Chapuzón en ses Salines de Ibiza: de idea loca a fenómeno social

Miles de personas llenan la playa de ses Salines para zambullirse en sus aguas en el primer día del año y para asistir a un pícnic multitudinario en el que se comen platos neerlandeses y se descorchan 300 botellas de vino rosado de la Provenza

«Este chapuzón se nos ha ido de las manos… para bien. Estamos entusiasmados». Bette Hamersma ríe al admitir que lo que empezó en 2011 como la idea loca de una mínima parte de la colonia holandesa residente en la isla se ha convertido, con el paso de los años, en un fenómeno social: «En verano, la gente ya nos pregunta si lo volveremos a organizar. Se ha convertido en una tradición muy ibicenca». Hace 13 años apenas medio centenar de bañistas se zambulleron a mediodía en la playa de ses Salines. En 2012, por primera vez este periódico recogió aquella curiosa manera que los neerlandeses tenían de celebrar el Año Nuevo. Pero pasaron los años y aumentó progresivamente el número de asistentes: 100, 200, 300, 500… Es difícil de calcular el número de personas que esta mañana se bañaron en esas aguas, pese a que el día, nublado y fresco, no invitaba a mojarse. ¿1.000? ¿2.000? Pero una cosa es segura: en plena canícula no hay tanta gente bañándose a la vez en esa playa.

La realidad acaba superando las previsiones que cada año hace la familia Hamersma, originaria de Ámsterdam, que es la que desde 2011 convoca esta zambullida popular masiva. Propietarios de la empresa Vino & Co, para celebrar el primer día de 2024 prepararon 300 botellas del rosado Fleur, de L’Amaurige, un caldo de la Provenza, un centenar más que en 2023, cuando se quedaron cortos, admite Bette, que junto a su hermana, una amiga y sus padres empezaron a descorchar botellas a las 10.30 horas, 90 minutos antes del gran momento. Cuenta, además, que hace un año fue tanta gente que se originó un enorme atasco que impidió a muchos acceder a la playa a tiempo. De ahí, explica, que este año muchos llegaran con bastante antelación.

Desde Países Bajos y Alemania

Y no es para menos, porque no son pocos los que desde hace años viajan desde Países Bajos o desde Alemania para zambullirse en las aguas del Parque Natural, como los alemanes Peter y Astrid Maas, llegados desde Düsseldorf y que no se han perdido ninguna edición desde hace una década. Astrid se desabrocha insinuante la chaqueta y enseña a este redactor su atrevido traje de baño de Mamá Noel. Peter va a juego. La pareja lleva sendas bandejas de canapés de queso con aceitunas y pepinillos. Es la costumbre: los Hamersma ponen el vino, pero los asistentes llevan la comida. Hay quiches, tortillas, salchichón y una especie de buñuelos glaseados que llaman oliebollen sobre cuatro mesas que han colocado junto al chiringuito (cerrado) del Malibú. Cerca, sobre una toalla, otros holandeses han llenado una fuente de tres pisos con oliebollen y han metido en una cubitera una botella de Möet Chandon de la que se servirán, tras bañarse, las holandesas Esther, Anita y Karine, que este año se han disfrazado de flamencas. En 2023 acudieron vestidas como las componentes del grupo The Three Degrees, y en otra ocasión, como corchos de botellas de cava.

400 camisetas

A lo largo de la playa, miles de personas aguardaban la llegada del mediodía sentadas sobre sus toallas y desayunando los buñuelos holandeses, arroces, dulces… En cuanto se anunció que quedaban diez minutos para el chapuzón, se quitaron batas y abrigos. Un minuto antes, una de las hermanas Hamersma se metió en el agua hasta la cintura y con un altavoz inició la cuenta atrás: cuatro, tres, dos… Fueron cientos los que, como poseídos y sin pensárselo dos veces, entraron en el agua. Se escucharon alaridos (por el frío), gritos de guerra, canciones… Muchos más se quedaron en la playa, bien grabando en vídeo, bien observando (algunos con envidia, sobre todo los frioleros) esta locura colectiva convertida en un fenómeno social en el que, como es normal, buena parte acude vestida con monos, pantalones, canguros o chaquetas (de manga corta) de color naranja, el oranje neerlandés.

VÍDEO: El primer baño del 2024 en ses Salines

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Precisamente, los Hamersma crearon este año una camiseta conmemorativa con el lema (Primer baño del año) escrito en naranja fluorescente sobre fondo gris. Pusieron 400 a la venta (15 euros) y el dinero recaudado, como otros años, se destina a una ONG, que en esta edición ha sido IbizaPreservation. Tener esa camiseta también está de moda: « Hace una semana la gente ya iba a nuestra tienda a comprarla».

Hace un mes, los Hamersma dudaban de si celebrarían el baño multitudinario en ses Salines porque el mar se había comido la playa. El agua llegaba casi hasta las puertas del Malibú: «Llegamos a pensar que sería preferible cambiar la cita a otro lugar»

Hace un mes, los Hamersma dudaban de si celebrarían el baño multitudinario en ses Salines porque el mar se había comido la playa. El agua llegaba casi hasta las puertas del Malibú: «Llegamos a pensar que sería preferible cambiar la cita a otro lugar», cuenta Bette. «Veníamos cada semana para ver si el mar devolvía la arena», asegura. La devolvió, aunque no toda, pues aún afloran las cuadernas de una antigua barca de la Salinera hundida hace décadas durante un temporal.

"Se ducha con agua fría"

Dos horas antes del bullicioso chapuzón colectivo, había tanta tranquilidad en esa parte del litoral que un cormorán pescaba relajado sobre el mar en reposo. Las olas eran tan minúsculas que no llegaban a alcanzar los pétalos de un ramo de rosas blancas que alguien tiró junto a un enorme corazón formado por còdols. Sólo la llegada de los primeros bañistas de la mañana inquietó al cormorán, como una madre y su hijo. Ella se metió y salió al momento. Él permaneció largo rato, incluso haciéndose el muerto sobre las aguas inertes: «Es que mi hijo se ducha con agua fría», justificaba la madre. Se bañan cada fin de semana, es decir, que no fueron por ser el primer día del año: «Lo hago por rutina y por la piel. Va bien para la circulación. Y para quitarse los malos rollos», según la mujer.

Sí fue la primera vez de Marc Rubira, portero de una discoteca que se enteró «de lo de los holandeses» el pasado año al leer este diario: «Voy a probar esta experiencia». Antes se dio, sobre las once, un baño para probar: «Esto hay que hacerlo sin pensarlo mucho», dijo antes de correr hasta el agua y tirarse de cabeza. Aguantó poco dentro, aunque al salir dijo «no está tan mal». Poco antes, María Eugenia Abrate también se mojaba, como desde hace cinco años: «El agua no está fría, en serio», dijo. Tras secarse, fue a dar una clase de tenis, deporte del que es profesora.

Sobre las diez de la mañana, una quincena de miembros de Es Verros de ses Salines corrían por los caminos del Parque Natural. Entrenan cada domingo desde las ocho de la mañana. Paco Costa asegura que «antes del 2000» ya venían a ses Salines para, tras hacer atletismo, bañarse en sus aguas : «No es por competir con ellos, pero nosotros veníamos antes que los holandeses».

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