Aniversario

Los cien años llenos de vitalidad de la vecina de Ibiza Antonia Serra Ferrer

La ibicenca, hija del último molinero de Puig des Molins, celebra su centenario acompañada de buena parte de su familiares, entre ellos, su hermana mayor, Antonia, que cumplirá en febrero 105 años

Maite Alvite

Maite Alvite

Antonia Serra Ferrer, de Can Fèlix, jamás se había imaginado que llegaría al siglo de vida y menos que lo haría gozando de buena salud y acompañada de su hermana mayor, María, que el próximo mes de febrero cumplirá 105 años. «Lo veo y no lo creo», dice contemplando los globos con el número 100 que lucen al fondo de la salita donde en unas horas tendrá lugar la celebración con la familia. «La decoración es obra de Miky, una de sus cuidadoras», apuntan Fina y Rosa, sobrinas y ahijadas de estas longevas hermanas cuyo padre fue el último molinero de Puig des Molins.

Aunque «la edad no perdona», Antonia explica que con cien años se siente más o menos igual que cuando tenía 80 o 90. «Son muchos años, pero no me puedo quejar, veo un poco menos , pero la cabeza me funciona bien», afirma. Confiesa también que le falla un poco el oído, eso sí, su sordera es selectiva. «Las cosas buenas o que convienen las oigo, pero las malas, no sé por qué, no las escucho», comenta con sonrisa pícara.

Haciendo repaso de las vivencias de estos cien años, a Antonia le vienen a la cabeza muchos recuerdos, sobre todo de juventud, como aquellos paseos que daba por el puerto con sus amigas mientras los chicos las cortejaban y su hermana mayor hacía de carabina. También rememora con emoción los bailes en el cine Serra, el Teatro Pereira, el Club Náutico y la sala de fiestas Mar Blau, que fundó su hermano pequeño, Juanito. Habla además del trabajo como molinero de su padre, Joan Serra, y de cómo conoció a su madre, Margalida Ferrer, de Sant Rafel.

María, por su parte, se retrotrae a su infancia: «De pequeña me gustaba coser y les hacía vestidos a mis muñecas». También hacía ropa para Antonia y sus otras dos hermanas, Margalida y Esperanza. «Nos gustaban los trajes con un buen escote», añade la cumpleañera con gesto coqueto.

Los cien años llenos de vitalidad de Antonia Serra    |

Las hermanas María y Antonia Serra Ferrer con sus ahijadas respectivas, Fina y Rosa. / J.A. Riera

Recuerdos tan luminosos y entrañables se entremezclan con referencias fugaces que María hace sobre un episodio especialmente oscuro y triste que les tocó vivir, la Guerra Civil. En su mente se ha quedado grabado «el miedo» que pasaron durante el conflicto bélico.

A pesar de los momentos malos, Antonia dice que «todo el mundo tiene baches en la vida» y que «no cambiaría nada» de su trayectoria vital. Ella empezó a trabajar muy jovencita, primero en la fábrica textil de Can Ventosa, donde se confeccionaban medias y calcetines. Luego, en La Bota, cuando este negocio familiar estaba en la Marina. Antonia habla de las largas colas que se formaban para comprar en esta emblemática tienda de ropa de Vila . Estuvo allí hasta que se casó con Antonio Colomar, ya fallecido.

En los últimos años la rutina diaria de Antonia consiste en dar breves paseos por su barrio, Puig des Molins, y ver un rato la tele. «Caminar, bailar y la buena música» son tres de sus aficiones favoritas, que todavía mantiene. «El día de Navidad bailó», cuenta Rosa. Quizás hoy (por ayer) también se marque unos bailes para celebrar su cumpleaños.

A Antonia, además, le ha gustado siempre pintar y componer poemas. De hecho, a lo largo de los años le ha dedicado versos a buena parte de su familia. Haciendo gala de su envidiable memoria le recita a su ahijada con desparpajo: «Rosa, del jardín la más hermosa, todas te tienen envidia por ser tan guapa y preciosa». También le gusta cantar, una afición que comparte con su hermana mayor, que recuerda cuando iba con su madre por el Mercat Vell y compraban a los romanceros cancioneros, que se aprendía de memoria. Leer, sobre todo novelas de amor, es otra de las pasiones de María. Tampoco puede faltar en la casa en la que vive con Antonia Es Diari.

Aunque más tímida que su hermana, María se arranca a cantar ‘Allá en el rancho grande’. Parece que la celebración del aniversario se ha adelantado entre canciones y versos.

Antonia luce en el cuello una gargantilla dorada, que le ha regalado su ahijada. Es su primer regalo de cumpleaños. Ella, afirma, se contenta con cualquier obsequio, «lo importante es la intención y no el valor material del presente».

Mientras Antonia es «puro nervio», María es «la santa paciencia». Quizás, esas dos cualidades tan opuestas han servido a una y otra para llegar al siglo de vida, eso y «pensar en positivo», como apuntan Fina y Rosa. Cuando se le pregunta a Antonia cuál es la fórmula mágica para llegar a los cien años y hacerlo tan bien como ella replica tatareando el popular tema ‘Salud, dinero y amor’, que cantaban Gigliola Cinquetti y Los Panchos. Luego, más seria, responde: «Hay que ser felices pensando en cosas buenas, recordando lo bonito y dejando lo malo atrás».

Suscríbete para seguir leyendo