Visita de los usuarios de residencias

La música medieval, «una alegría» para los mayores de Ibiza

La segunda jornada de Eivissa Medieval 2024 ofrece espectáculos musicales y una ruta entre los puestos de la calle de las Farmacias a los más mayores de la isla. Más de 75 voluntarios acompañaron a unos 150 adultos procedentes de seis residencias de Eivissa entre las diez y las doce de la mañana.

Visita de los mayores a la feria Ibiza Medieval

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ibiza

Cuando empieza a sonar una de las gaitas del grupo Upsala Medieval, el público de la plaza del Parque se anima. Hoy también es especial. El día anterior, los más pequeños de Vila habían disfrutado de una programación personalizada con motivo de la inauguración de Ibiza Medieval, y ahora les toca a los más mayores. Esta mañana se espera a más de 150, procedentes de seis residencias de la isla.

Durante la actuación del grupo, hay quienes cuchichean y quienes aplauden al son de la música. También algunos se comen un bocadillo, que forma parte del pícnic que se les ha proporcionado. Una mujer tararea. No es la única, pero despierta la curiosidad. Lleva una gorra azul marino, como las que han repartido a los asistentes, de recuerdo, junto a una camiseta. Más cerca de ella se aprecia que su entonación difiere de la melodía medieval que tocan cinco hombres en el escenario. Se llama Isabel Salamanca Ruiz y está sentada junto a dos compañeras de la residencia. Le supone «una alegría muy grande» estar allí, pero le gustaría escuchar una jota, que es lo que canta, dice. La música le recuerda al folclore de su tierra natal: «Las Pedroñeras, en Cuenca».

Alegrar a los más mayores

Isabel también tiene ganas del paseo por la calle de las Farmacias, que será el siguiente paso de su visita a Vila. Suelen venir todos los años al mercadillo medieval y a ella le gustan «todas las cosas», pero como no se puede llevar todas, se conforma «con cualquier cosica», apunta. El año pasado compró una pandereta en el puesto de los ibicencos, porque en la residencia cantan y bailan y le «da gusto», afirma.

«Esto es para ellos. Toca un poco el alma», cuenta Sara Barbado, concejala de Infancia, Igualdad y Mayores del Ayuntamiento de Ibiza. «Sacarles de las residencias, que socialicen, que también es importante... Que les dé el aire y que vean cómo se ha quedado la ciudad, por y para ellos», responde sobre el objetivo de esta actividad.

La plaza presenta un aspecto diferente esta mañana. Hay sombrillas y sillas que colocan un grupo de 75 voluntarios de la Asociación Voluntaris d’Ibiza, según cuenta Juan Sillero, su presidente.

En años anteriores, los mayores disfrutaban de su día medieval en la plaza de es Martell, donde «llegaban los autobuses y había unas carpas preparadas para ellos», cuentan unos voluntarios. De ellos, algunos consideran que allí «era un poco más sencillo para movilizar a los mayores». Este año se ha optado por la plaza del Parque «porque hemos centralizado todo en esta zona, también por tema de sombras y por logística», señala Barbado, antes de apuntar: «Lo que nos preocupaba era que hubiera sombra y sillas».

«Al final ha venido más gente de la programada, además de gente del municipio», informa la concejala, teniendo en cuenta que este año «han venido muchas más personas con movilidad reducida que el anterior». Para ellas han facilitado autobuses y taxis desde el Consistorio: «Hay gente que hace un año que no bajaba a Vila», cuenta Barbado.

No hay edad para la emoción

De camino a la calle de las Farmacias, una mujer con movilidad reducida le explica a la voluntaria que le lleva que su hijo trabaja por allí cerca y le pide si podrían acercarse. No muy lejos, un señor detalla a quien le acompaña: «Hoy hace 60 años que me casé», y en el puesto de ‘Eines y feines’, una mujer le pregunta a la payesa allí sentada: «¿De dónde es?», y mantienen una breve conversación sobre sus pueblos. Parece que salir del entorno habitual ha liberado las emociones más íntimas de los mayores. Como a Rina, una mujer italiana con alzhéimer, que sonríe y afirma: «¡Qué bonita!», sobre la mañana que está pasando. Ver una melena rubia le ha hecho recordar el pelo de su madre.

Más adelante, Maruja responde: «No recuerdo», al preguntarle por su edad y, al lado, su hija contesta: «Unos días son 24, y otros 75». Maruja sonríe porque acaba de pasar a su lado un grupo de artistas bailando, le han alegrado. Igual que Antonio Torres Costa, a quien la experiencia le parece «molt bé». Lleva dos años en la residencia Sa Serra, y en breves cumple 85 años.

Cuando los mayores pasan por Vara de Rey hacia el punto de encuentro con los vehículos que les llevan de vuelta, se cruzan con un grupo de párvulos, con una vigilancia tan atenta como los mayores. Independientemente de la diferencia de edad que separa a unos y otros, se paran y, pequeños y mayores, se saludan, alegres. La imagen invita a pensar en la fragilidad del tiempo. En lo primordial que es ofrecer salidas a los mayores y lo importante que es no olvidarse de ellos.

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