Opinión

La punta del iceberg de la violencia machista

El 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia sobre la Mujer, sirve cada año para visibilizar las demoledoras consecuencias del machismo estructural de nuestra sociedad, que alcanza su expresión más dramática en los asesinatos de mujeres y sus hijos por parte de hombres con los que tienen o han tenido una relación de pareja, y que las consideran de su propiedad. Uno de estos crímenes ocurrió el 3 de junio en Ibiza: Kamil Archane, de 26 años, tiró por el balcón del cuarto piso de un hotel a su pareja, Elena Livigni, de 21, y después se suicidó arrojándose al vacío. Ni siquiera dejó a la familia de la joven el consuelo de que fuera juzgado y condenado.

Las cifras conocidas sobre violencia machista son sólo la punta de un iceberg que permanece oculto, pero es de tal magnitud que afecta a una gran parte de la población, tanto a mujeres y menores de forma directa como a sus entornos. La Oficina de la Dona de Ibiza ha atendido este año a 510 mujeres víctimas de violencia ejercida por hombres con los que tenían o habían tenido una relación de pareja, y a 46 hijos menores, lo que representa un aumento del 17% respecto a 2020. El Juzgado de Violencia sobre la Mujer de la isla ha registrado 288 denuncias de violencia de género en el ámbito de la pareja o expareja en los seis primeros meses del año y hay 385 casos con seguimiento policial en las Pitiusas.

Pero los casos que llegan a los juzgados, los cuerpos policiales o la Oficina de la Dona solo son una mínima parte de los que hay en realidad, porque la mayoría de las víctimas no denuncian por vergüenza, sentimiento de culpabilidad, dependencia emocional y/o económica del agresor o falta de recursos y salidas. A menudo, están tan destrozadas que ni siquiera son conscientes de que son víctimas. O no se lo quieren ni plantear.

El confinamiento y las restricciones a la movilidad y la vida social han provocado una caída de las denuncias y los casos de malos tratos en el ámbito de la pareja, por dos motivos: por una parte, las mujeres han tenido menos oportunidades para pedir ayuda, al estar encerradas con su maltratador, y por otra, las circunstancias favorecían la sensación de control del agresor sobre la víctima. La progresiva normalización de la vida social tras el momento más crudo de la pandemia provoca que estos casos afloren de nuevo.

Pero la violencia machista va mucho más allá de la que ejercen hombres sobre sus parejas o exparejas, y que sufren directamente sus hijos de forma dramática y con graves secuelas. También es la de los puteros que pagan por poseer a mujeres, víctimas de redes de tráfico de personas y explotación sexual. Mujeres esclavizadas e invisibles cuya existencia y sufrimiento ignoramos, que no pueden pedir ayuda y están absolutamente desamparadas en el infierno. Los hombres que consumen prostitución y pornografía son cómplices de estos negocios basados en el tráfico de mujeres y en su explotación sexual, y hay que señalarles de forma clara: la destrucción física y psicológica de estas mujeres se sostiene gracias a que ellos están financiándola.

Las violaciones y abusos sexuales son otra expresión de la violencia hacia las mujeres, que es la base del patriarcado. Sólo llega a los juzgados una mínima parte de los casos, y a menudo las mujeres que reúnen la valentía para denunciar se topan con que ellas son las cuestionadas, o con sentencias injustas e incomprensibles que son una manifestación más de la violencia machista estructural de nuestra sociedad, y que también ejercen las instituciones.

Tomar conciencia de la gravedad y magnitud del problema, de sus catastróficas consecuencias, que sufre de forma directa gran parte de la población, es fundamental para impulsar cambios. Del mismo modo, es preciso dar prioridad a una educación en igualdad que impida que esta cultura del dominio masculino siga perpetuándose, pues son alarmantes los datos que revelan que adolescentes y jóvenes mantienen y hasta acentúan roles y comportamientos machistas.

Plantar cara a la violencia machista es una obligación de la sociedad, porque es defender los derechos humanos.

DIARIO DE IBIZA