Análisis

La travesía del desierto de Llorenç Córdoba

Llorenç Córdoba, un hombre moderado, educado, que no levanta la voz para no molestar pero que ha ido cociendo en su interior una reacción que ni sus propios socios de coalición han visto venir

Miembros de Sa Unió en plena campaña electoral hace menos de un año, con Córdoba. | C.C.

Miembros de Sa Unió en plena campaña electoral hace menos de un año, con Córdoba. | C.C. / Carmelo Convalia

Carmelo Convalia

Carmelo Convalia

Desde hace ya cuatro meses asistimos atónitos en Formentera a la mayor crisis de gobierno que ha vivido un equipo de gobierno en época democrática. Salvo el incendio del archivo de Urbanismo, el 30 de mayo de 1999, en vísperas de elecciones locales, cuando la Coalición de Organizaciones Progresistas (COP) arrasó y borró del mapa político al PP, no se recuerda una situación tan tensa. Entonces el PP se recompuso, a duras penas, y logró una alcaldía, la de Juanma Costa, en 2003, que sufrió una moción de censura en 2005 propiciada por el entonces líder del PREF, que salió del PP, Cándido Valladolid, y que negoció con la COP, entonces en la oposición, para hacer alcalde a Isidor Torres. Pero eso es otra historia.

Fueron tiempos convulsos y complicados que propiciaron posteriormente la creación del Consell Insular de Formentera. Un proyecto de una nueva institución en el que estuvieron implicados todos los partidos políticos y juristas disponibles para que en 2007 fuera una realidad.

Pasado un cuarto de siglo desde aquel incendio provocado en el Ayuntamiento, la situación política actual es incendiaria en el seno del actual gobierno conservador del PP y Compromís, Sa Unió, que ganó las elecciones por mayoría absoluta tras 16 años de gobiernos progresistas. Y lo hizo más que por méritos propios por el despropósito del último gobierno de GxF-PSOE.

El cambio de Córdoba

Los ciudadanos castigaron a la izquierda por su mala gestión más que por la confianza que les pudiera dar una coalición conservadora que prometía más allá de lo que podía dar. En ese escenario nació Llorenç Córdoba, un hombre moderado, educado, que no levanta la voz para no molestar pero que ha ido cociendo en su interior una reacción que ni sus propios socios de coalición han visto venir. Tanto es así que los ocho consellers que le auparon a la presidencia del Consell le han expulsado del proyecto político que les dio el gobierno en mayo del pasado año.

Sí, es cierto. La situación económica del presidente no es buena, tal y como él mismo ha reconocido en público en plena crisis. Pero el uso de ese argumento por parte sus compañeros de coalición, después de que pidiera sobresueldos, fue un grave error. Del mismo calado que el que cometió Córdoba al victimizarse recurriendo a su familia para justificar sus necesidades económicas.

Jamás, ningún representante político que ha tenido Formentera, en su época de Ayuntamiento o de Consell, sea del color que sea, se ha quejado de su sueldo, ni lo ha citado ni menos ha pedido más, tal y como queda demostrado que ha hecho Córdoba.

Ahora, los ocho consellers que repudian a su líder, al cabeza de lista de su propuesta electoral que hace apenas un año defendían a capa y espada y que ahora lo tienen como su peor enemigo, recurren a la oposición (GxF y PSOE) como vía de escape. Pero se olvidan de las heridas que les han causado en poco tiempo con distintas acusaciones como la de dejar la caja del Consell vacía, entre otras lindezas.

Sa Unió recurre ahora a la «responsabilidad» de la oposición, es decir, de GxF y PSOE, para intentar reconducir una situación que no controlan, porque la persona en la que confiaban les ha fallado.

En este juego de culpabilidades resulta que Córdoba acusa a José Manuel Alcaraz de urdir una trama para sacarle del gobierno. Recuerdo aún los abrazos de emoción y el cava que corrió la noche del 29 de mayo cuando todos eran amigos y se felicitaban. También cuando Llorenç Córdoba decía que era capaz de asumir la carga de trabajo de la presidencia de la institución sumada a su área de Litoral y Sector Primario, más su cargo como diputado autonómico. Entonces decía que gracias a su equipo, podría sacar todo adelante. Esto hace menos de un año. Ahora tiene el área económica y administrativa pero no cuenta con el equipo del que presumía entonces.

Se queda

El presidente del Consell no va a dimitir, lo ha dicho en reiteradas ocasiones. A estas alturas nadie niega que haya pedido más dinero por su trabajo; él siempre ha defendido que no se le valoraba como tocaba. Claro que no se sabe si es por su capacidad o por el sueldo que pagan los ciudadanos y que él considera que debe ser más elevado para llegar a final de mes. Hay que insistir en que jamás, en la historia de la democracia en esta isla, un representante público: alcalde, presidente o diputado, incluso ambos al mismo tiempo, se haya quejado del sueldo que percibía, o haya hecho públicas sus dificultades económicas.

Actualmente, la única forma de prescindir de los servicios de Córdoba es mediante una moción de censura, tal y como admiten sus excompañeros, o que el Govern balear tenga a bien elevar al Consejo de Ministros la petición de unas elecciones locales anticipadas.

En este escenario, el PP balear apoya con la boca pequeña a su partido en Formentera pero luego pone la alfombra roja, con todos los honores, a Córdoba. La presidenta, Marga Prohens, se aferra a que la relación institucional está por encima de los problemas internos de Formentera.

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