Para empezar

Bernat Ribas: no es accidente, es crimen

El desprecio a la vida nunca es un accidente, es un crimen. La conducción prepotente, que pisa a los más débiles, a los que ofrecen su carne como única carrocería, el alcohol, las drogas, al volante, son un crimen. Dejar que una persona reviente en el asfalto mientras huyes es un crimen, y una ruindad. Tu fiesta, su muerte. Somos muchos los que pensamos «por favor, que no los atropellen» cada vez que vemos a ciclistas, o patinetes, en las carreteras o en las saturadas calzadas de la ciudad, los que agarran el coche a diario para ir al trabajo con el temor a que en esta Ibiza donde tantos se creen que todo está permitido, y circulan haciendo rallies, o eses, mientras siguen disfrutando de la farra en el vehículo, les estampen. Los que renuncian al uso de la bicicleta en verano porque con la multiplicación de todoterrenos que invaden cualquier espacio ya ni el campo es seguro para ellos. Ninguneados, acosados, adelantados a toda velocidad porque para los ‘reyes’ de la pista solo representan un engorro, mindundis sin importancia que les hacen perder unos minutos de su valioso tiempo. Duele la muerte de Bernat Ribas, otro más, atropellado por un conductor sin escrúpulos (no quiero imaginar lo que estará sufriendo su familia) y hierve la sangre saber que el responsable lo dejó abandonado como si no fuera un ser humano, sino un estorbo en su camino. Si no lo paga y caro, no hay justicia.

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