Presentación de un nuevo libro | José María Prats Marí Escritor

José María Prats Marí: «No soy un historiador, soy un contador de historias»

El capitán de Navío en la reserva presenta su nuevo libro, ‘Corsarios ibicencos en Gibraltar’, en el que recuerda la participación de jabeques y marinos de Ibiza en el infructuoso bloqueo del Peñón, en manos inglesas, que tuvo lugar a finales del siglo XVIII

José María Prats escritor libro 'Corsarios en Gibraltar'.

José María Prats escritor libro 'Corsarios en Gibraltar'. / Cesar Navarro

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

«Lo mejor del libro es la portada. Es una ilustración de Augusto Ferrer Dalmau, un gran pintor...», señala José María Prats Marí justo al entregar el libro al redactor.

...de batallas. ¿Dónde está ese cuadro?

Está colgado en la Escuela del Estado Mayor. Me pasaba los días mirándolo. Y se me ocurrió emplearlo como portada. Le pedí permiso al autor y me dijo que sin problemas. Y no me ha cobrado nada.

Con Gibraltar de fondo.

De hecho se llama ‘Presa en Gibraltar’.

Que ni pintado, nunca mejor dicho, para este libro. Cómo surge la idea de escribirlo.

El pasado año hice un curso de historia militar en el Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid. Nos pidieron escribir un trabajo. Uno de mis compañeros me pidió que, como marino, le revisara el suyo. Era un proyecto para hacer una exposición en el Museo Naval sobre la contribución de España en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Al leerlo, me di cuenta de que yo no tenía ni idea del tema y me puse a estudiar al respecto. Me gustó y me acordé de que Pere Vilàs había hablado en una conferencia de la actuación de los corsarios ibicencos en Gibraltar. Fui al Archivo Histórico de Ibiza y lo encontré todo sobre ese asunto.

Y primero escribe un amplio reportaje para Diario de Ibiza.

Salió muy largo, pero aun así me seguía sobrando material. Decidí poner en contexto todo el corsarismo en la época de Carlos III, al ser un tema desconocido en Ibiza la contribución de los corsarios ibicencos en el bloqueo a Gibraltar.

Corsarios en Gibraltar, ¿pero esa participación fue una operación militar (como en la que participó Jaume Planells en el asedio de Orán) o realmente actuaron de corsarios?

Mitad y mitad. En una época determinada actúan como corsarios. El rey promulga una nueva ordenanza de corso por la que cambian las reglas: todo lo que saquéis, les dice, es para vosotros. Sólo quiero que me echéis una mano.

Es decir, el monarca renuncia a la quinta parte que le correspondía de las presas.

Así es. Le hacían falta los corsarios, así que les da todo lo que apresen de Gibraltar al Levante. Podían interceptar todo lo que fuera hacia Gibraltar con material de boca y guerra desde África e Italia y quedárselo. Pero llega un momento en que no hay presas suficientes y los corsarios piden al monarca ser contratados. Los contrata y los integra en la Armada, que actuaba en el Atlántico, mientras que en el Estrecho intervienen los jabeques...

Las naves favoritas de los corsarios ibicencos.

Actúan allí porque son naves muy maniobrables. Muchas fueron construidas en Mallorca, con dotaciones mallorquinas e ibicencas. De hecho, hubo una, ‘El Gamo’, que estuvo mandada muchos años por un ibicenco que se llamaba Bartolomé Planells Ferrer. En la toma de Menorca, el corsario mallorquín Antonio Barceló, es capità Toni, también las usó como buques en descubierta, por delante de la flota, y para hacer de aviso, como buques correo. Es decir, parte del tiempo los corsarios ibicencos actuaron con independencia, como corso, y parte integrados en la flota de la Armada. En cualquier caso, en el siglo XVIII los corsarios no actuaban por su cuenta, sino dirigidos por alguna autoridad del Estado, que en el caso de Ibiza era el gobernador de Balears. Los ibicencos a sus órdenes eran oficiales graduados de la Armada. Y ser oficial graduado de la Armada era un chollo: es como si a un segurata le dicen que a partir de ahora será agente de la autoridad por delegación de la Guardia Civil, sin derecho a usar el uniforme y sin paga, pero podrá vivir de las presas que consiga. Eso sí, como agente de la autoridad estará sometido a sus normas. Estaban bajo disciplina militar y dirigidos por una autoridad gubernativa, no tenían derecho a uniforme ni paga, pero salían ganando, pues al ser agentes de la autoridad (ojo, no piratas), lo que decían iba a misa.

¿Tuvieron alguna intervención relevante en el asedio?

Interceptaron algunos de los barcos que iban, bien desde Inglaterra, bien desde el Mediterráneo Oriental con comida hacia Gibraltar. El problema fue que, pasado un tiempo, el bloqueo fue tan efectivo que los corsarios se quedaron sin presas. Como si un dentista lograra curar todas las caries: se quedaría sin pacientes.

Cuenta en el libro que llega un momento, al pasar Menorca a España, en el que se quedan en el paro. Ya no tenían a quien saquear. Una victoria ruinosa, esa de quedarse sin enemigo.

Es entonces cuando les ofrecen la posibilidad de actuar integrados en la Armada. E intervienen en el asedio a Gibraltar y en la toma de Menorca. Ocurre por entonces un incidente entre un corsario ibicenco, Antonio Ferrer, que mandaba el ‘Santa Teresa de Jesús’, y el almirante que mandaba las fuerzas navales de la toma de Menorca. Ferrer hacía de corsario y daba escolta a los barcos. Capturó un navío que llevaba bandera de Portugal, el ‘San Joaquín y Ánimas’, y lo acusó de llevar a Maó el aviso de que los españoles desembarcarían en Menorca.

Un caso de espionaje.

Antonio Ferrer subió a ese barco y encontró una carta en la que alguien avisaba a los menorquines de que la flota española iba hacia allí. Y lo acusa, eso es, de espionaje. Cuando lo entrega, el contraalmirante encargado de la toma de Menorca, Buenaventura Moreno, le pide que, de paso, lleve unas órdenes a un par de barcos, la galeota ‘Concepción’ y la fragata ‘El Rosario’. Ferrer le dice que no está allí para esas cosas.

Antonio Ferrer, el indómito, qué carácter.

Buenaventura Moreno da parte al Rey del desaire que le hace el corsario. Y Carlos III decide reprender al corsario por desobediencia y le advierte que de incurrir en otra falta tomará providencia. Pero es que Buenaventura Moreno era un pendenciero. De hecho, murió en una reyerta en una calle de Madrid. Se cabreó cuando Antonio Ferrer le dijo eso. Debía tener un carácter muy agrio. Y se cabreó hasta con Luis Bertón de Balbe de Quiers, el duque de Crillón, un francés que era el jefe de todo aquel cotarro. En esa época, los generales eran como los míster de los equipos de fútbol, que para ganar la liga quieren contratar a gente como Mbappé. Pues para la toma de Menorca contratan al duque de Crillón. Y este tenía a otros generales a sus órdenes, entre ellos a Buenaventura Moreno, que mandaba las fuerzas navales. El rifirrafe entre ambos surge porque mientras Crillón quería desembarcar con total sorpresa en Menorca, Moreno dice que no, que las ordenanzas de la Armada exigen que se pegue un cañonazo como aviso previo. ¿Pero tú eres tonto?, le debió decir Crillón.

13 de septiembre de 1782, se intenta el asalto a Gibraltar. Es el día del ataque de las baterías flotantes. Qué gran fracaso. ¿Participó en esa ocasión algún ibicenco?

Claro. Los ibicencos estaban con Antonio Barceló. A raíz del éxito de la toma de Menorca, el rey decidió que toda esa gente que había hecho la guerra en esa isla fuera a Gibraltar para que hiciera lo mismo. Y manda a Crillón al Estrecho, en sustitución del español que estaba al mando. Y restituye a Barceló, a quien habían postergado previamente por viejo y por inútil, culpado de haber dejado pasar un convoy inglés a Gibraltar. Se dio entonces el mando directo de su división de jabeques al brigadier Buenaventura Moreno Zavala. ¿Por qué echaron entonces a Barceló? Porque era corsario, no era noble y no había estudiado en la Real Compañía de Caballeros Guardia Marinas. Pero Crillón decide, tras la toma de Menorca, restituirle. Y junto a Barceló van a Gibraltar los ibicencos.

¿Y qué papel juegan?

Tras el éxito de Menorca, deciden actuar también mediante un asalto a la fortaleza de Gibraltar, que era inexpugnable. Diseñaron una operación combinada: un ataque por tierra y otro por mar. Pero antes intentan abrir una brecha en las murallas. La única manera de hacerlo era mediante baterías flotantes. Recuperan una decena de cascos viejos y los adaptan para instalar la artillería, la más grande que había, en uno de sus costados. Los querían fondear cerca de la costa de Gibraltar para disparar desde allí. Pero llegó un temporal que impidió actuar a las flotas francesa y española y que dificultó la labor de las cañoneras de Barceló.

«Parte del tiempo los corsarios ibicencos actuaron en Gibraltar con independencia, como corso, y parte integrados en la flota de la Armada»

Y algunas de esas baterías acaban reventando.

Estaban expuestas al fuego artillero inglés. Tiraban balas rojas: balas de hierro que se ponían al rojo en unos hornillos. Se disparaban e incrustaban en las baterías flotantes, hasta que pasado un tiempo generaban un incendio en ellas. Acababan explotando. La mitad reventó. Ahí dieron por acabado todo, vieron que no había más que hacer.

Se puede hacer spoiler porque sabemos el final: el Peñón sigue siendo británico. ¿Qué falló?

La coordinación. Ahora es fácil coordinar con la tecnología que hay, pero por entonces todo se comunicaba mediante papel y a caballo. Era difícil.

El ambiente que describe es muy parecido al de la serie de libros Aubrey-Maturin de Patrick O’Brian.

Claro, es que me los he leído todos. Quieras o no, algo te queda.

¿La Historia necesita ser contada de manera amena, como hizo en ‘El bombardeo del acorazado Deutschland’, para popularizarse?

La idea es que la gente lo lea. Intento que mis libros sean amenos. Porque no soy historiador, soy un contador de historias. Lo que me ha pasado con este libro es que ha sido sacarlo al mercado y empezar a pensar en el siguiente.

Próximo reto: la toma de Ibiza en 1235, supongo.

Eso es, la conquista de Ibiza desde el punto de vista militar. Cómo se hacía la guerra en la Edad Media. Tengo el borrador listo, incluso me están creando unas imágenes para ilustrarlo, pero estoy atascado. Tengo que darme unas vueltas en la bici para despejar la mente.

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