Medio Ambiente

Una nueva quinta de tortugas ibicencas

Nacen las primeras 13 crías de los tres desoves de ‘Caretta caretta’ que se han producido este verano en Ibiza

Un equipo de 52 voluntarios vigila los nidos en es Cavallet, donde se trasladan los huevos para optimizar su desarrollo

La nueva camada de tortugas bobas (Caretta caretta) en Ibiza ha llegado antes de lo previsto. Se esperaban a partir de hoy, pero en la noche del miércoles empezaron a emerger de la arena de es Cavallet, donde habían sido trasladados sus nidos para favorecer su desarrollo. Como marca el protocolo, otra pequeña parte de los huevos se custodian en una incubadora, donde eclosionan un poco antes que en el medio natural.

De esta manera, se pudo movilizar desde el pasado sábado al equipo de voluntarios que vigila el recinto de protección de los huevos, junto a las dunas de la playa. De momento, han nacido 13 tortugas, todas ellas procedentes de la puesta que tuvo lugar en la playa del río de Santa Eulària entre la noche del 10 de julio y la madrugada del 11. Otras dos crías de esta camada nacieron con anterioridad en el Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura (Limia), en Mallorca, donde se trasladaron una decena de huevos.

Se trata del tercer año, que se tenga constancia, en que hembras de Caretta caretta desovan en alguna playa de Ibiza, tras las dos puestas de 2019 (una sin fecundar) y otra en 2020. Al igual que en esas ocasiones, se recurre a un grupo de voluntarios para velar por los nidos que se trasladan de inmediato al arenal que reúne las mejores condiciones para el desarrollo de los embriones

Las primeras crías nacidas este año de las nidificaciones de ‘Caretta caretta’ en Eivissa. | CAIB

Lara Saiz, del deparamento de fauna marina del Cofib, controla los nidos. | Toni Escobar / Josep Àngel Costa

La conselleria de Medio Ambiente del Govern anunció ayer los nacimientos en la misma playa, con el gerente del Consorcio de Recuperación de Fauna de les Illes Balears (Cofib), Lluís Parpal, el jefe de servicio de Protección de Especies, Tomàs Bosch y varios técnicos. También acudían como invitados el conseller insular de Medio Ambiente, Ignacio José Andrés, el teniente de alcalde de Santa Eulària, Miguel Tur, y la concejala de Medio Ambiente de Sant Josep, Felicia Bocú.

En el puesto de vigilancia, cumplían con su compromiso los dos voluntarios del turno de la mañana, Héctor Roldán e Iván Ros. Este último se ha ofrecido a colaborar por primer año y se estrenó el domingo pasado, el mismo día que la borrasca ‘Betty’ azotó Balears. «Me tocó por la noche, así que me libré de la lluvia, pero hacía mucho viento y frío», explicaba.

En Costa Rica nacen a la vez y ves miles de tortugas ir hacia al mar como una riada

En cambio, su compañero no solo ha participado en las dos vigilancias anteriores, sino que cuenta con experiencia previa en Costa Rica. Allí paso seis meses, tres de ellos como voluntario en Playa Hermosa, todo un santuario para las tortugas. «Nacen a la vez y ves miles de tortugas ir hacia al mar como una riada. Incluso hay atunes que las esperan para comérselas», recuerda.

El voluntariado de Roldán en el Pacífico costarricense tuvo lugar en 2004. Allí hay tantos nidos que no se protegen con un perímetro, pero si que debían estar atentos a que no llegaran furtivos para robar huevos y luego venderlos clandestinamente. A Playa Hermosa acuden varias especies, como la Caretta caretta o la tortuga carey (Eretmochelys imbricata). Pero la especie que más impresionó a Roldán fue la tortuga laúd (Dermochelys coriacea), que alcanza los 2,3 metros y supera los 600 kilos. «Parece un Twingo», bromea.

Los otros nidos

Como sucedió en 2020, la conselleria de Medio Ambiente ha encargado el Grup d’Estudis de la Naturalesa (GEN-GOB Eivissa) la coordinación del equipo de voluntarios. En esta ocasión, se han inscrito 52, que se comprometen a cubrir un mínimo de cuatro turnos, cada uno de ellos con dos personas.

Cada jornada se divide en cuatro turnos de seis horas. Los vigilantes cuentan con un puesto bajo un toldo, al lado de la torre de socorrismo, y dos tumbonas para que, por la noche, puedan dar alguna cabezada.

Su cometido consiste en revisar la temperatura del nido, cada 15 minutos durante el día y cada media hora por la noche. En caso de lluvia, deben proteger el nido con un toldo. También deben estar atentos a que no se acerque ningún perro al perímetro de protección o cualquier otro riesgo para los huevos.

Cuando acaben de nacer todas las crías de la puesta de la playa del río de Santa Eulària, el grupo de voluntarios aún deberá continuar unos días más su cometido, ya que no ha sido la única nidificación de este año. La misma noche del 10 de julio a la madrugada del 11, otra Caretta caretta desovó en es Figueral.

«Ese nido fue un caso muy extraño, porque hizo su puesta en un sitio poco adecuado y solo puso 12 huevos. Para que la temperatura metabólica del nido sea viable, se necesita un mínimo de 60 huevos. Por eso, se decidió trasladarlos todos al Limia, donde están las incubadoras», detalló Parpal. De esa puesta en es Figueral, hasta el momento han nacido ocho crías en cautividad.

Detrás del fenómeno de las nidificaciones por estas latitudes, se encuentra un hecho preocupante debido al calentamiento global

Además, se produjo otro desove en la playa de ses Salines el 19 de julio con 116 huevos, la más abundante hasta el momento en Balears. De esta cantidad, 98 se custodian en es Cavallet y otros 18 están en incubadora. Hasta el momento, la conselleria de Medi Ambiente no había informado de esta nidificación en ses Salines y, el pasado 28 de julio, a preguntas de este diario, indicó que no se había producido.

Detrás del fenómeno de las nidificaciones por estas latitudes, se encuentra un hecho preocupante: los científicos advierten de que están desplazando sus lugares de desove por culpa del calentamiento global. A mayor temperatura, nacen más hembras, por lo que la tortuga boba estaría buscando playas menos calurosas, como instinto de supervivencia, para equilibrar la especie.

Crecimiento controlado durante doce meses

Todas las tortugas nacidas en Balears después se crían en cautividad durante un año y se sueltan cuando pesan entre 1,5 y 2 kilos, con un tamaño de un palmo y medio. Así se facilitan sus posibilidades de supervivencia, ya que las crías son una presa muy fácil para sus depredadores y solo una de cada mil llega a la edad de reproducción.

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