Ciudadanos de la periferia | Más asentamientos.
Infraviviendas en los alrededores del campamento ilegal de Can Rova
Las cinco personas asentadas en el lugar, trabajadoras en la isla, se vieron obligadas a marcharse del piso en el que vivían cuando el propietario les subió el alquiler desorbitadamente
Las inmediaciones del camping ilegal de Can Rova también se han llenado de infraviviendas donde viven varias personas que no se pueden permitir, ni siquiera, el alquiler de una parcela en la finca privada.
Entre ellos, está Johny, de Colombia, que compró una «‘carpa’» en el Decathlon después de que le echaran del piso de la calle Castilla de Vila en el que vivía con otra persona. «Me dijeron que en el camping -de Can Rova- había que pagar unos 500 euros cada mes, así que me instalé en un campo justo al ladito, debajo de un árbol», explica. Se estableció, en esta tierra yerma adyacente al campamento, junto a cuatro compañeros suyos.
Los cinco que viven allí han construido su rutina en tiendas de campaña diseminadas en la superfície situada justo al borde de la autovía. «Teníamos todos casa pero indirectamente nos echaron, cuando llegó la temporada en lugar de pedirnos entre 300 y 400 euros (compartiendo), pasaron a querer cobrarnos hasta 900…», lamenta. «Y alquilar otra habitación también resultaba imposible», añade.
Para ellos, todos trabajadores en la isla, es difícil económicamente incluso abonar la tarifa que el propietario del camping cobra mensualmente (el precio mínimo son 350 euros). El pequeño barrio construido por Johny y sus compañeros comienza en una gran tienda de campaña de la que cuelga una valla amarilla como para delimitar la propiedad del territorio. Al lado hay otra, de menor tamaño, a la que se llega por un camino libre de vegetación junto al que hay una estructura de metal que sujeta una garrafa de agua.
Condiciones de extrarradio
Al fondo del terreno, otras tres tiendas de campaña, un viejo balancín de madera y un carrito de la compra con varias prendas dentro completan el paisaje del reducido asentamiento. En este caso, el campamento del extrarradio es un anexo, si cabe más precario, que el del terreno privado que le precede, aunque Johny muestra el vídeo del interior de su tienda de campaña con orgullo.
«Son ‘carpas’ grandes de tres por tres [metros cuadrados]», describe mientras las imágenes se reproducen en la pantalla de su teléfono móvil, que muestra ahora el interior de su hogar improvisado. «Lo tengo todo colocadito», describe. Para ducharse, van al gimnasio. «Hemos contratado la mensualidad en parejas y pagamos 38 euros cada uno para ducharnos allí todos los días», comenta.
Para orinar, van al campo, y en cuanto al resto de necesidades, aprovechan las visitas que hacen a la ciudad de Ibiza (normalmente para recoger los paquetes de comida que reparte Cruz Roja) para ir al baño. «Por aquí no hay donde hacer necesidad», añade con cierta indignación.
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