El 30% de los adolescentes varones tiene un consumo problemático de pornografía

Lluís Ballester y Sandra Sedano, profesores de la UIB, presentan el estudio ‘El acceso, consumo y consecuencias de la pornografía en la adolescencia en las Illes Balears’, en el que participan centros pitiusos

Presentación en el Casal d'Igualtat del estudio sobre pornografía en las Illes BAlears

Presentación en el Casal d'Igualtat del estudio sobre pornografía en las Illes BAlears / VICENT MARI

Marta Torres Molina

El 30% de los chicos adolescentes y entre el 5 y el 6% de las chicas de esa misma etapa realizan un consumo problemático de la pornografía. Así lo aseguran Lluís Ballester y Sandra Sedano, profesores de la Universitat de les Illes Balears (UIB), en la presentación de ‘L’accés, consum i conseqüències de la pornografia en l’adolescència de les Illes Balears’, un estudio en el que han participado 3.500 escolares de entre 13 y 18 años de las islas. Entre ellos, alumnos de seis centros educativos de las Pitiusas: los institutos Quartó de Portmany, Sa Blanca Dona, Sa Serra, Sant Agustí, en Ibiza, y Marc Ferrer, en Formentera, y los colegios Labritja y Can Coix, ambos en Ibiza.

El estudio, explican, recoge datos por islas y también por municipios y centros. Sin embargo, señalan los dos expertos durante la presentación en el Casal d’Igualtat, se trata de datos que no hacen públicos para evitar competencia o señalamientos. Si se detecta alguna situación especialmente complicada en uno de los institutos, o en una zona, detallan, sí se comunica a los responsables de estos centros educativos. «No hay diferencias especialmente reseñables entre islas», apuntan.

«Nos encontramos con que a los trece años hay ya un consumo habitual de pornografía», indica Sedano, que recalca que uno de los aspectos que más les ha sorprendido, y no para bien, es que el 76% de ellos el contenido que consume es especialmente agresivo. «Muy hardcore», afirma. Escenas muy violentas. Un consumo que predomina más en ellos que en ellas, matiza.

Otro de los resultados del estudio, de alrededor de unas 400 páginas, que más ha llamado la atención a los expertos es la cada vez más temprana edad a la que los adolescentes de las islas confiesan haber tenido su primer contacto con la pornografía. «El acceso llega cada vez a edades más reducidas. Un 17% de los alumnos aseguran que su primera experiencia con este contenido se produce a los ocho años», apunta Ballester. Esto, indican los profesores de la UIB, se debe a la «posición de dominio» que este contenido tiene en los buscadores de internet, lo que hace que los niños, ante cualquier consulta de tipo sexual que realicen en ellos, reciban como resultado una cantidad ingente de escenas pornográficas: «Masiva y sin filtro».

Los expertos consideran consumo problemático cuando los propios adolescentes ya son conscientes de que eso les afecta negativamente en su día a día. Esto les sucede al 30% de los chicos y entre el 5 y el 6% de las chicas. Aunque hay diez indicadores para saber si ese consumo supone un problema, los expertos señalan que se puede calificar así cuando los propios chavales tienen conciencia de que les afecta en su día a día: dedican mucho tiempo, dejan de participar en actividades sociales para ver porno, o incluso de hacer los deberes o trabajos del instituto, y sienten ansiedad cuando no pueden estar frente a la pantalla.

Además, los adolescentes son conscientes también de que el consumo de pornografía afecta a sus propias relaciones. Sexuales y de pareja. En las sexuales porque tratan de imitar aquello que ven en la pantalla, esas escenas de sexo duro y violento que normalizan. En las sentimentales, se aburren y se frustran porque sus parejas, en ocasiones, «no están dispuestas» a realizar ciertas prácticas que ellos les piden porque es lo que ven en la pornografía.

Ballester advierte de otra de las peligrosas consecuencias de este consumo de pornografía: el incremento de las enfermedades de transmisión sexual entre los adolescentes. «En el porno no se muestra el preservativo, salvo en Francia. Se erotiza no usar protección», comenta Ballester, que se remite a los datos de contagio de este tipo de infecciones: «El incremento se da en los adolescentes, es el grupo de edad en el que más crecen los diagnósticos».

El experto destaca, además, la diferencia abrumadora entre las horas de pornografía que consumen los chicos durante su adolescencia, unas mil —«aunque pueden llegar a ser más de 4.000»—, frente a las, con suerte, ocho horas de formación afectivo sexual que pueden llegar a recibir en los centros. Por ahí, por una educación afectivo sexual continuada y desde muy pequeños, adaptada a cada etapa, pasa la solución para revertir esta situación, señalan los expertos.