Smilja Mihailovich, La elegancia ‘Adlibitum’

La creadora y directora de la Moda Adlib, que inició su andadura en 1973 y que aún tiene continuidad, fue gran promotora y relaciones públicas de la Ibiza más cosmopolita

Smilja posa en febrero de 1989.

Smilja posa en febrero de 1989. / ALFREDO BENITO

Julio Herranz

Julio Herranz

La conocí antes de reconocerla. En mis años preperiodísticos, cuando uno trabajaba en un alquiler de coches del aeropuerto, en el lejano verano de 1974. Mi mostrador estaba frente a la salida de pasajeros y ella solía ir a menudo a esperar a gente conocida. Siempre de punta en blanco, con una elegancia algo pasada de moda para aquel lugar y aquellos años aún hippies. Y hasta a veces (si el avión tenía retraso) me preguntaba algo, en francés, y charlábamos un momento sobre lo que a ella le interesase. Por supuesto, nunca le pregunté quién era. Dada su clase y su estilo, supuse que sería relaciones públicas de algún hotel de lujo o algo por el estilo. Y no me equivoqué mucho, porque, aparte de creadora y directora de la pasarela de la Moda Adlib, Smilja Mihailovitch fue, acaso, la mejor relaciones públicas que ha tenido Ibiza. Eso sí, sólo de la Ibiza cosmopolita, guapa y amante del lujo y de la buena vida. Aunque también defendía los aspectos naturales y las tradiciones de la isla; pero con la boca más pequeña y según las circunstancias.

Pasó el tiempo, bastante, y coincidí con ella de nuevo. Esa vez ya laboralmente, pues llevaba una sección en este diario (‘Ibiza, color de rosa’) y nos veíamos de vez en cuando, comentando con risas algunos de aquellos lejanos encuentros veraniegos. Hablo ya de mediados los años 80. Y hasta puedo decir que, a pesar de que nuestros mundos, aficiones y gustos estaban en las antípodas, nos teníamos una cierta simpatía mutua, pues le gustaba la poesía, la cultura y el arte en general. Hasta llegó a invitarme a una comida en su casa del Paseo Marítimo, en compañía de mis queridos amigos Llanos Lozano y Antonio Colinas. Algo en principio insólito, en apariencia, pero que nos resultó bien agradable a los cuatro. Y es que la llamada ‘princesa’ Smilja (título falso, que ella se tomaba con ironía y hasta coquetería) tenía facetas que no eran del dominio público; las más atractivas a ojos de ciertos curiosos, como uno, de tipos humanos que se salen de lo previsible y convencional. Tal fue el caso de otro personaje singular y especial, que coincidió por un tiempo con ella en la isla, compitiendo de alguna forma en glamour y protagonismo en los medios: Elmyr d’Hory, el famoso falsificador de pintores celebres, al que traeré pronto a esta serie, pues ambos tenían algún que otro punto en común. Aunque no se les pudiera llamar amigos, precisamente; y hasta se les notase a ratos algo de rivalidad por ver quién de los dos brillaba más.

«Me preparo para vivir otros 75 años»

Curiosidad por mi parte que hizo que en el verano del 93 le dedicase mi sección de este diario ‘Retratos de papel’, a la que ya he recurrido con otros protagonistas de esta serie. Tenía entonces 75 años, y ante mi pregunta sobre cómo le gustaría que Ibiza la recordara, respondió en un tono casi ofendido, tan suyo: “Pero por favor, si me preparo para vivir otros 75 años; cómo quieres que piense de qué manera me va a recordar Ibiza... Yo no puedo desear más que lo que hay, y ello me satisface plenamente”, confesó mirando complacida el campo de golf de Roca Llisa, en cuya cafetería le hice la entrevista, acompañado del fotógrafo Rafa Domínguez, quien supo tratarla con tacto y delicadeza para que aceptara sus sugerencias de posado. Pero, ay, pobre Smilja, aquel futuro optimista que anhelaba se truncó de forma abrupta un año y tres meses después, en noviembre del 94, cuando murió (de un infarto, si mal no recuerdo) mientras esperaba en su casa un taxi para ir al aeropuerto. Arreglada para otro de sus frecuentes viajes; éste sin retorno.

Martín Osborne junto a la ‘princesa’. | D.I.

Martín Osborne junto a la ‘princesa’. | D.I. / julio herranz

Su legado de la famosa Moda Adlib sigue en marcha; aunque no sé si las nuevas generaciones saben que fue ella quien la creó y le dio un impulso que llegó bien lejos. Porque ni siquiera entonces era fácil saber realmente quién era Smilja Mihailovitch. Por mi parte, en el ‘perfil’ de la entrevista, le pregunté si podía darme algunos datos personales para que los lectores supieran algo más de su vida y obra: “Algo revueltos y sin orden, son estos: su signo del horóscopo es cáncer. Es viuda y sin hijos. Su marido fue diplomático. Es licenciada en Historia y Letras por la universidad de la Sorbona de París. Habla siete idiomas. Toca el piano; juega al golf (tiene en su haber algún trofeo) y ha ganado algún premio en natación. Para las comidas prefiere el vino blanco, pero no bebe otra clase de alcohol. Llegó a Ibiza en el verano de 1960 y en 1973 se lanzó a la aventura de la Moda Adlib con una ilusión que veinte años después aún no ha perdido”. Datos que, entonces, ni intenté averiguar si serían ciertos o no; aunque sospeché que no del todo.

La vida social de Smilja Mihailovich fue muy intensa. | D.I.

La vida social de Smilja Mihailovich fue muy intensa. | D.I. / julio herranz

Y no me equivoqué, porque bastantes años después (ya no recuerdo la fecha) se puso en contacto conmigo una periodista de Serbia que estaba escribiendo una biografía sobre ella; y en la larga charla que tuvimos, sus referentes no se parecían mucho a lo que Smilja me había contado. Entrevista que olvidé pronto, pues en mis años de periodismo activo solía atender, a veces, a este tipo de peticiones. Y es que al vivir uno tantos años en una isla tan famosa, conociendo a tanta gente reconocida y tal, tuve que aguantar algunos que otros ‘marrones’ por no hacerle el feo a colegas de la profesión. Y a pesar de estar jubilado ya hace unos años, aún me pasa; sólo que ya me los tomo con más calma y atiendo sólo a los que me caen bien; por supuesto.

Bueno, pues todas las dudas que llegué a tener sobre quién era en realidad Smilja Mihailovitch, las he resuelto en un rato buscando por la red. Encontrándome en algunos medios los datos que uno hubiera querido entonces saber al respecto. Así me he enterado de que aquella periodista serbia se llamaba Gordana Cirjanic; que efectivamente escribió el libro de la biografía de nuestra amiga, que se titula ‘Las siete vidas de la princesa Smilja’ y que según algún lector periodista es “fascinante”. Así que voy a intentar buscarlo. Ah, y otros datos aclaratorios: el popular personaje nació en Serbia en 1918, y su nombre de pila fue Dory Osjecani. Toma ya. Te quedas a cuadros.

En fin, para no marear más al lector sobre sus otros posibles enigmas, terminaré el capítulo copiando el párrafo final del ‘perfil’ apuntado en la entrevista que le hice en aquel lejano agosto de 1993, que titulé (creo que justamente) ‘La seducción como arte’: “Se muestra satisfecha de su vida; una vida que dice haber aprovechado en todos los sentidos y con todos los sentidos. Y confía en seguir haciéndolo por mucho tiempo. Una esperanza en la que tiene bastante que ver la confidencia que le hizo un Premio Nobel acerca de que en un plazo de diez años habría una píldora, al alcance de todos los que tengan genes positivos y buen rollo, que retrasará el envejecimiento hasta límites insospechados. Como si se tratase de una selección moral. No sé yo qué pensar de tal optimismo. Siempre me ha resultado un poco antipática y simple la teoría de la felicidad que esgrime el libro ‘El mundo feliz’ de Aldous Huxley. Pero eso es otra historia”.

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