Pobreza

Infraviviendas en Ibiza: Un paseo por la Sociedad de los Palés

Los asentamientos de trabajadores de temporada que no pueden acceder a la vivienda se han multiplicado por toda la isla

Uno de ellos está situado detrás del Recinto Ferial, donde un grupo de hombres que se organiza para vivir con la mayor dignidad posible

Bienvenidos a los 'slums' de Ibiza

Una chabola con palés y una tienda de campaña básica en la que está durmiendo un hombre.

Una chabola con palés y una tienda de campaña básica en la que está durmiendo un hombre. / D.V.

David Ventura

David Ventura

En solo dos meses, en el solar que hay detrás del Recinto Ferial, junto al segundo cinturón de Ibiza, se ha levantado un campamento de chabolas hechas con palés y cubiertas de lona. Uno más de las decenas de asentamientos que se extienden por la isla. En este conviven medio centenar de personas, aproximadamente, y como en todas las comunidades humanas, hay una organización, grupos, ritos y clases. Este es el resultado a una visita que se realizó ayer miércoles, a las 9 de la mañana.

Esta comunidad esta compuesta íntegramente por hombres y en su gran mayoría, saharauis. Para el visitante, la primera división radica entre los que abandonan el poblado con prisa y los que se quedan en sus tiendas tomando el primer té de la mañana. Entre los del primer grupo hay dos hombres que se marchan casi a la carrera y que apenas tienen tiempo para atenderme. «Nos acaban de avisar de que están contratando gente en un hotel y vamos hacía allá», me dicen. ¿Dónde está el hotel? Me señalan los bloques de pisos de la ciudad, que se extienden al otro lado del primer cinturón de ronda, y desaparecen.

También tiene prisa Bomba Laamer. No quiere llegar tarde al desayuno que ofrecen en Cáritas, pero se toma cinco minutos para atenderme y enseñarme su chabola: «Me la he hecho yo solo», presume. Es una estructura hecha con palés y recubierta con plástico. Un pareo de playa hace de puerta. Llegó a Ibiza hace cuatro meses y estuvo pagando 300 euros por una cama. Pero llegó el mes de mayo, le duplicaron el alquiler a 600 euros y se tuvo que venir a este solar: «Estoy contento con la jaima que me he hecho, pero estaría bien vivir en un sitio más decente».

Hay tiendas y tiendas

Laamer es saharaui, como la mayoría de sus vecinos. Es lo habitual: las personas que tienen orígenes comunes, comparten información y se indican los lugares en los que estarán seguros y se encontrarán gente afín.

Las zapatillas se dejan junto a la entrada.

Bomba Laamer muestra la que será su casa durante este verano. / D.V.

En esta sociedad están los que acaban de llegar, que se tienen que conformar con lo que primero que se encuentran, y los que están más estabilizados y se han podido construir una chabola con un mínimo de comodidades. En el primer estadio, lo habitual es dormir en una tienda básica de Decathlon, de las que cuestan treinta euros. Pero nadie quiere quedarse en ellas, ya que todos aspiran a tener una casa, o un remedo de casa.

«En verano, en esas tiendecitas, te mueres de calor. Aquí, en nuestra jaima, corre el aire y se está mejor», comenta Mohammed, que comparte chabola con dos hermanos: Ahmed y Alí. Otra constante es que a su infravivienda no la llaman «chabola» o «barraca», sino que prefieren usar el término jaima, que es como se les llama a las tiendas de los habitantes nómadas del desierto. Una forma, también, de darle una dignidad a su alojamiento.

«Aquí hay gente muy buena con los palés. Nos juntamos un grupo y en un par de días podemos tener algo donde dormir», me dicen. De hecho, el campamento no para de crecer y se pueden ver algunos palés recién colocados, el esqueleto de una futura chabola.

La importancia del teléfono

Mohammed y Alí están sirviéndose el té con parsimonia. Todavía no tienen trabajo pero están en ello, y para lograrlo el teléfono móvil es imprescindible. «Nos pasamos el día enviando currículums», comenta Mohammed. ¿En papel? «No, lo tenemos en el teléfono móvil y lo enviamos por correo», dice mostrando el extenso listado de direcciones que tiene en la pantalla. Estar sin teléfono te convierte automáticamente en un paria, y por eso es básico tener siempre la batería cargada.

«Esto es muy importante», comenta Ahmed mientras sostiene una batería que recarga teléfonos: «Viene gente de todas las tiendas a cargar sus móviles aquí». Tener esta batería te convierte en alguien relevante dentro de esta comunidad.

Una tetera calentándose con carbón.

Interior de una de las chabolas, con un suelo de césped artificial. / D.V.

Vestir bien

Pero en este universo de precariedad, si existe una aristocracia es la de aquellos que han conseguido un trabajo en un hotel o en una empresa en la que pueden ducharse y lavarse la ropa. Ir limpio y con la ropa impecable te confiere una dignidad que hace que, aunque tengan que pernoctar en el campamento, uno ande con la espalda erguida y tranquilo.

Es el caso de Abdel, que trabaja en un hotel y este es su segundo verano en la isla, aunque el primero que vive en una chabola. El año pasado, lo hizo en un piso patera: «Alquilé una cama por 380 euros al mes. La cama estaba en el comedor. En ese piso éramos doce personas, un montón de gente», recuerda. Una convivencia que se antoja imposible, aunque Abdel señala que «todo el mundo trabajaba» y casi nunca coincidían los doce. «Pero vamos, que fácil no era», afirma.

Este año intentó volver al mismo lugar, pero le dijeron que no quedaban camas libres: «Lo hablé con compañeros y me dijeron que me viniera aquí. Me ayudaron a construirme la casa con palés y aquí estamos». Abdel también cuenta con una batería de coche que le sirve para alimentar una placa solar que le proporciona luz. Tiene un pequeño hornillo y una minicocina, aunque tiene claro que «esto es solo para dormir y ya está». Los inviernos los pasa en Alicante, donde está su familia y trabajó de empaquetador en un supermercado, aunque en Ibiza hace de ayudante de camarero.

El esqueleto de una nueva chabola, levantado con palés.

El esqueleto de una nueva chabola, levantado con palés. / D.V.

Mientras hablamos se acerca un chaval muy joven, se llama Ahmed y tiene 19 años. Está escuchando música con los cascos —dice que le gusta Bad Bunny— y trae una bolsa con barras de pan que ha comprado en un supermercado cercano. Sonríe y tiene un aspecto impecable, se nota que trabaja también en un hotel. «Es mi primer año aquí. Estoy de ayudante de camarero. Mis padres viven en Sevilla y me he venido a ver si se podía ganar algo», dice risueño. Comenta que lo peor es el calor. Y lo mejor… se lo piensa: «Quizás el trabajo. Me gusta el hotel».

Abdel comenta que la policía se acerca habitualmente por el campamento, pero que de momento no han tenido ningún conflicto: «Se pasan de tanto en tanto y preguntan, pero como aquí no hay ladrones, vienen y se van, no tenemos ningún problema con la policía».

Lo que le preocupa es que en un futuro el Ayuntamiento los quiera desalojar de aquí, como ya ha empezado a suceder en el solar cercano de sa Joveria. «La mayoría de todos nosotros tenemos el trabajo en la ciudad de Ibiza o cerca. No tenemos vehículo propio. Si nos obligan a desmontar y a irnos a otro sitio, será un problema», y como si me quisiera convencer, comenta: «Aquí no molestamos a nadie, y cuando se acabe la temporada nos vamos y ya está».

Algunas de las muchas infraviviendas que se pueden encontrar.

Algunas de las muchas infraviviendas que se pueden encontrar. / D.V.

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