Dominical

Un llaüt fantasma en el mirador de es Cubells

El homenaje a la gente del mar que existe en esta localidad sureña flota frente a un paisaje conmovedor, de mar y acantilados, que, de alguna manera, conecta con ese pasado en que los ibicencos eran héroes de la vida cotidiana.

Homenaje a la gente del mar.

Homenaje a la gente del mar. / X.P

Una voz antigua de viento y de sal. Te requiebra el alma y la está llevando. Y te vas hacia allá como en sueños. Dormida, Alfonsina, vestida de mar. (‘Alfonsina y el mar’)

Es inevitable, salvo para aquellos que han transitado tantas veces por allí que ya están inmunizados. Al llegar al pueblo de es Cubells una fuerza invisible te arrastra hacia el acantilado y te conmina a asomarte y dejarte embriagar por el prodigioso paisaje, a los pies, que componen océano, verde y piedra, entre el Cap Llentrisca y la Punta de Porroig, e incluso más allá: la punta des Jondal, el Cap des Falcó, los islotes de es Freus, Formentera… A veces, allí donde mar y cielo se disuelven en el horizonte, llega incluso a intuirse la presencia sombría de Argel, aunque ni siquiera se columbre.

Junto al murete donde muere el asfalto, frente al bar restaurante Llumbí, último baluarte de los oriundos tras la gentrificación de la competencia, se elevan las cuadernas metálicas y oscuras de una escultura con forma de llaüt etéreo. Rinde homenaje a la gente del mar, sostenido por una columna, casi pendiendo en el aire como el cuerpo transparente, fantasmagórico, de una embarcación que navega hacia el firmamento arrastrada por el esqueleto de su mascarón de proa.

El homenaje al Pare Palau

La escultura dedicada a la gente del mar no es el único monumento que aguarda en es Cubells. Junto al lateral de poniente de la iglesia existe un jardín ordenado alrededor de un monolito de piedra viva, que culmina con el busto de Francisco Palau i Quer, el Pare Palau, como se le conoce aquí, que impulsó esta localidad tras llegar a la isla, en 1854. Al igual que el homenaje a los pescadores, la pieza contiene un intenso vínculo con el mar, ya que en una cara del cubo exhibe una talla del islote es Vedrà, donde el sacerdote se recluía como ermitaño durante largos periodos.

El homenaje al pescador y al marino no puede ser más sutil, poético y conmovedor. En su forja trabajó el artista alicantino Luis Ojeda, que también participó en la construcción del famoso huevo de Colón de Sant Antoni, junto a Antonio Hormigo y Julio Bauzá, y que llegó a la isla para hacer la mili y ya no pudo evadir sus cantos de sirena. Durante un tiempo, antes de emigrar a la isla del Hierro, trabajó en su taller de es Cubells, quedando atrapado por estos acantilados, sintiendo la necesidad de dejar su huella, aunque no su firma.

Parece imposible mejorar un paisaje como el de los acantilados de es Cubells, pero el casco volátil de Ojeda, a diferencia de los chalets con piscina que desafían la gravedad en mitad del precipicio, donde nunca deberían estar, lo hace. Es uno de esos enclaves, donde, al cerrar los ojos tras escudriñarlo detenidamente, te transmite su propia banda sonora. A mí el mirador me suena a ‘Alfonsina y el mar’, en la voz de Mercedes Sosa. Aquella zamba argentina, compuesta por el pianista Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna, paradójicamente apodado Falucho, que rinde homenaje a la poetisa Alfonsina Storni tras quitarse la vida en Mar del Plata, arrojándose al océano desde el malecón.

Una de las letras más bellamente escritas, transmisora de tan triste historia, que permite rememorar la dureza de las vidas de los pescadores de antaño por estos lares, cuando descendían los acantilados a pie y los sorteaban hasta cala Llentrisca, en plena noche, para hacerse a la mar en sus llaüts al alba, deshaciendo al camino por la tarde, con las sacas de pescado cargadas a las espaldas.

Como tantos otros lugares emblemáticos de la isla, nadie debería abandonar Ibiza sin asomarse a la costa sureña desde este lugar increíble y perder así la oportunidad de experimentar la conexión con un pasado isleño de héroes, que no combatían en guerras, sino en la dura batalla de la supervivencia diaria. Tiempos difíciles que no deberíamos olvidar.

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