Ibiza, puerto de parada de una expedición dedicada a Jorge Juan

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Hace 14 años, en junio de 2009, Fernando Navarrete, presidente del comité organizador de la expedición y famoso realizador de televisión, vivió ocho horas de angustia en aguas cercanas a Formentera. Tripulaba el velero motorizado ‘Mandrágora’ cuando falló el motor. Una embarcación de Salvamento Marítimo le rescató, junto a su esposa, a 15 millas de la costa levantina. Navarrete estaba en Calpe preparando el rodaje de un documental sobre las últimas 24 horas del ‘U-77’, un submarino alemán que naufragó en 1943 a nueve millas del Peñón de Ifach y que se encuentra a unos 95 metros de profundidad. En un día de descanso, Navarrete y su mujer navegaron hasta Formentera. A la vuelta se levantó «un temporal bastante fuerte», según explicó por entonces a la prensa. Su mujer se mareó y tuvo que bajar al camarote. «Me tocó —contó— llevar el velero a mí sólo, pero no podía manejarlo porque hacía mucho viento. Así que puse en marcha el motor y entonces comprobé que no funcionaba. Además, tenía una de las velas averiada».

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Jorge Juan fue uno de los científicos más influyentes de la ilustración española, pero es aún poco conocido en España. Fue creador del Real Observatorio de la Armada (que proporciona la hora oficial en España), modernizó la construcción naval y el diseño de astilleros y arsenales españoles, y fue consciente de la importancia del transporte marítimo y la defensa naval en el siglo XVIII. También fue autor de trabajos en el Virreinato del Perú que permitieron concluir que la esfera terrestre estaba achatada por los polos, y no elongada.

Así, Felipe V recibió en 1734 la solicitud de su primo, el rey Luis XV de Francia, para que una expedición de la Académie Royale des Sciences de París viajase a Quito, en el Virreinato del Perú, para medir un arco de meridiano y obtener el valor de un grado terrestre que pudiese ser comparado con otras mediciones practicadas en Laponia. Estas mediciones permitirían determinar con exactitud la forma no perfectamente esférica de la Tierra. Para esa misión se eligió a dos guardias marinas, Jorge Juan Santacilia y Antonio de Ulloa: el primero tenía 21 años, el segundo, sólo 19. Como carecían de graduación militar, fueron ascendidos directamente a tenientes de navío para desempeñar esa misión. Jorge Juan ejerció de matemático en esa expedición, cuya medición se prolongó desde 1736 hasta 1744. 

Se realizaron diversas triangulaciones que requerían poner señales en puntos o bases elegidas, tanto en el llano como en las cumbres de 5.000 metros de altitud del Virreinato. El cálculo realizado por Jorge Juan fue el más aproximado de todos los de la expedición. Sobre la base de esa medición, el metro pasó a ser definido como la nueva unidad de medida medio siglo más tarde, lo que dio paso al sistema métrico decimal.

En marzo de 1749, Juan fue enviado a Londres por el marqués de la Ensenada con una misión muy delicada: recabar información sobre la construcción naval y traer a España expertos constructores de barcos. Ya de vuelta, diseñó la construcción de los nuevos navíos, que serían ligeros y veloces, supervisó la construcción de los diques y organizó los arsenales. Hasta solucionó los problemas existentes en las minas de Almadén y Linares para dar lugar a la fundación de la fábrica de cañones de la Cavada, en Santander. También sentó las bases para una moderna cartografía de España. 

Tras la caída de Ensenada, el modelo de construcción propuesto por Jorge Juan fue sustituido por el modelo francés, de manera que los planes de recuperación naval de España quedaron estancados. Treinta años más tarde, en Trafalgar, los ligeros navíos ingleses destrozaron a la pesada flota hispanofrancesa.

La conexión de Jorge Juan con Eivissa tiene lugar en 1752, después de que el corsario Jaume Planells, entonces capitán del puerto, redactara un plan para dragarlo y mejorarlo. Juan, que en aquella época dirigía la construcción de los arsenales de El Ferrol y Cartagena y a quien le eran consultadas todas las modificaciones que se habían de hacer en los puertos españoles, obras civiles, hidráulicas, minas y dirección de canales, descartó esa propuesta (por poco profesional) y redactó un informe en el que recomendaba que se enviase a la isla a alguien preparado para inspeccionar el terreno y proponer las modificaciones adecuadas. El elegido fue el ingeniero Juan Ballester, que levantó planos, perfiles, y redactó presupuestos y la memoria de un nuevo proyecto… que quedó metido en un cajón, según cuenta Pere Vilàs Gil en el libro ‘Jaume Planells ‘Sit’. Historia de un Corsario’.