Imaginario de Ibiza

Es Cavall d’en Borràs una orilla entre dos aguas

Esta playa de Formentera, puerta de ses Illetes por la costa, es famosa por sus vistas hacia es Vedrà i es Vedranell y por sus atardeceres, que congregan a una legión de veraneantes de punta en blanco

Es Cavall d’en Borràs 
es una playa entre dos aguas, 
en todos los sentidos. x.p.

Es Cavall d’en Borràs es una playa entre dos aguas, en todos los sentidos. x.p. / xescu prats

Xescu Prats

Todas las grandes culturas surgieron a partir de formas de mestizaje. (Günter Grass)

La vida de Paco de Lucía, el más virtuoso y legendario guitarrista que haya existido jamás, a juicio de muchos de sus colegas, transcurrió, como su maravillosa canción, entre dos aguas. Nació en 1947 en Algeciras, donde se abordan el Atlántico y el Mediterráneo, provocando una colisión de corrientes tan oceánica como cultural, pues al otro lado de la bahía, hacia el este, se apostan los ingleses de Gibraltar y cruzando el estrecho, al sur, fluye la cultura agarena en el triángulo de Ceuta, Tánger y Tetuán. También entre dos aguas se encontraba el artista cuando, en 2014, falleció en su casa de Playa del Carmen, frente a la isla de Cozumel, en la península del Yucatán que bañan las corrientes del Golfo de México y las del Caribe.

De Lucía compuso ‘Entre dos aguas’, su éxito más colosal, para el álbum ‘Fuente y caudal’, que publicó en 1973 y pasó sin pena ni gloria. Su entonces representante, Jesús Quintero, ese loco de la colina que no estaba tan loco, convenció a la discográfica para que editara el tema como sencillo. Salió un año más tarde, vendió 300.000 copias y permaneció 22 semanas en los primeros puestos de las listas de ventas, catapultando la carrera del artista. Esa canción, un prodigio de técnica y armonía, de fusión flamenca y moruna, tuvo mucho que ver en las alabanzas que muchos de sus compadres le acabarían dedicando en vida. A Keith Richards, por ejemplo, se le atribuyen estas palabras: «Sólo hay dos o tres guitarristas que se puedan considerar leyenda. Y por encima de todos ellos, está Paco de Lucía».

Si el algecireño hubiese descubierto a tiempo otra playa entre dos aguas como es Cavall d’en Borràs, en Formentera, además de hacerse hippy tal vez no habría emigrado tan pronto a Playa del Carmen, aunque la invasión transalpina terminase igualmente por echarle. Quien haya paladeado reiteradamente la canción de Paco de Lucía sabrá que, ciertamente, transmite esta sensación de navegar entre dos mundos. No se me ocurre mejor banda sonora para un paseo a pie por el camino de sa Sequi, desde el puerto de la Savina hasta la orilla de es Cavall d’en Borràs, sorteando el canal que ejerce de cordón umbilical entre el Mediterráneo formenterano y el Estany Pudent, en esa escueta transición terrestre entre el vasto mar y el lago salinero.

El nombre de la playa, el mismo que lleva la punta con la que limita al sudoeste, alude a Borràs y Cia, la empresa propietaria de la salinera en el siglo XIX. Su fama, sin embargo, no alcanza la de ses Illetes, orilla que la prolonga hacia el norte, más allá del accidente rocoso sobre el que se asienta es Molí de Sal.

La ribera de arena, flanqueada por sendos arrecifes, se extiende a lo largo de unos 700 metros. Una vez hundidos los pies en ella, la perspectiva del espejo esmeralda de s’Estany Pudent enseguida desaparece, engullido por un frondoso bosque de sabinas, en la retaguardia de la orilla. A medio camino, cuando ya va quedando más cerca el resplandor níveo de es Molí de Sal, irrumpen sus famosos chiringuitos, concurridos por el día y atestados al atardecer, donde, ya desde hace años, sorprende encontrar en la informal Formentera a una legión de italianos de punta en blanco, tomando cócteles en la arena con los pies descalzos, mientras ven cómo el sol se esconde más allá de Ibiza, junto a es Vedrà y es Vedranell.

Lo dicho, es Cavall d’en Borràs es una playa entre dos aguas. En todos los sentidos.

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Dicen que el Estany Pudent, a espaldas de es Cavall d’en Borras, es el área que concentra mayor biodiversidad de Formentera y que ofrece más posibilidades para la observación de aves. La laguna la bordea en buena parte el camino de es Brolls, así llamado por los manantiales subterráneos de agua dulce que concentra. Fluyen junto al lago generando una vegetación idónea para que críen las aves. Con el fin de proteger esta riqueza biológica, los baños en el estanque están prohibidos.

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