crónica

El ciclismo ibicenco arropa a familia y amigos de Bernat Ribas en su despedida

La iglesia de Sant Agustí se quedó pequeña y muchos siguieron desde la plaza la ceremonia a través de megafonía

Abrazos y saludos se sucedían ayer entre los congregados junto a la iglesia de Sant Agustí. Faltaba más de media hora para el funeral de Bernat Ribas, el ciclista atropellado el pasado martes cuando circulaba en bicicleta por Benimussa. La mayoría de las personas lucía camisetas negras, gafas de sol y, quien más quien menos, aspecto atlético. La familia del ciclismo esperaba a su amigo, al que acompañaron en salidas de fin de semana, en carreras o en rutas cicloturistas.

No estaban en el exterior porque fuera pronto, sino porque a esa hora la iglesia ya se quedaba pequeña. Centenares de personas, la mayoría ciclistas, se acercaron ayer a Sant Agustí a despedir a Bernat Ribas. Conocido y querido por muchos, el aforo se tenía que haber multiplicado por tres o cuatro en el templo para dar cabida a todos los que siguieron la misa funeral entre la plaza de la iglesia y las calles circundantes.

La familia del difunto sigue al féretro en su entrada a la iglesia. | VICENT MARÍ

La familia del difunto sigue al féretro en su entrada a la iglesia. | VICENT MARÍ / Isaac Vaquer

La charla de los que iban llegando era breve y en seguida se desviaba a otros temas. «Mi hermano Pepe fue el que encontró el coche», comentaban en una mesa del bar del Centro Cultural Can Curt, «estaba por los caminos de sa Serra Grossa y tuvo que parar a mear, se va detrás de unos arbustos ¡y se encuentra el coche de las fotos de Whatsapp! En seguida llamó a la Guardia Civil», dice el hombre. Las anécdotas ayudan a quitar hierro al drama que supone el fallecimiento de un hombre joven, atropellado cuando hacía lo que más le gustaba.

A la izquierda, Óscar y Javier atienden al funeral. | V. MARÍ

A la izquierda, Óscar y Javier atienden al funeral. | V. MARÍ / Isaac Vaquer

En la plaza, dos técnicos colocan unos altavoces mientras la gente se va congregando. También hay sillas, pero se dejan apiladas, al considerar que no hacen falta. El Ayuntamiento de Sant Josep ha cedido el equipo ante la petición de la familia por las expectativas de afluencia de amistades. No se han equivocado. La gente busca la sombra ante el calor, que aprieta a pesar de ir cayendo la tarde.

Al funeral también asistió el alcalde de Sant Josep, Vicent Roig, que, discreto, sencillamente comentó que venía a «acompañar a la familia».

En brazos de sus amigos

A la llegada de los dos coches fúnebres, uno con el féretro del difunto, el otro cargado de coronas, que también colgaban de ambos vehículos, se hace un profundo silencio.

Detrás llega la familia y en seguida se acercan algunos miembros del Club Esportiu Master Team, con el que corría Bernat. «Queríamos pediros permiso para llevarlo a la iglesia», se dirigen a los padres y a la pareja del ciclista.

Con el consentimiento de la familia se colocan siete de sus compañero alrededor del ataúd y lo acompañan al interior del templo. La gente deja paso y lo posan frente al altar y Sant Agustí, que observa desde lo alto.

Ceremonia

El obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, preside la misa funeral. Destaca la importancia en este momento de «acompañar de una manera muy especial a Bernat y María (el padre y la madre de Bernat), sus hermanos y hermana y su compañera» que viven un momento trágico «que también lo es para toda Ibiza».

Se refiere al evangelio para ofrecer algo de esperanza cristiana a la familia ante la muerte, «en casa de mi padre hay sitio para todos», dice Jesús a sus discípulos. «La luz de la fe nos da esperanza ante la oscuridad de la muerte», añade, «confiamos en que Bernat haya llegado a esa meta que es el reino de Dios, antes de lo que hubiéramos querido, pero ha llegado. Nosotros sólo podemos rezar y ponerlo en manos de Dios».

Siguen el funeral dos hombres con maillot ciclista en uno de los rincones de la plaza. Un hombre les comenta que él también había sufrido un accidente grave. Un vehículo le embistió por detrás y estuvo dos días en coma. Tuvo suerte. Óscar y Javier, que son los ciclistas, le escuchan con atención. «Somos del club Base Sport, nos hemos acercado en bicicleta a modo de homenaje y después seguiremos ruta. Es el mejor modo de despedirlo», cuenta Óscar.

Caluroso aplauso

Termina la ceremonia y una enorme fila de gente espera en la plaza de la iglesia para poder entrar y dar el pésame a la familia. Entran en silencio, muchos salen llorando y se abrazan con conocidos. «Tendremos que salir blindados como tanques para ir en bici y ni así iremos seguros», comenta un amigo a otro.

Nadie se mueve de la plaza. Todos esperan, pacientes. Cuando termina de salir gente de la iglesia los compañeros del CE Master Team entran. Con el féretro otra vez en volandas la plaza rompe en un sonoro aplauso. Lo suben al coche fúnebre y despiden a su amigo, abrazados, mientras alrededor siguen aplaudiendo.

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