Cuando Ibiza era otra fiesta

Isabel Echarri, la artista plural que amaba Formentera

La reconocida artista navarra falleció en la isla en junio

del pasado año, poco después de recibir un Premi Ramon Llull

por su obra de manos de la presidenta del Govern

Exposición en la sala Sa Nostra de Isabel Echarri. | MOISÉS COPA

Exposición en la sala Sa Nostra de Isabel Echarri. | MOISÉS COPA / julio herranz

Julio Herranz

Julio Herranz

Menuda, enjuta pero recia, discreta pero elocuente y siempre artista en grande y por diversos caminos creativos, Isabel Echarri (Vera de Bidasoa, Navarra, 1929 – Formentera, 2022) me era bien querida y próxima desde que la conocí en el verano de 1999 con motivo de la exposición instalación ‘Alfa y Omega’ que presentó en la antigua (y desacralizada) iglesia de L’Hospitalet, que, entonces, era una espacio cedido al Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MACE). Querida y próxima, sí; por su devoción por la poesía, y también por el nivel creativo y la proyección de su obra (escultura, grabado, pintura o escenografía), de reconocido alcance internacional. «Vine primero a Ibiza cuando era estudiante, y estuve por San Carlos; pero me fui pronto a Formentera y allí me instalé, en 1968. Me acuerdo bien de la fecha porque fue un año con el que me identifico generacionalmente», me contó en la primera de las muchas entrevistas que le hice, alguna en su casa de Formentera, isla de la que se confesaba incondicional y donde residía gran parte del año en compañía de su esposo, el también artista Diego Etcheverry; y visitas familiares y amistosas más o menos regulares. Falleció en su querida isla en junio del pasado año, tras recibir un Premi Ramon Llull de Balears de mano de la presidenta Francina Armengol en su casa de Formentera.

Eduard Maurel, Robert Hawkins, Diego Etcheverri, Marc Tara, Isabel Echarri, Erro y Antoni Taulé en la inauguración de la exposición de este último.  | D. I.

Eduard Maurel, Robert Hawkins, Diego Etcheverri, Marc Tara, Isabel Echarri, Erro y Antoni Taulé en la inauguración de la exposición de este último. | D. I. / julio herranz

Charlar con Isabel Echarri siempre me resultaba estimulante. Por su gran cultura, con la poesía y los libros como tema preferente entre nosotros. Conocía y trataba, o lo había hecho antes, a escritores de primera fila; sobre todo en París, donde residía cuando se iba de Formentera. Cada vez menos tiempo. Por ejemplo, y con especial énfasis, a Fernando Arrabal, buen amigo y un autor cuya obra usaba a menudo en sus elaboradas felicitaciones de Navidad, con poemas o textos suyos, que he estado revisando estos días para este capítulo de la serie. Qué trabajadora y manitas era en todo lo que hacía. Incluso en esas obras de saludo festivo que guardo con cariño; una de la cuales doné al MACE, junto con una elaborada escultura que me regaló en torno a mi poema ‘Vida’. Mejor, desde luego, que estén en el museo de Dalt Vila que dirige Elena Ruiz, gran amiga de la artista navarra, que en mi desordenado y modesto domicilio.

Julio Herranz con la obra que le dedicó Echarri y él donó al MACE.  | GERMÁN G. LAMA

Julio Herranz con la obra que le dedicó Echarri y él donó al MACE. | GERMÁN G. LAMA / julio herranz

Como no hace un año de su deceso, a los 93 años (y con la noticia se recordó en extenso su amplia y exitosa biografía artística y personal), prefiero contar aquí algún testimonio de primera mano de los tantos que recogí de ella. Por ejemplo, a finales de 2001, con motivo de una instalación que presentó en una galería de París: «He trabajado todo el verano preparando la instalación, y hasta me he traído cañas de Formentera para hacerla. Ha sido complicadísima de montar, porque en lugar de estar en el suelo, la he puesto en el techo de la galería, en un espacio de doce metros cuadrados», precisó Echarri, añadiendo que para la ocasión también había contado con la colaboración de Arrabal, quien había aportado «doce frases relacionadas con el simbolismo del número doce: las doce horas, los doce trabajos de Hércules...». Porque, precisó, «la intención de la instalación (titulada ‘La marelle’) es mostrar la relación entre el tiempo y el simbolismo de los números, algo que siempre me ha interesado mucho».

Diego Etcheverry, su esposo, con Isabel en su casa de Formentera.  | CARMELO CONVALIA

Diego Etcheverry, su esposo, con Isabel en su casa de Formentera. | CARMELO CONVALIA / julio herranz

Con Elena Ruiz preparando una exposición en el MACE. | D. I.

Con Elena Ruiz preparando una exposición en el MACE. | D. I. / julio herranz

Pasión por la literatura

O recordar también la ilusión que le hizo dos años antes ‘okupar’ con su obra el hermoso espacio de L’Hospitalet, recuperado para el arte por el arquitecto ibicenco Elías Torres. «El sitio me parece estupendo. Estoy encantada. Y me han mimado mucho», apuntó, añadiendo que el título de la instalación (‘Alfa y Omega’) hacía referencia a su pasión por la literatura: «Son las primeras letras del alfabeto griego. Al mismo tiempo he escogido palabras como ‘inteligencia’ o ‘prudencia’, en castellano, catalán, alemán... para expresar el sentido universal del lenguaje». Más textos que me han escrito, entre otros, mis amigos Jorge Semprún y Arrabal. O de Rafael Alberti, que pasó por Ibiza al principio de la Guerra Civil, entre otros». «Y también pondré varios libros de escultor, distintos de los que se han visto en las exposiciones que he presentado en estas islas», precisó Echarri, informándome también de que al año siguiente pasaría dos meses en Canarias preparando (junto a su marido) una gran escenografía para la Ópera de París, entidad con la que la pareja de creadores colaboraba habitualmente: «Sí, seguimos de vez en cuando colaborando con ellos. Sobre todo con obras contemporáneas o de nuevas lecturas de textos clásicos».

Francina Armengol entregándole en su casa el Premi Ramon Llull.  | EUROPA PRESS

Francina Armengol entregándole en su casa el Premi Ramon Llull. | EUROPA PRESS / julio herranz

Sin olvidar, desde luego, la que fue su última exposición, titulada ‘Vida y muerte de nuevo’ e inaugurada en la antesala del Salón de Plenos del Ayuntamiento de Ibiza en febrero del pasado año; sólo cuatro meses antes de su muerte. Muestra organizada por el MACE y que, según explicó en la inauguración Elena Ruiz, respecto a la obra en general de la polifacética artista navarra: «La dialéctica entre forma y contenido, en el caso de Isabel Echarri, es fuente muchas veces de confusión, pues el soporte es tan sustancial que se diría que sus obras son más escultóricas que otra cosa; construcciones y ensamblajes en donde la materia es en sí misma el significado. No obstante, los símbolos, muy abundantes, nutren y crean una extensa iconografía que alude una y otra vez a la vida y la muerte como un todo unitario, como un tema recurrente y casi obsesivo». También se refirió Ruiz a la materia fundamental en la obra de Echarri, el papel: «Como sustancia básica, se constituye en un signo de reconocimiento de personalidad y estilo». Un papel manufacturado que conlleva «un lento y artesanal proceso que la artista entiende como parte misma de su obra (…). Papeles de toda clase de gramajes y texturas diversas son aquí susceptibles de ser perforados, solapados, superpuestos, rasgados, doblados o recortados; y conforman un repertorio de contenidos simbólicos muy sensibles». O el color dominante en su obra, el blanco, que la artista trata «no como un color, sino como una sustancia resultante de la calcinación de la materia (…)». «El concepto blanco tiene para ella una estrecha relación con la ceniza y el polvo de un génesis, principio y fin de todo, y responde a una necesidad de figuración del mito del Ave Fénix». Más «los elementos tomados de la naturaleza, como la arena, las cañas, las ramas, las hojas secas o de pita o las fibras de palmera, nos indican la imbricación de la artista en su contexto natural, en su hábitat, en Formentera; pero al mismo tiempo son humildes componentes de una plástica que se diría se le ofrece instintivamente y que apela al universo natural, a la vida».

Pedagógico y elocuente resumen del texto que la directora del MACE entregó a la prensa para ayudar a la comprensión de la obra singular de la gran artista navarra. Algo que Ruiz suele hacer en su relación con los medios, para así evitar, en lo posible, que la información salga por peteneras debido a la mayor o menor dificultad de comunicar al respetable la idiosincrasia del arte contemporáneo. Nada fácil, desde luego, para un redactor sin formación específica.

Y termino este capítulo dedicado a Isabel Echarri con una cita de otro texto de Elena Ruiz. En concreto, de su artículo ‘Luces de Ibiza’, publicado en este diario el 14 de septiembre del pasado año, en el que glosaba y evocaba las figuras de tres grandes artistas próximos perdidos recientemente, Tur Costa, Bechtold y Echarri. Un párrafo relativo a esta última: «Fue amiga de verdad. En el último verano fui a verla casi semanalmente, de paso inventarié su obra allí guardada, siempre cumpliendo el mismo ritual de barco, autobús hasta el molino y luego a pie hasta su casa. Me gustaba llegar así, silenciosamente, como ella vivía; en el interior de sí misma. Ordené su estudio con ella sentada al lado, sin perder detalle de la posición de cada lápiz y de cada papel que tocaba y desempolvaba. Todo quedó como ella quiso. Pero cuando ella se fue no quedó ni rastro de su marcha; es como si hubiera volado muy lejos. Y ahora cuando veo sus obras siempre la veo a ella: su luz y la emoción que me causa; que no ceja».

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