Apuntes

Las grandes «preocupaciones» de la pequeña Policía de Sant Joan: incendios, autocaravanas y robos en villas

El cuerpo policial del municipio se formó, de manera oficial, en el año 2021 y está formado actualmente por tan solo seis agentes

El jefe de la Policía Local de Sant Joan, Marcos Marí y la agente Natalia, patrullan por la localidad

El jefe de la Policía Local de Sant Joan, Marcos Marí y la agente Natalia, patrullan por la localidad / Toni Escobar

Ángela Torres Riera

Ángela Torres Riera

Son las diez de la mañana y el walkie empieza a sonar en la comisaría de la Policía Local de Sant Joan. «Éramos dos que hacíamos lo que podíamos. Ni siquiera había un cuerpo creado», relata Marcos Marí, jefe del cuerpo policial, remontándose a 2003, en sus inicios como policía auxiliar, cuando él y otro compañero empezaban a patrullar para combatir la venta ambulante y hacer cumplir algunas ordenanzas municipales.

En ese 2003, la estancia donde ahora suena el tecleo de una secretaria, el rugir de una máquina de café y el sonido de un teléfono y varios walkies, se reducía a «una sola estantería». Los vecinos del municipio, que tenía entonces menos de 4.000 habitantes (es a partir de los 5.000 cuando se considera necesario un cuerpo asentado de Policía), veían hacer rondas, con un vehículo, a estos dos policías, que apoyados por cuatro guardias civiles intentaban aportarles seguridad.

Las preocupaciones actuales de los agentes se extienden sobre un mapa de Sant Joan con varias marcas rosa fosforito que dejan adivinar como a duras penas los cuatro agentes que circulan por la estancia (en total son seis) son suficientes para hacerles frente. Marí lo tiene claro: «El trabajo se consigue, con buen talante, cercanía y ganas».

En la comisaría también hay una pistola 3D para realizar prácticas y un corcho con un billete falso de cincuenta euros colgado con una chincheta que deja ya imaginar estos años (pocos) de cierta historia. «Era 2021-cuando se creó el cuerpo oficial- y aquí estaban en 1990, no había ni un programa policial, trabajaban con un sistema administrativo», dice el agente número 55, que se encargó de implantar hace dos años el programa informático policial que hacía falta para realizar atestados. Hasta el momento, ni siquiera habían contado con eso.

Hasta 2021 la plantilla fue un baile de idas y venidas de agentes que frustró la construcción sólida de una Policía Local que combatiera la delincuencia en Sant Joan. Marí y Natalia, la primera agente «antes y después» de la formación del cuerpo, se marcharon, tras años patrullando en el municipio, a Santa Eulària, donde había «una Policía de verdad».

«Nosotros teníamos ganas de aprender, de trabajar», expresa Marí durante la primera ronda matutina por el centro del pueblo, interrumpido por varios vecinos que le saludan. «Había una jerarquía, con oficiales, subinspectores, unidades...». Años más tarde Marí volvió a su municipio como jefe con el objetivo de «fundar» algo oficial, para lo que -añade- encontró mucho «apoyo» del exalcalde Antoni Marí Carraca.

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Muy pocos agentes

«El problema de Sant Joan es que si estás en Sant Miquel y tienes que ir por un aviso a sa Cala, la distancia es grande», apunta la agente Natalia. La extensión de Sant Joan y la «diseminación» de las casas debilita la capacidad operativa de la pequeña plantilla, que se mueve en vehículos que rozan los veinte años de antigüedad. «Cuando tengo dos patrullas en marcha lo celebro», expresa el jefe del cuerpo. En esas ocasiones, se divide el municipio «en dos geográficamente», pero otras, hay que hacer malabares.

Además, el cuerpo policial no tiene unidades creadas. «Yo le pregunto a cada uno qué le gusta y qué quiere hacer, en función de eso voy estableciendo roles y sobre todo, les motivo a formarse», explica Marí. Es la condena o la magia, depende de para qué, de no contar con unidades en el organigrama.

«Por ejemplo, cuando venimos de un servicio tenemos que venir corriendo -al no contar con una unidad de Atestados como en el resto de municipios- a redactar», añade Marí. La falta de esta unidad les obliga a cargar con la burocracia de todos los casos que acarrean diligencias judiciales. La única administrativa de la sala es Isa, la secretaria del cuerpo y un eslabón «fundamental» que gestiona todos los avisos de la ciudadanía, destaca el jefe de la Policía Local.

Uno de los walkies vuelve a sonar y dos de los agentes se suben a uno de los dos coches patrulla (cuentan además con otro de paisano) para dirigirse con urgencia a Portinatx. Alguien les avisa de que hay varios vehículos mal estacionado y que colapsan las inmediaciones de un hotel de la zona impidiendo el paso de los autobuses turísticos.

La saturación de vehículos está empezando a ser, apuntan los agentes, uno de los principales problemas de Sant Joan. «Hay muchas matrículas extranjeras», apunta Marí-. Estas requieren un mayor control para saber si tienen los permisos de circulación, añade.

«Pánico» a los incendios

Por el camino, el binomio que se dirige a Portinatx pasará por varios domicilios a entregar unas citaciones judiciales recién para que los destinatarios las firmen. «Les informamos de lo que va el asunto, del juzgado al que tienen que ir... al final esto es un pueblo y en el norte funcionamos así», ríe uno de los agentes.

Poco después, Marcos y Natalia encienden la sirena del otro coche patrulla para dirigirse, tras recibir un aviso de avistamiento de humo, a un posible fuego en el centro de Sant Joan. «Nos dan pánico los incendios, sobre todo, desde el que hubo en Benirràs. Ahora que la gente ya no se dedica al campo, no hay cortafuegos naturales», dice Natalia. En ese sentido, los agentes actúan de «bomberos, médicos, policías... y de lo que haga falta. Si tenemos que cortar una rama con una motosierra para que el camión de bomberos pueda pasar, pues la cortamos», afirma con tesón.

Benirràs es, tras el incendio de 2010 (el más importante de la última década en Balears) y tras la popularización de la fiesta de los tambores, uno de los puntos de Sant Joan que más preocupa a los policías. «Este año se pondrá cartelería para restringir el uso de instrumentos musicales», detalla Marí. Durante los meses de más afluencia turística, el acceso a la playa se restringirá y controlará junto a la Guardia Civil para contener el colapso. Aun así, la masificación es inevitable.

«La presencia de las caravanas, autocaravanas y furgonetas es otro de los problemas», prosigue Natalia. Muchos de estos vehículos son de turistas, de alto poder adquisitivo, que optan por este tipo de turismo y no encuentran campings acondicionados en los que pernoctar, por lo que deciden establecerse en algún lugar natural que les parece atractivo. «No podemos hacer nada porque no hay un sitio apto en el municipio para acampar en condiciones, por ejemplo, adaptado para la reutilización de aguas grises», sigue.

En algunos casos, los vecinos llaman porque se acumulan varios de estos vehículos en algún punto concreto, pero cuando los agentes llegan no pueden sancionar a sus ocupantes porque «realmente, no están incumpliendo a veces ninguna ordenanza», apunta.

Ahora, la idea es instalar varios puentes hechos de madera para que los vehículos que superen los dos metros de altura no puedan acceder a ciertas partes. Ya que, a pesar de la señalización dispuesta en aparcamientos y partes de la localidad, son varias las furgonetas y caravanas que la incumplen.

Robos en viviendas de lujo

Por otra parte, la zona más conflictiva, sobre todo, para controlar a los presuntos responsables de robos en villas -otro de los grandes problemas de Sant Joan-, es la situada al nordoeste de Sant Miquel. «Allí el municipio colinda con otros dos: Santa Eulària y Sant Antoni. «¿Qué ocurre? Que cuando se comete algún robo, cuando el sospechoso huye, hay que llamar a la centralita de la Policía Local del resto de municipios para avisarles y eso te demora», continúa.

El modus operandi de estos delincuentes es llamar a la propiedad para comprobar que esté vacía antes de cometer el robo, ya que muchas se alquilan a turistas con regularidad en verano. «Por otro lado, saben que muchas de las viviendas, a veces, cuando no son de alquiler, tienen joyas payesas y que son de gente de mucho poder adquisitivo», añade.

Los policías actúan, con la llegada de la temporada, en conjunto con la Guardia Civil y a veces también con los agentes de la Agencia Tributaria para prevenir estos delitos. Sobre todo, con puntos de control de vehículos. Como el que montan este mediodía en Sant Miquel. Durante estos controles, paran a coches con «sospecha de accidente y fuga o que han causado problemas». «El año pasado recuperamos un Audi robado de 80.000 euros y se lo devolvimos al dueño, de nacionalidad francesa». El agente 55 cuenta la hazaña mientras registra una matrícula. Poco después, su walkie suena con insistencia.

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