Literatura

«Downton Abbey», trasladado a la literatura

Inés Martín Rodrigo

El escritor Alberto Marcos, editor en Penguin Random House, es uno de esos devotos lectores que podría presidir el club de fans de Elizabeth Jane Howard en España. A ella llegó, también, «a través de esa gran prescriptora de literatura que era Belén Bermejo. Yo soy muy anglófilo en lo literario y me acerqué a ella. Me compré todos los libros de la saga de los Cazalet porque sabía que me iban a gustar, y así fue», resume. «Cuando empiezas a leerla, lo primero que piensas es que estás leyendo un folletín, y lo digo en el mejor de los sentidos posibles: muchos personajes que se cruzan, se enamoran, se desenamoran, ponen los cuernos, tienen abortos, embarazos, se relacionan (estamos hablando de una familia de clase alta inglesa) con sus empleados… Es Downton Abbey, pero trasladado a la literatura». Aunque «ese reparto coral, esa ambientación de época, esa mezcla de drama y comedia, esconde una caracterización de personajes, una exploración psicológica y la disección de una sociedad en decadencia que es tan aguda, tan fina… Es increíble». Una virtud muy propia de los autores ingleses, que «a través de historias aparentemente banales exponen los deseos de una sociedad. Es difícil encontrarte con personajes tan reales y que entiendas de manera tan directa». Desde fuera, habrá quien piense que las de Howard son «novelitas ligeras», pero nada más lejos de su realidad literaria. «Ha habido cierto esnobismo que la ha apartado de un reconocimiento que sí ha tenido, por ejemplo, Iris Murdoch. Ya sólo el concepto saga familiar tira a mucha gente para atrás. Por otro lado, esta anglofilia que tengo yo no sé si es muy compartida aquí. Hay veces que parece que necesitamos más una literatura que sea muy profunda o muy subrayable. En cambio, este tipo de autoras sin parlamentos profundos, sin ideas trascendentales, sin un estilo rebuscado, te descubre lo oculto del mundo en el que vivimos y lo hacen sin recurrir a alardes vacuos». Por eso, aunque la novelista británica «no ha sido lo suficientemente reconocida por la crítica o las voces más literarias, es cuestión de tiempo. Los clásicos como ella acaban encontrando su hueco. Son clásicos modernos».

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