Último día de medieval en Ibiza, último día de compras

Eivissa Medieval ofrece diferentes oportunidades, tanto a quienes visitan la isla, como a quienes habitan en ella. Llegado el último día, hay quienes sólo miran, quienes sólo compran un aperitivo o quienes se dirigen a puestos concretos.

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ha llegado el final de la Ibiza Medieval, el final de unas intensas jornadas para aquellos que han venido desde la Península a vender sus mejores productos y para aquellos que han traído la fiesta a los callejones y callejuelas del casco histórico, y han participado en la conmemoración de los 25 años de Ibiza como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Todavía no hay cifras sobre cuánta gente ha visitado durante estos días Dalt Vila, pero quienes se hayan visto tentados de pasar por allí y se hayan dejado llevar por la esencia del Medievo, no dudarán de que ha sido mucha. Desde primera hora de la mañana seguía siendo evidente el interés de ibicencos y turistas por disfrutar de la última oportunidad, ya fuera por «mirar» o por hacerse con algún «recuerdo».

Precisamente la gran cantidad de personas con las que se ha cruzado Gloria, es la única pega que pone a su visita a Ibiza, que era «la única ciudad de España» que le quedaba por ver, según cuenta. Ha venido con su amiga Merche desde Madrid y, aunque estuvieron el pasado martes en Vila y vieron el montaje del mercado, han esperado hasta hoy para visitar los puestos. En los muchos viajes que hace Gloria «nunca» compra comida, pero en esta ocasión se lleva: «El licor de hierbas, porque es casero; la sobrasada, porque nos encantó que no fuera muy grasienta y el pan de higos...». A pesar de que estos productos los compraron antes de visitar la feria, afirman que si hubieran llegado primero a Ibiza Medieval, los hubieran adquirido ahí. Ahora están a punto de empezar su visita y no saben lo que encontrarán pero, «si surge», están «abiertas» a comprar más. A Gloria le gustaría que cayese «una falda larga». Merche, en cambio, afirma con simpatía: «Si veo algo que me gusta lo cojo, y si no, pues nada».

Matar el hambre

Merel y Demi también están de visita en Ibiza, donde van a pasar siete días. Ambas desconocían la existencia del medieval, aunque la madre de Merel les avisó de que dieran una vuelta por el centro si querían ver algo «bonito». Y, sin duda les ha gustado, sobre todo tienen interés por los tenderetes que muestran joyas. De momento Demi ha comprado unos pendientes, aunque también «comida», responde señalando un trozo de coca que tiene en la mano. Además ha visto una «pulsera de unos cincuenta euros» que aún tiene en mente, por si vuelve a por ella. Su amiga Merel está igual, duda sobre una pulsera con pedrería que ha visto por 18 euros y está pensando si comprarla: «No es caro si quieres una buena pulsera», afirma, autoconvenciéndose. Ambas consideran que aún no lo han visto todo, por lo que de ello «depende» si van a comprar algo más.

También con un aperitivo en mano, Patrick y Alina cuentan que han «aterrizado aquí por error». Acaban de llegar de Alemania y están haciendo tiempo para poder «entrar en el hotel». Patrick cuenta que no ha dormido en toda la noche y por este motivo no tiene pensado comprar nada más, sólo quiere hacer el «check in y dormir», asegura.

«Sólo mirar»

No sólo dormir, pero sí hacer un registro de entrada (algo diferente) es lo que esperan dos amigas murcianas que miran collares en un puesto de Vara de Rey. Han perdido el vuelo que tenían esta mañana y la broma les ha costado «300 euros», señalan sobre los billetes de vuelta a casa que han conseguido para dentro de unas horas. Por este motivo no esperan comprar nada, aunque ya que están aquí, como apuntan, igual caen unos pendientes.

Las joyas de plata son lo que más interesa a Marina y Eli, ibicencas a las que les gusta mucho el medieval,a pesar de que hayan decidido no comprar nada este año. El motivo principal son «los precios», aunque en ocasiones anteriores estos no suponían un impedimento para adquirir algo de queso envasado al vacío o algún brazalete de plata. Eli cuenta que a ella no le gusta probar o comprar comida que no le dé una cierta seguridad, porque no acostumbra a consumir en lugares en que los alimentos parezcan estar muy expuestos al ambiente.

Así ha sido la Inauguración de la feria Ibiza Medieval 2024

Estela Torres

También en busca de alguna joya van Sandra y Mary, que vienen de Edimburgo. Saben de la existencia del medieval por una excursión que hicieron hace unos días, y hoy las dos llevan a cabo una visita más detallada, aunque no saben si subirán hasta la Catedral.

Por el contrario, Catalina no viene con la idea de comprar, pero a veces le llaman la atención «la bisutería, los panes tan auténticos o algún queso», explica. Al preguntarle si planifica qué puestos visitar y si sigue un orden para hacer las compras, con tal de evitar llevarlas todo el recorrido, asegura que es algo que no le condiciona. Hoy acaba de llegar y, por ahora, insiste en que sólo viene «a mirar».

Visitas programadas

Además de quienes caen en el medieval por cuestiones de azar o quienes se acercan a ojear, están aquellas personas que han programado su visita a Ibiza Medieval. Juanaina Pons ha venido a pasar el fin de semana en la isla para no perderse el mercadillo, en el que está por primera vez y que le está «gustando mucho». Ha venido desde Mallorca con un grupo de 20 personas que se dedican al oficio artesanal de encaje de bolillos, porque les animó su profesora. Por este motivo viene de visitar un puesto que también trabaja con bolillos y ha estado hablando de «técnicas» que, asegura, no son diferentes de una isla a otra, y han intercambiado contactos. Pertenecen a la Asociación de Encajes y Bordados y han hablado sobre un encuentro general que tendrá lugar próximamente. Tras esta visita se ha acercado a los puestos y acaba de comprar un llavero de castanyoles «para regalar a una cuñada que hace baile mallorquín, y como son castañuelas diferentes...», insinúa. No ha comprado nada más pero tal vez caiga «alguna pequeña cosa», afirma.

Para Ana Fernández y su madre, la llegada del medieval es un momento «muy bonito», cuentan. A pesar de que a lo largo del año visitan Dalt Vila en algunas ocasiones, este acontecimiento les permite: «Volver a subir, ver los puestecitos y encontrar a gente que no vemos durante el año», detalla la hija. Como les gusta mucho, tratan de llevarse siempre «un recuerdo», que la mayoría de veces es comida. Optan por quesos: «Diferentes a lo que compramos en el día a día», asegura. El medieval también les sirve «un poco de excusa» para acercarse a las monjas de clausura que «hacen sus postres, hay bizcochos, rubiols, orelletes, cocas de diferentes sabores... Y siempre es bonito verlas una vez al año», afirma Ana, como un motivo para «hacer más especial este momento».

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