Festes de la Terra

Reencuentros con ‘sa Berenada’ en Ibiza

Sant Ciriac pone el punto final a las fiestas patronales con la tradicional merienda popular en es Puig des Molins

Una paella gigante para más de 700 comensales y 371 kilos de sandía sirven para garantizar el festín a todos los asistentes

Sa berenada, aún muy lejos de la multitudinaria participación que la acompañó hasta finales de los 80, cada año logra recuperar algún vecino que acude para rememorar su infancia. Es el caso de Joan Ribas y María Martín, que hace más de 30 que no acudían a es Puig des Molins para festejar el día de Sant Ciriac.

Él solía ir cada año con su familia de niño, mientras que su mujer solo fue en alguna ocasión porque su tía vivía en el barrio. Su regreso a la tradición ha sido una mezcla de casualidad y de añoranza. «Ayer le estaba explicando a mi hija lo que se hacía en las fiestas y nos animamos a venir», explica Ribas.

Ahora cruza el túnel de es Soto con una senalló cargado con la merienda para toda la familia, con una palmera de chocolate para Carla, de «seis años y medio», que mira a su hermano Jan en el carrito: «Él tiene cero», responde. Hacía tanto que no iba a la berenada que Ribas desconocía que ahora se celebraba con una paella gigante.

A principios de los 80, un grupo de vendedores del Mercat Vell fue pionero en la preparación de paellas para la fiesta

A principios de los 80, un grupo de vendedores del Mercat Vell fue pionero en la elaboración de un arroz para festejar la berenada por todo lo alto, pero estaban lejos de las dimensiones que ahora maneja Fernando Vivancos. Este cocinero de Totana (Murcia) va camino de convertirse en una tradición por sí mismo. Desde hace unos 20 años, es un fijo de esta cita con su empresa, Paellas Gigantes El Tirol.

En esta ocasión, prepara una paella mixta para unas 700 o 750 personas, que ha empezado a elaborar a las cinco de la tarde. Como es habitual, con leña. Emplea 80 kilos de carne (pollo, magro y costilleja de cerdo), 30 de marisco (langostinos y mejillones) y 70 de arroz.

Son cantidades normalitas para él, ya que ha llegado a cocinar arroz para 10.000 personas. «Pero es muy complicada y hacemos muy pocas veces. La paellera es tan grande que consta de dos piezas que se tienen que forjar en el mismo sitio donde se va a preparar», detalla. Así y todo, cuando recorre toda España como reclamo en las fiestas populares, está más que habituado a hacerse cargo de paellas para 2.000 y 5.000 comensales.

La sandía

La sandía ya era protagonista de sa berenada mucho antes de que la paella estuviera presente, aunque ahora solo para comer. Se han descargado 371 kilos, procedentes de la cooperativa Agroeivissa, que se trocean al momento, mientras quedan pocos minutos para que el arroz esté a punto.

'Sa berenada' solía culminarse con una batalla campal de trozos de sandías en décadas pasadas

Las batallas multitudinarias que solían culminar la fiesta forman parte del pasado, con grupos arrojando trozos de sandía a ambos lados de la torrentera que sirve de camino hasta el mar. Uno de estos graderíos naturales, el que más gente reunía, lleva años ocupado por la pista de tenis y la piscina de la residencia militar Héroes de Filipinas.

Además de postre tras la paella, la sandía está presente en uno de los juegos para toda la familia que sirven de antesala al festín. Se trata de adivinar el peso del ejemplar de más tamaño de la remesa de Agroeivissa. Es una pieza enorme, hasta el punto de que uno de los participantes ha apostado que llega a los 32 kilos. Por contra, el cálculo más bajo se sitúa en 15 kilos. El ganador se llevará dos sandías de tamaño normal.

Los bañistas

Como cada año, abundan las familias que llegan pronto para pasar una tarde de playa. No faltan las neveras y sillas plegables en la orilla entre las más preparadas. Ni las tortillas de patata, filetes empanados o croquetas entre las que no les apetece la paella y prefieren traer la berenada de casa.

Tampoco faltan los que pasan la tarde en es Molins para darse un baño. «¿Pero qué pasa con tanta gente?», pregunta Zacarías Elmacuti Mishbal al llegar con su toalla. Lleva 30 años viviendo en la cercana vía Romana y viene regularmente a nadar al atardecer, pero se da la circunstancia de que jamás lo había hecho un 8 de agosto. El sorprendido bañista no solo se muestra encantado al conocer la costumbre de sa berenada, sino que, poco después de las siete y media, será uno de los primeros en degustar uno de los platos de paella.

El reparto del arroz coincide con la llegada de la banda y charanga de la Escuela Municipal de Música. Allí están Antonio Amores y Carolina Riera para seguir el primer pasacalles de su hija Emma con el clarinete. La madre es una de las que no había vuelto a es Puig des Molins desde pequeña. Se sorprende cuando redescubre la minúscula cova de ses Dones, donde solía nadar con sus familiares: «La recordaba grande como Platja d’en Bossa».

Suscríbete para seguir leyendo