Entrevista | Yasmina Delgado Educadora social

Yasmina Delgado: «Hay que ser empático, pero no hay que temer que nuestros hijos sufran con la muerte»

La educadora social ofrece una conferencia esta tarde en Sant Antoni para introducir el tema entre los menores

Yasmina Delgado posa en Sant Antoni

Yasmina Delgado posa en Sant Antoni / Noemí Martínez

Noemí Martínez

Noemí Martínez

Conocer las emociones y saber gestionarlas es fundamental para el desarrollo humano, como también lo es contar con las herramientas suficientes para afrontar situaciones complejas por primera vez. De ello habla esta tarde la educadora social, Yasmina Delgado (1989), en una ponencia organizada por el Ayuntamiento de Sant Antoni. Bajo el nombre ’Duelo y pérdida. Cómo introducir el tema de la muerte a mi hijo’, Delgado da algunas de las claves a Diario de Ibiza antes del encuentro.

¿Cómo se le habla a un niño de la muerte?

Es muy importante que se hable de ello teniendo una base de educación emocional. Primero tenemos que empezar a hablar de nuestras emociones, en general, y luego incluir la muerte.

Hablando de educación emocional, ¿cómo se introduce en un niño? Porque no sé hasta qué punto en las aulas y en las familias se trata este tema...

Es verdad que cada vez se trata más, pero aún falta mucho camino por recorrer. Es muy simple. Yo siempre recomiendo empezar por uno mismo, es el adulto quien tiene que dar el paso de expresar sus emociones. Queremos que nuestros hijos muestren sus sentimientos y somos nosotros los primeros a los que nos cuesta hacerlo. Este año he hecho talleres, dentro del programa Olimpo que organiza el Ayuntamiento de Ibiza, y uno de ellos era sobre las emociones. Intentaba que las profesoras contaran su situación y muchas no querían participar. Entonces ahí tenemos un problema. Si los adultos no queremos hablar de cómo estamos, ellos tampoco lo van a hacer. Hay que decirles: oye, estoy enfadada porque me ha pasado esto, estoy triste por aquello, etc.

Claro. Parece que al final solo contamos las cosas buenas, pero también lo menos bueno hay que exteriorizarlo para que nos sirva de aprendizaje. Los niños son esponjas y nosotros hacemos de espejo.

Exacto. Si un niño nunca ha visto cómo está una persona cuando se siente triste, se va a sentir un poco raro estándolo él. Si nadie ha llorado delante de él, por ejemplo, piensan que no es normal. Y las emociones no es que sean solo normales, es que son necesarias. Eso es lo que tenemos que transmitirles.

¿Hay que usar un lenguaje diferente al que utilizamos nosotros como adultos?

Sí, hay que adaptarlo según la edad. Siempre recomiendo usar la educación emocional desde el principio, desde que son bebés. La pregunta estrella es: ¿cuándo empiezo a hablarle de las emociones a mi hijo? La respuesta es: desde siempre. Igual que con la muerte, otra pregunta estrella. Pues desde siempre también, desde que se ha muerto un caracol y le puedes decir la palabra muerte. Lo tenemos que tratar de forma natural; si surge, surge, se habla y ya está.

También se dan circunstancias en las que los niños sí que muestran cómo se sienten, pero son juzgados por comportarse de determinada manera por parte de sus amigos o compañeros.

Efectivamente, depende de qué edad tengan, la relación social que tienen con sus amigos es solo de juegos. Esos temas tan personales no se suelen tratar o generan situaciones incómodas. Por eso hay que incidir en la importancia de educar emocionalmente en las aulas.

Esto es lo que se va a tratar, precisamente, en la ponencia de mañana [por hoy]. ¿Cómo se le explica a un menor que el duelo es necesario y que cada persona lo vive de una manera?

Cuando le llegue la noticia va a pasar un proceso de duelo sí o sí, lo que pasa es que cada persona lo asimila de una forma diferente. Lo oportuno sería que exprese sus emociones. Si un día tiene ganas de llorar, de gritar, echa de menos… tiene que permitírselo. Cada uno llevará su ritmo y lo gestionará de una manera. Otra de las preguntas estrella es: ¿por qué mi hijo no ha llorado si le he dicho que ha muerto su abuelo? Bueno, lo está gestionando de otra manera. En estos casos hay que estar pendientes porque igual tu hijo está haciendo dibujos y se está despidiendo de su abuelo dibujando en vez de llorando. Hay veces que pensamos que un duelo tiene que pasar por llorar, gritar…, pero tenemos que ser conscientes de que hay diferentes formas de afrontar una situación así.

También hay mitos en relación al duelo, como que en un tiempo determinado se acaba o que es mejor omitir esta fase y no hablar del dolor. ¿Hasta qué punto puede afectar al niño esto? No sé si, incluso, puede condicionar su desarrollo.

Estuve trabajando durante seis años en una residencia de personas mayores y fue ahí donde empezó mi proyecto centrado en el duelo. Me di cuenta de que mucha gente no quería contar a sus hijos que su abuela había fallecido o querían maquillarlo, incluso dejar que pasara más tiempo hasta contárselo. Es muy importante decírselo y que tomen la iniciativa de decidir si quieren despedirse de su ser querido o no. Nosotros decidimos por ellos que no haya un adiós, pero si ellos querían despedirse y no se lo hemos permitido es cuando empieza un duelo complicado. Eso les va a marcar de por vida. No hay vuelta atrás. Estos temas son complicados y hay mucha gente con este tipo de pensamiento.

¿Cómo se habla en casa de este asunto si no hemos tenido un fallecimiento cercano? Porque sí que es cierto que lo pueden vivir en el colegio si un compañero se acerca para decirles que se ha muerto alguien.

Siempre con naturalidad. Le podemos ofrecer apoyo y es importante ayudarle a entender cómo se puede encontrar ese niño. El tema es complicado por la educación que hemos recibido los adultos. Es más fácil de lo que nosotros nos pensamos, nos va a tocar antes o después.

Usted tiene varios libros marcados como favoritos para tratar estas situaciones. ¿Cuál es el más recomendable?

Para mí, el mejor es ‘Un pellizco en la barriga’, de Alma Serra. Siempre se lo recomiendo a las familias, más que nada porque es una historia que, además, va guiando con actividades para que el menor exprese sus emociones. Me parece muy práctico para una familia que no sabe hacia dónde tirar. La protagonista es una niña que ha vivido la pérdida de un ser querido. El problema es que no es capaz de expresar lo que siente y hay veces que se enfada, llora, no tiene ganas de jugar o actúa como si no hubiera pasado nada.

Entiendo que en todo este proceso de información que les damos también juega un papel fundamental la empatía, querer entenderles y explicarles esta nueva situación a la que se enfrentan sin perder de vista que son niños.

Claro, eso es muy importante. De hecho, hay muchos casos en los que, precisamente por esa empatía, no les hablan de la muerte. Hay que tener empatía, pero no miedo al miedo, valga la redundancia, que puedan sufrir. Al final lo va a tener que sentir, pero si está acompañado lo va a afrontar de una manera diferente a si está solo o si no se le dan pautas para gestionarlo. Tratar este asunto no significa, en ninguno de los casos, que el chaval no vaya a sufrir: lo sufrimos todos, también los profesionales. Aunque la empatía nos lleve al dolor, no tenemos que dejar de hablar de ello.

¿Qué pasa si un niño reprime sus emociones? ¿Cómo le puede afectar esto a la larga?

Con depresiones, ansiedad… por eso, esta charla es de prevención, para que se empiece a tratar el tema antes de que haya una muerte. Tú le das la noticia de que alguien se ha muerto cuando ni siquiera entienden la palabra ni lo que realmente significa. Aparte, el círculo familiar no está con fuerzas para dar el apoyo que precisa el menor.

En su Instagram, ‘Un mar de emociones’, que cuenta con casi 5.000 seguidores, comparte frases y lanza preguntas para que los padres reflexionen. ¿Qué feedback obtiene de esta red social?

Estoy muy contenta porque, la verdad, es que soy un poco anti redes sociales. Nunca me hubiera imaginado estar aquí y de esta manera. La gente se abre mucho y te habla de situaciones personales, confía en ti y eso me sigue sorprendiendo. Te cuentan un problema que tienen con sus hijos sin conocerte de nada y así se produce una sinergia de confianza que es maravillosa. Parece que somos amigos y lo mejor es que, cuando les das tu opinión o una recomendación, te lo agradecen mucho.

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