Opinión | Para empezar

Bienvenidos a los ‘slums’ de Ibiza

‘La ciudad de la alegría’. Fue en el libro de Dominique Lapierre, de adolescente, cuando conocí la realidad de quienes viven en los márgenes de la sociedad. Trabajadores, familias, abocadas a vivir en la calle, sin más resguardo (con suerte) que una vieja lona cuando arrecian las lluvias, cocinando en un hornillo, durmiendo siempre con un ojo abierto. Pero eran cosa de Bombay, de las afueras de Marrakech, de las favelas de Río de Janeiro, de la puerta de atrás de Dubái, de Dacca, de Kibera, de la haitiana Ciudad del Sol... Eran cosas de lejos, de los que conocíamos como países en vías de desarrollo, cosas que pasaban allende los mares y continentes.

Con los años viajé, vi algunos de esos poblados, auténticas sociedades, de chabolas,y me llevé las manos a la cabeza por la normalidad con la que todos, quienes vivían en esa situación y quienes lo observaban desde su posición de privilegio, lo asumían. Pero eran cosas de lejos, de otras sociedades y otras culturas.

Pues bien, aquí los tenemos. Los slums de Ibiza. Miles de personas viviendo en los márgenes de la ciudad. Durmiendo en tiendas de campaña que en las horas centrales del día son auténticos hornos, duchándose en Cáritas, en el trabajo o en un gimnasio, calentándose la comida o el té en un camping gas, usando el pino más escondido como váter, temiendo que los echen, dejando día tras día sus pocas posesiones al alcance de cualquiera, pagando dinerales a piratas de la infravivienda por ocupar un trozo de terreno en el que malvivir o un coche de desguace aparcado en cualquier solar olvidado en el que maldormir.

No es Bombay, no es Dacca, no es Kibera, no es Río de Janeiro. Es Ibiza. La isla del lujo, donde el menú más caro del mundo es más barato que el alquiler de una habitación, donde un sueldo medio no te garantiza una vida media. Lo sabemos. Lo vemos todos los días. Lo leemos en este diario. Y ahí estamos todos, unos tapándose los ojos, fingiendo que eso no pasa, otros, normalizándolo. Que una persona con trabajo viva en un coche, una tienda de campaña o una chabola no es normal. Bienvenidos a los slums de Ibiza.

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