Alerta por el descenso de población de la gaviota patiamarilla

El descenso de las poblaciones de ‘Larus michahellis’, conocida como gaviota patiamarilla, en las islas mantiene en alerta a los expertos a la espera de comprobar si se alcanza un equilibrio o hay que preocuparse por la tendencia a la baja de esta especie

Gaviotas y pardelas siguiendo un barco cerca de ses Bledes.

Gaviotas y pardelas siguiendo un barco cerca de ses Bledes. / CAT

Texto y fotos @territoriocat

Símbolo de libertad, de las oportunidades y de la resistencia, se han dedicado a ella centenares de canciones, poemas, libros y pinturas. La mayoría de estas creaciones no especifican la especie –el arte no suele necesitar tal concreción–, pero en el mundo hay más de 50 especies de gaviotas, en Ibiza y Formentera pueden verse al menos ocho y sólo dos de ellas nidifican en el territorio, la gaviota corsa (Ichthyaetus audouinii) y la gaviota patiamarilla (Larus michahellis).

Y es precisamente la última –la gran y omnipresente patiamarilla– la única ave marina del Mediterráneo que jamás se ha considerado amenazada. Al menos hasta ahora, porque tal afirmación tiene un matiz importante. Y es que las poblaciones de este lárido han registrado en la última década un descenso que, si bien no es alarmante, sí mantiene a los expertos en alerta.

En la última revisión del Libro Rojo de las Aves de España, la gaviota ha pasado a la categoría de especie casi amenazada. Manolo Igual, investigador del Grupo de Ecología y Demografía Animal del Imedea (Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados), lo explica así: «Esta categoría significa que hay que mantener la vigilancia, porque aunque las poblaciones siguen siendo elevadas, el declive es bastante serio. Así que hay que observarlo a medio plazo, porque si ese declive realmente continúa puede entrar en las categorías de aves amenazadas de verdad».

En el citado libro rojo se destaca que la gaviota patiamarilla «experimentó una expansión en rango y población a lo largo del siglo XX e inicios del XXI, en gran medida gracias al aprovechamiento de fuentes de alimentación de origen antrópico, como residuos urbanos y descartes pesqueros». Y ahí es precisamente donde está el factor clave que explica lo que está sucediendo en Balears y, más concretamente, en Ibiza y Formentera: aplicando una directiva europea que obliga a transformar los vertederos a cielo abierto, en 2009-2010 se cerró el de Son Reus (Mallorca) y en 2020-2021 cambió el de Ca na Putxa. Y la historia de las gaviotas de las islas inicia aquí una nueva era.

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Primer plano de una gaviota en los acantilados de la Mola, en Formentera. / CAT

«El cierre de los vertederos es la causa principal del descenso de las poblaciones, porque los animales han pasado de tener una fuente inagotable de alimento a tener que buscarse la vida un poco más –explicaba Manolo Igual en declaraciones al programa Nautilus de IB3 ràdio–. Eso no significa que hayan dejado de comer desperdicios, sino que han tenido que diversificar un poco más las zonas, viajar a otras zonas de alimentación y ser un poco más variables. Ese mayor esfuerzo supone una mayor dificultad para criar más pollos y puede afectar a la supervivencia a largo plazo; viven un poco menos».

Los investigadores controlan los movimientos de algunos ejemplares mediante marcadores GPS que les permiten saber que hay gaviotas de Balears que viajan hasta vertederos de Alicante o incluso de Argelia para alimentarse, pero eso implica un coste energético mucho mayor que cuando podían escoger entre los basureros de Ibiza y Mallorca. Dada la movilidad de estas aves, la desaparición del vertedero al aire libre de son Reus tenía que tener también consecuencias en las poblaciones de gaviotas que nidifican en las Pitiusas, pero con el cierre de Ca na Putxa, la situación ha entrado en una nueva fase.

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Grupo de patiamarillas cerca de sa Conillera. / CAT

El censo de Balears de 2015 apuntaba a una población cercana a las 8.000 parejas, lo que ya suponía un descenso considerable respecto a las 15.000 que se habían contado sólo cinco años antes, con el basurero mallorquín a punto de cerrar. Y aún así, como el de Ibiza seguía abierto, las poblaciones de los recuentos pitiusos «se mantenían relativamente constantes alrededor de 4.000 parejas o incluso aumentaba». Así se señala en el informe sobre la gestión de residuos y su efecto en las aves preparado por el citado grupo del Imedea y que presentó en Ibiza (en las VIII Jornades de Medi Ambient de les Illes Balears) su investigadora principal, Ana Sanz Aguilar.

«Hemos constatado una marcada reducción inmediata en el número de parejas reproductoras después de la transformación de Ca na Putxa –se señala en el estudio– que, sin embargo, se ha recuperado ligeramente en 2022». Desde 2015 (a excepción de 2020 debido a la pandemia) el Grupo de Ecología y Demografía Animal ha realizado el seguimiento de las poblaciones reproductoras en s’Illa des Penjats, illa des Bosc y s’illot de Santa Eulària. Antes de la modificación de las instalaciones del vertedero, las colonias ibicencas crecían a un ritmo de un 5 por ciento anual, pero en 2019 y 2021 se produjo, en los dos primeros islotes, una reducción del número de parejas de un 11 y un 22 por ciento, respectivamente. En 2022 –al igual que en sa Dragonera y sin que pueda entenderse como una tendencia– las poblaciones nidificantes han crecido ligeramente, sin volver a acercarse a los niveles anteriores a la nidificación. «Este resultado podría indicar que, en Ibiza, las gaviotas podrían tener aún fuentes de alimento capaces de sustentar sus poblaciones».

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Gaviotas en ses estanys de Formentera. / CAT

Menos huevos

A todo ello se suma que los investigadores han constatado que las gaviotas ibicencas han reducido el número de huevos de sus puestas mientras que el tamaño de cada huevo ha aumentando. «Existe un compromiso entre el número de huevos y el tamaño –explica Manolo Igual–. Se trata de encontrar el punto óptimo entre el número de pollos que pueden tener y la probabilidad de que sobrevivan. Es preferible poner menos huevos para asegurar que esos sobrevivan». Los huevos más grandes aumentan su calidad.

ESCISIÓN DE LA ARGÉNTEA

Antaño -y aún existe cierta confusión- fue considerada una subespecie de la gaviota argéntea europea, muy similar morfológicamente pero diferente en la intensidad del amarillo del pico, en el anillo ocular rojo que muestran los ejemplares adultos de Larus michahellis y en el color de sus patas, rasgo que, al quedar las dos especies diferenciadas, prosperó como nombre popular (gavina de peus grocs en Eivissa y Formentera). Para precisar aún más, la que habita en el litoral mediterráneo es de la subespecie L. michahellis michahellis. Existen otras dos variedades en la costa peninsular hasta Canarias y desde las costas gallegas hasta el País Vasco, y en los últimos años han colonizado humedales y ríos hacia el interior de España y diversas zonas hasta el Canal de la Mancha y Europa Central.

Sin embargo, no pasó lo mismo en sa Dragonera, porque lo que allí detectaron fue que las aves ponían menos huevos pero también más pequeños. «No tenemos una respuesta clara. No sabemos bien cómo interpretarlo», confiesa el investigador del Imedea; también en este punto, habrá que estar pendiente de la evolución en los próximos años.

Lo cierto es que los expertos no esperaban un descenso tan acusado tras los cierres de los vertederos al aire libre en Son Reus y Ca na Putxa, pero «sí esperábamos cambios notables, porque las gaviotas debían cambiar sus movimientos y su dieta, y eso tenía que tener consecuencias. Hay que partir de que había una superpoblacion de gaviotas patiamarillas, que su número era excesivamente alto para una especie depredadora, que está arriba en la cadena alimentaria. Un depredador no puede tener una población grande».

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Gaviota patiamarilla en la bahía de Sant Antoni. / CAT

Ahora, lo que se espera es que la población se estabilice, alcance el equilibrio, pero habrá que seguir pendiente los próximos años para saber qué ocurre. «Estamos viendo la capacidad de resiliencia de la especie ante estas nuevas condiciones».

De momento, los investigadores consideran que el descenso de las poblaciones debe atribuirse casi exclusivamente a la pérdida del bufé libre que suponían los vertederos, pero no olvidan que podrían incidir otras amenazas y que las poblaciones podrían ser más vulnerables a factores que antes no incidían en ellas, como algunas enfermedades. De hecho, este equipo del Imedea, al igual que el resto de ornitólogos e investigadores de las islas, están muy pendientes de la posibilidad de que enfermedades como la gripe aviar, que está afectando también a aves marinas en el norte de Europa, llegue al Mediterráneo. «Estamos vigilantes».

Los depredadores oportunistas, como las gaviotas patiamarillas, son necesarios para el equilibrio de los ecosistemas, pero las poblaciones excesivamente grandes pueden resultar una amenaza para otras especies, bien por competencia directa o por depredación. Lo que ocurra con las gaviotas, si sus poblaciones alcanzan el equilibrio o no y dónde vayan –sean cien o miles de ellas– a alimentarse pueden resultar preguntas vitales para la salud de las islas en un futuro próximo.

ALAS MÁS GRANDES PARA VIAJAR MÁS LEJOS

Las gaviotas patiamarillas mediterráneas son más grandes que las cantábrico-atlánticas, tanto en peso como en longitud del tarso, del ala y de la cabeza. Y además, las mediterráneas tienen las alas más largas en proporción a su tamaño corporal y son las hembras (en las dos variedades) las que detentan una mayor extensión alar. Son datos de un estudio publicado en Ardeola (la revista científica de SEO/Birdlife). El estudio, liderado por el ornitólogo Alejandro Martínez Abraín, se ha realizado con una muestra de más de 1.500 individuos de 18 colonias, y sus resultados han supuesto toda una sorpresa para muchos expertos; cabría suponer que las gaviotas que pescan en un mar con mayor masa de nutrientes de los que dispone el Mediterráneo fueran más grandes. Por otra parte, el tamaño de las alas se ha relacionado con la estrategia parcialmente migratoria de las gaviotas mediterráneas. Es decir, las cantábrico-atlánticas son más sedentarias, mientras que las mediterráneas son más viajeras. Hay que señalar que no es raro que las poblaciones del Mediterráneo visiten el litoral atlántico para alimentarse, pero las colonias atlánticas no abandonan su zona para tal fin. 

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