Vivienda | Precios imposibles del alquiler

La subida de precio del alquiler en verano expulsa a los inquilinos y los condena a vivir en la calle en Ibiza

Unos ingresos insuficientes empujan a unas cincuenta personas a acudir a diario a la entrega de comida de Cruz Roja. Todas ellas viven en tiendas de campaña que han ubicado en distintos puntos aislados de las afueras de Vila

El furgón de Cruz Roja, en el aparcamiento de los Multicines, donde los voluntarios reparten a diario comida a los usuarios. | VICENT MARÍ

El furgón de Cruz Roja, en el aparcamiento de los Multicines, donde los voluntarios reparten a diario comida a los usuarios. | VICENT MARÍ / Ángela Torres. Ibiza

Ángela Torres Riera

Ángela Torres Riera

Los ciudadanos con menos recursos de Ibiza, en su mayoría extranjeros, han visto cómo el techo bajo el que comían, dormían y vivían, se desvanecía con la llegada de la temporada turística y la posibilidad de los propietarios de obtener un mayor beneficio económico con otros inquilinos.

La cola frente al furgón de Cruz Roja, en el aparcamiento de los Multicines de Ibiza, la forman unas treinta personas. Casi todas, migrantes saharauis y procedentes de Latinoamérica. «Estamos hartos de la vivienda», protestan, no al unísono, pero sí entre todos, mientras esperan a que Silvina Carrillo, referente de las personas sin hogar en Cruz Roja, les reciba para recoger la bolsa de comida que reparten cada noche, de lunes a viernes, en este punto.

Casi todos viven en tiendas de campaña que han instalado como han podido. Algunos cerca de un supermercado de ses Figueretes, otros junto a la carretera y otros en algún punto escondido en las inmediaciones de la central eléctrica de GESA. La indignación es coletiva y también el rechazo a que su imagen se haga pública. «Si no, luego te tachan de indigente y nadie te quiere para trabajar», indica uno de ellos.

Algunos tienen ya un empleo, pero con la llegada del verano les han echado de la habitación en la que vivían para hacer hueco a trabajadores de temporada o a turistas. Es el caso de Johny, de Colombia, que llegó a la isla hace años y, además, depende de los pagos que su jefe le hace con impuntualidad, impidiéndole tener unos ingresos estables: «Yo compartía un piso en la calle Castilla [Vila] con un compañero. Pagábamos 700 euros entre los dos», explica el colombiano. Pero llegó el verano y la casera quiso sacarle más rentabilidad a la propiedad aumentando la mensualidad de cada habitación a 800 o 900 euros y destinándolas a otro tipo de alquiler: «Pensé en irme a Madrid, pero al final encontré este trabajo y me quedé», comenta.

No es el único que ha terminado en la calle, sin metáforas, por la codicia de su arrendador. A sus cuatro compañeros, con los que vive ahora en una tienda de campaña cerca en la zona de Can Rova, les pasó exactamente lo mismo. «Ese es el problema —le secunda otro hombre, que también espera en la cola—, que llega el verano, suben el precio y te obligan a marchar», se lamenta.

Usuarios con distintos perfiles

Hamdi y Ibrahim, del Sáhara Occidental, viven en un campamento situado en un pinar de Sant Jordi, donde residen unas sesenta personas. «La vivienda aquí siempre es difícil, pero cada año se complica más», objeta Ibrahim, que hace ya tres años que viene a trabajar durante la temporada. Gabriel, otro de los usuarios, se estableció junto a su hijo en una autocaravana en el aparcamiento de sa Joveria. Son algunas de las historias que se esconden tras las cifras de Cruz Roja, que este año, hasta el momento, ha atendido a 150 personas.

En cuanto al año pasado, la organización atendió a en total a 497 ciudadanos. Desde mayo hasta finales de año, cuando el volumen de usuarios es mayor, fueron 245 los que recurrieron a Cruz Roja. De ellas, 65 eran españolas y 180 extranjeras, (22 europeas). Este último perfil, personas con la nacionalidad o comunitarias, es atendido por la organización en el puerto de Ibiza, hacia donde se dirige el furgón, al acabar en los Multicines, a entregar alimentos a una decena de personas.

En cuanto a los saharauis, Carrillo explica que empezaron a llegar «sobre todo, hace un año». «Algunos vienen en verano y se marchan en invierno, cuando llegan los que trabajan en la obra», apunta. El perfil de usuarios, en general, ha cambiado —puntaliza la portavoz— porque a partir de la pandemia se abrieron recursos habitacionales, como el servicio de acogida del Ayuntamiento de Ibiza o el centro provisional de baja exigencia en sa Joveria, que permiten albergar a más de sesenta personas sin hogar. «Por lo que ahora hay menos gente en la calle», considera Carrillo antes de reconocer que, en este sentido, todavía queda trabajo por hacer.

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