Semana Santa en Ibiza

Recogimiento tras el vendaval en Ibiza

Tras los coletazos de la borrasca Nelson, miles de feligreses asisten en Vila al Vía Crucis, por la mañana, y a la procesión del Santo Entierro, por la noche, en la que el paso de La Dolorosa salió por primera vez desde la iglesia de Santo Domingo

Procesión de Viernes Santo en Ibiza (2024)

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

«Ay, como sople el viento», comentaba un cofrade del Santo Cristo de la Agonía poco antes de que partiera el Vía Crucis desde el templo de Santa Creu y empezara a correr el reloj del Viernes Santo. Pero no, apenas se notó y, además, no hizo nada de frío: 20 grados. Marzo volvió a mayear y aquí no pasó como en Sevilla, donde la lluvia impidió celebrar la ‘Madrugá’.

El obispo, Vicent Ribas, llegó a la iglesia a las 8.45 horas y, primero arrodillado, rezó ante la casa santa, como cientos de feligreses más, hasta que a las 9 horas cuatro cofrades colocaron sobre el presbiterio, en vertical, los 80 kilos de la cruz del Cristo de la Agonía, que reposó sobre un almohadón para que su madera no crujiese al golpear el suelo. Comenzaba entonces la primera de las 14 estaciones (Jesús es condenado a muerte).

La procesión partió a las 9.10 horas y llegó a la catedral en torno a las 10.45 horas. Cuatro personas (a veces cofrades que se relevaban, otras «el pueblo») lo portaron hasta Dalt Vila. La segunda estación (Jesús carga la cruz), como manda la tradición, tuvo lugar en el paseo de Vara de Rey, junto al reloj, donde el obispo leyó el texto. Medio millar de feligreses avanzaron en silencio por el paseo hasta entrar en la calle Rimbau, en cuyo cruce con la de la Cruz y la de Guillem de Montgrí volvieron a detenerse para completar la tercera estación (Jesús cae por primera vez). Justo en esa esquina, a unos cuatro metros del suelo, se encuentra una placa de cerámica que conmemora el 200 aniversario (celebrado el 8 de octubre de 2011) de la llegada a Ibiza del Santo Cristo del Grao, representado también en una cerámica protegida por una hornacina. Siguieron luego en silencio, roto durante unos minutos por el estruendo del ‘Thunderstruck’ de AC/DC que animaba la salida de la prueba de bicicleta de montaña.

La Dolorosa, en Santo Domingo

Tiempo después, la procesión pasó frente a la iglesia de Santo Domingo, donde a sus puertas aguardaba, erguida, la imagen del Santo Cristo del Cementerio, engalanada con lirios y rosas blancas. Dentro, ya decoradas, estaban otras dos imágenes que por la noche partieron desde allí para integrarse en la procesión del Santo Entierro. Por una parte, el Eccehomo, como siempre; por otro, la Dolorosa, ya adornada desde primeras horas de la mañana por lirios y rosas blancas depositados a sus pies. Es el primer año que esta última imagen sale desde Santo Domingo (siempre lo hace desde la catedral, en penúltimo lugar). Debido a las obras del principal templo de Ibiza, se quedó allí desde el Viernes de Dolores.

Al llegar a la catedral, y tras el besamanos, los miembros de la cofradía procedieron a montar el Cristo de la Agonía en la peana y a preparar el trono (con lirios blancos y violetas y rosas rojas) para la procesión del Santo Entierro. Mientras, el resto de cofradías decoraron sus pasos con motivos florales. Para La Piedad, un paso de 600 kilos portado en andas por 16 cofrades, emplearon 1.500 claveles blancos, tres docenas de rosas rojas, 60 crisantemos y seis hortensias.

Para La Piedad, un paso de 600 kilos portado en andas por 16 cofrades, emplearon 1.500 claveles blancos, tres docenas de rosas rojas, 60 crisantemos y seis hortensias

En torno a La Esperanza, que estrenaba mantos en esta Semana Santa, colocaron con cuidado durante la mañana 300 iris, 50 lirios, 225 rosas blancas, rosas y rojas (75 de cada color), 60 rosas blancas ramificadas, un pomo de paniculata y 30 margaritas. Llevado a costal por 16 mujeres, lo que más llamaba la atención eran sus flores con pétalos de delicada cera blanca, dos ramos grandes y seis pequeños, una obra artesanal de esmerada factura que fue encargada en Andalucía y que lució al frente de este paso.

Gerberas rojas, dalias, clavelinas y lirios fueron colocados en torno al Cautivo, mientras los cofrades crearon una ancha faja de claveles rojos alderedor de la urna acristalada del Cristo Yacente. Dos millares de flores, como manda la costumbre. El Jesús del Gran Poder, que este año se lleva a costal, fue engalanado con claveles rojos, lirios y hortensias.

El baldaquino de Santa María ha sido desplazado hasta la capilla central

Quienes entraron en la catedral pudieron comprobar cómo ha cambiado tras las obras, aún sin concluir. Lo que más llama la atención es que el baldaquino de Santa María ha sido desplazado hasta la capilla central, de manera que queda un presbítero muy amplio. La escalera también ha sido recortada cuatro metros, lo que permite «16 bancos más para los fieles», explicó a esta redacción el obispo. Según Vicent Ribas, aún quedan por instalar tres vidrieras en sus respectivas capillas, así como hacer hueco «al nuevo órgano», obra que se iniciará en octubre con la esperanza de que en diciembre ya pueda sonar para los fastos del 25 aniversario de la proclamación de Ibiza como Patrimonio de la Humanidad. Han recuperado la cátedra, pero han retirado el retrato del obispo Huix porque estaba lleno de carcoma, y eso que ese cuadro de David López Ribes sólo tiene ocho años de antigüedad.

Tras la adoración de la Cruz (a la que los fieles besan, tocan o hacen una reverencia mientras es sostenida por el obispo), Vicent Ribas recordó que comenzaba un «momento de recogimiento, de fervor, de oración».

Una saeta dentro de la catedral

Y dio paso a Verónica San Juan, que cantó una saeta en el interior de la catedral. Ella se lo había pedido hace tiempo: «Era una promesa por la salud de mi hija, que ya está bien», explicó una emocionada San Juan, que canta coplas habitualmente. La de ayer fue su primera saeta.

Comenzó la procesión. La primera en salir de la Catedral fue la imagen del Jesús Cautivo: «Suave, elegante, señores. Menos pasos. Elegantes, sabéis», dirigía el capataz a los cofrades, que lo bordaron para pasar, primero, el estrecho pasillo del Museo Diocesano y, luego, bajo el arco de la puerta sin rozarlo, plegadas las piernas y la espalda durante unos dolorosos segundos.

Luego llegó el turno al Jesús del Gran Poder, madera de cedro policromado obra del escultor Jesús Méndez Lastrucci, que junto al paso pesa unos 550 kilos. Es llevada a costal por 21 cofrades dirigidos por el capataz Juan Bastida, para quien los peores momentos son la salida de la catedral, la travesía del Patio de Armas y la infinidad de cables que hay que salvar. A veces, levantarlos con un palo no es suficiente, por lo que los pasos tienen que maniobrar para sortearlos. En la calle Major, por ejemplo, se suceden varios en pocos metros (hasta cuatro seguidos), un vial que deja poco margen por ser muy estrecho y porque, además, allí se agolpa mucha gente (todo el recorrido estuvo atestado, especialmente la zona del Mercat Vell). Eso sin contar con otro obstáculo peligroso: las farolas. Del templo, la imagen del Jesús del Gran Poder sale primero de costado, para que la cruz no roce el órgano.

Más tarde, el Cristo de la Agonía, llevado en andas por una docena de cofrades. Para salir, casi tienen que ponerse en cuclillas, un esfuerzo premiado por el aplauso de los congregados en la plaza. Delante de ellos iba una decena de legionarios.

Portada en andas por 16 cofrades, el Santo Cristo del Cementerio aguardó la llegada de la procesión a la entrada de la plaza de España, junto a Can Botino. Un poco más abajo también esperaban sumarse a ella los portadores, en andas, del Eccehomo. Y por primera vez, la Virgen de los Dolores salió de la iglesia de Santo Domingo.

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