La Habana me compré los libros sobre él de Salvador de Madariaga, que han sido para mí durante muchísimos años como una Biblia. Ahí empezó todo».

Casa museo de Cristóbal Colón en Dalt Vila.

Casa museo de Cristóbal Colón en Dalt Vila. / julio herranz

Topónimos pitiusos en el Caribe

La entrevista la hice en julio de 1986, con lo que, desde entonces, Nito Verdera amplió bastante sus tesis y argumentos a favor de su teoría del Colón ibicenco. Pero vamos, no tanto en lo que se refiere a sus cartas más solventes, como el tema de la edad del descubridor de América, según los testimonios históricos recogidos. Y es que hay 15 años de diferencia entre el Colón genovés (la tesis más difundida) y el español; siendo la más fiable al parecer esta última: «por el testimonio del cura de Los palacios en su ‘Memoria del reinado de los Reyes Católicos’, en donde, hablando de Colón, dice: ‘Murió en Valladolid de setenta años y en senectud bona». Y el argumento que más le acerca a su origen ibicenco: «Empleó en el Caribe muchos topónimos de Ibiza y Formentera. Nombres geográficos concretos, muchos con su denominación árabe original, aunque catalanizados». Más una tercera razón: «Hemos encontrado aquí una familia Colom ocupando cargos muy importantes en el gobierno de la isla, la antigua Universitat. Eran procuradores, síndicos e incluso jurados. Con su escudo de armas autorizado por Fernando el Católico. Todo perfectamente documentado». Y por último, «como prueba concluyente, hay un estudio muy serio que se está haciendo en estos momentos, y del que prefiero no adelantar nada, que puede demostrar que la lengua de Colón era la catalana, es decir la que se hablaba entonces aquí», concluyó con cierto aire de misterio el investigador ibicenco.

Pero ya digo, desde 1986 hasta la muerte de Nito Verdera en 2022 pasó mucho tiempo. Y como el amigo colombino no cesó en su empeño, se fueron acumulando datos y pruebas de todo tipo y condición a favor de su discutible (y discutida) tesis. Elementos recogidos en nada menos que seis libros. Y debatidos «en congresos nacionales e internacionales celebrados en Ibiza, Palma, Barcelona, Madrid, Poio (Pontevedra), Medina del Campo (Valladolid), y Washington», tal informa la Enciclopèdia d’Ibiza i Formentera, añadiendo que «la extraordinaria figura histórica del descubridor de América sólo puede explicarse como persona catalanoparlante, judío converso y miembro de la importante familia Colom de Ibiza; una rama de los Colom conversos del Principat de Catalunya». Informaciones dinámicas, podríamos decir, pues el propio Nito las iba matizando y variando con los nuevos descubrimientos que iba haciendo sobre el tema. Cambios que iba dando a conocer, sobre todo en los medios locales. Así, por hablar en primera persona, fueron páginas y más páginas las que dediqué en los medios escritos en lo que uno trabajó a la teoría del Colón ibicenco. Sin contar los espacios radiofónicos y televisivos. Y es que, la verdad, el paciente Nito Verdera era un buen recurso a considerar cuando uno iba corto de temas. Una llamadita, o una de sus visitas habituales a la redacción, y enseguida te sacaba del apuro laboral.

Y cerraré su capítulo con algunos datos más sobre su vida y su obra recogidos en dicha entrevista: «Nací en 1934 en la Vía Romana de Vila. No recuerdo aquella Ibiza de mis primeros años, porque mis padres me llevaron pronto a San Antonio. Parece ser que en la Guerra Civil, porque la vida allí era más segura». «Tengo el título de piloto de primera clases de la Marina Mercante. Estuve navegando seis años en barcos españoles y suecos, hasta que me entró la nostalgia de la tierra y volví a casa. En 1966 empecé en el Diario como corresponsal de San Antonio; y puse un negocio que toda la familia Verdera ha tenido siempre, una papelería-librería. He sido socio de una discoteca que ya se ha vendido. Me interesa la política, pero no como ambición personal, sino para que mis ideas se puedan llevar a efecto. En el 77 formamos el Partit d’Ibiza i Formentera, de corte autonomista, y fracasamos. Luego me integré con Suárez en el Centro Democrático y Social», me resumió en aquel lejano verano de 1986 el querido y añorado amigo Nito, quien, si uno fuera creyente, imaginaría encantado departiendo sobre su tesis con el mismísimo Cristobal Colón. No sé, en algún hermoso Campo Eliseo, y con unas hierbas con hielo. Por soñar...

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